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Una reseña del libro de Amélie Nothomb

“Uno nunca es tan feliz como cuando encuentra el medio de perderse”.
Amélie Nothomb

Luego de una decepción amorosa, Urbano, el personaje principal de esta novela, decide transformar dentro de sí, mediante un “conmutador interior”, todo lo que tenga que ver con el mundo de sus emociones, decide ausentarse de sí mismo, no sentir frío ni calor por las cosas que antes lo conmovían: decide acabar con sus sentidos. Un “suicidio sensorial”, como el mismo lo define. Los olores ahora le parecen insignificantes, el ojo se apega a una nueva perspectiva de mirar; donde antes hubo una emoción ahora habita el rígido vacío.

El único hilo que lo ata todavía con la realidad es el sentido auditivo, el efecto que le produce la tercera pista del disco Amnesiac, de la banda Radiohead. La canción era “una sucesión de sonidos desconocidos, distribuidos con una sospechosa parsimonia” que lo conmovían al punto de repetirla infinidad de veces. Y en pleno goce de su nueva condición conoce en un bar a Yuri, un ruso que le ofrecería el oficio que siempre estuvo esperando, el oficio que toda persona sin emociones debería ejercer y al cual comienza a dedicarse con pasión: asesino a sueldo.

Es en esta nueva profesión en la que comienza a desarrollar emociones completamente desconocidas para él. Un nuevo mundo, muy distinto al que habitaba, se abría frente a sus ojos. El acto de quitarle la vida a otra persona le resultaba una experiencia mística y liberadora:

“Nada resulta tan limpio como matar. Es una sensación que no se parece a ninguna otra. Uno se estremece de placer hasta en zonas que resultaban difíciles de ubicar. Un exotismo así resulta liberador”.



Es en esta comunión con el cuerpo que realizaba cada vez que lo llamaban con un nuevo encargo en el que Urbano comienza a reflexionar sobre las relaciones humanas, la necesidad de un oficio como éste para poder intimar con las personas, descubrirlas realmente como son. Conocer a alguien para él implicaba conmoverse enteramente, un acontecimiento único donde dos seres se encontraban. Así como matar.

Con cada nueva muerte iba teniendo más experiencia y pericia, más decisión.

Un trabajo aparentemente sencillo, que implicaba a un político y a su familia, fue el detonante de la vuelta de sus emociones. Mientras se encontraba cumpliendo con el encargo en la casa de campo de la familia, la hija del político, sorprendentemente, se había adelantado a él para cumplir con la faena. Aunque con objetivos distintos (ella reclamando su diario íntimo, él por placer y paga), ambos cumplen con la tarea: la joven mata a su padre y Urbano los mata a todos. Incluso a ella.

La lectura del tan reclamado diario y la muerte de una inocente golondrina, devuelven a Urbano su capacidad de sentir, de observar de nuevo la belleza de las cosas, descifrando con demora lo que realmente significaba el amor: la constante plenitud de los sentidos.

Diario de golondrina es una novela con aires nostálgicos y grotescos donde la muerte y el sentir son el plato principal de una narración precisa y reflexiva, llena de guiños poéticos. Un libro con el que el lector se sentirá gratamente complacido.

Por Alberto Sáez.
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