El libro insiste en Venezuela, a pesar de la oscuridad
Altos costos de producción, caída del consumo, escasez de inventario, migración de sellos editoriales y cierres de librerías definen una etapa oscura y compleja para el mundo del libro en la Venezuela del siglo XXI. Representantes del sector hablan sobre la situación desde sus distintas trincheras
María Angelina Castillo
Grandes sellos como Ediciones B y Planeta se han ido del país. Kalathos edita desde España. Librerías como Lectura, Lugar Común, Noctua, Nacho en varias cuidades o Tecni Ciencia han venido apagando sus luces. Son pocos los espacios que operan y pocas también las editoriales que colocan sus libros en anaqueles nacionales, entre las que quedan están Libros del Fuego, Editorial Dahbar, Eclepsidra, Ekaré y Oscar Toddman Editores.
Para Ricardo Ramírez Requena, director de La Fundación La Poeteca, la situación del mundo del libro en el país es dura y lamentable. Asegura que la mayoría de las editoriales se sostienen con el financiamiento de los mismos autores o de alguna fundación, organización o individuos dispuestos a cubrir los gastos. Y en la mayoría de los casos no hay recuperación de la inversión, sino que apenas alcanza para cubrir costos de imprenta y de diseño. Es por ello que en muchas ocasiones, el trabajo de las editoriales en el país se orienta más a la difusión de la literatura, como un mecanismo de apoyo, que hacia el negocio editorial.
“Nuestro sector comercial en términos culturales y particularmente editorial está profundamente destruido. Desde hace unos 10 años empezó ese proceso de deterioro, desmantelamiento, de cierre de editoriales, librerías y de partida de los grandes grupos internacionales”, indica.
Asegura que el sector se ha replanteado estrategias, como la venta través de Internet: “Es muy complicado distribuir en el interior del país. Los envíos son costosos y es más fácil que la gente pueda descargar los libros online. También apelar a la diáspora ha sido central. Tienes un público lector natural que está en otras ciudades y que muchas veces puede significar el equivalente a los compradores dentro de Venezuela. Creo que ese es el cambio principal: un planteamiento glocal muy centrado en las descargas más que la venta de libros en físico, aunque esta sigue existiendo, pero no con los números de la década 2000-2010 que eran importantes y significativos para un mercado como el venezolano. Aun así se mantienen y esto permite que diferentes librerías todavía mantengan las puertas abiertas”, agrega.
Los libros de este sello se pueden encontrar en espacios nacionales como Sopa de Letras y El Buscón. Pero es en el exterior donde tienen su principal mercado. En países como Chile han podido disfrutar de un repunte, a pesar del coronavirus. “Sin embargo, no hemos podido recuperarnos del todo de la pandemia. No hemos logrado producir como queremos, tampoco trabajar la promoción y distribución. Se nos ha hecho más cuesta arriba de lo normal. Esperemos que esto cambie en los últimos meses del año”, agrega.
Al hablar de cifras, Ramírez Requena indica que en el país se pasó de 40 títulos anuales, que podía publicar un sello grande como Penguin Random House Grupo Editorial, o la docena que podía sacar una editorial independiente o más pequeña, a imprimir la mitad. “Ahorita el mercado venezolano dentro de Venezuela no da para recuperar ningún tipo de inversión vinculada con la producción de libros”, se lamenta.
En el caso de La Poeteca, por ejemplo, hay un aporte de capital anual que le permite al equipo directivo plantearse un determinado grupo de libros a trabajar, pero principalmente en formato digital, en el que han tenido éxito: “El año pasado vivimos un boom. Hablamos de varios centenares de descargas de nuestros libros. En algunos casos, alcanzamos las mil descargas y estamos hablando de libros de poesía. Para nosotros es importante ese trabajo porque permite una difusión de nuestra producción editorial, así no brinde un retorno en términos de inversión, cosa que, cuando hablamos de poesía, es muy difícil siempre que se logre”.
La realidad de las librerías
Katyna Henríquez Consalvi, gerente de El Buscón, librería ubicada en el Trasnocho Cultural del Paseo Las Mercedes, asegura que el sector atraviesa el peor de los momentos. “Son muchos los factores que han llevado prácticamente a la desaparición del sector librero en nuestro país, pero quizás el que más nos perjudicó la salida, hace algunos años, de los grandes sellos trasnacionales, dejando nuestros estantes vacíos de stock y de novedades. A ello se suma la precaria industria editorial nacional que solo se sostiene gracias al inmenso esfuerzo y perseverancia de algunos pocos sellos”, expresa.
La pandemia, dice, nos llevó a la “hibernación”. Situación a la que, por supuesto, no escaparon las librerías: “Las ventas bajaron para todo el sector de consumo cultural y ello nos afectó y sigue afectando. Pero también, al menos en nuestro caso, este freno forzoso nos hizo reformularnos estrategias de mercado y de comunicación en las redes reorganizarnos. Y con el pasar de los meses descubrimos que si bien ha habido pérdidas, también hemos tenido ganancias”.
Para Henríquez, la reinvención del sector pasa por diversas estrategias. Al mes de comenzar el confinamiento en Venezuela, El Buscón se reactivó con un servicio delivery a través de su cuenta de Instagram @elbuscon1. “Fuimos los primeros en ofrecerlo con el slogan Libros a Domicilio. Este servicio nos permitió ampliar nuestro espectro de clientes y lectores al salir del coto cerrado de nuestro ámbito natural. Un año y medio después sentimos que crecimos no solo en clientela, sino sobre todo en oficio; pues hemos dado acompañamiento y servicio a la comunidad en momentos de dificultad y aislamiento”, expresa la gerente de un espacio que le apuesta a “raros, agotados ediciones valiosas y justamente ese perfil fue el que nos permitió sobrevivir a este desamparo”.
Sin embargo, las dificultades continúan, pues es muy cuesta arriba mantener un equipo de trabajo en estas circunstancias: “El mayor capital de una librería no son solo sus libros, sino también sus libreros. Hablamos de libreros y no de vendedores de libros. Por tanto, la más dura decisión que nos tocó tomar en estos tiempos de cólera fue la de vernos en la necesidad de reducir nuestro personal. Ello nos demanda mayor esfuerzo, pues aun reducidos seguimos trabajando prácticamente de lunes a lunes en semanas radicales y flexibles”.
Javier Marichal, librero de Alejandría Plaza Venezuela desde el año 2016 –aunque trabaja en el sector desde 1976– también afirma que el oficio del librero se ha visto afectado: “Es un trabajo en el tiempo, pues no solo implica un bagaje de lecturas sino una relación personal con los lectores”.
Para Marichal, además de la fuerte contracción de la oferta y demanda en el sector, el panorama muestra otro elemento: “Muchos lectores se muestran desorientados, buscando títulos que nunca llegaron o novedades de autores venezolanos publicadas en el exterior”.
Y añade que si bien las librerías son una forma híbrida de circulación del libro que contempla tanto lo comercial como lo cultural, en Venezuela ambos factores se han modificado: “A la transformación global, introducida por el paradigma digital, se une el colapso económico que ha pulverizado el poder adquisitivo de la mayoría y forzado la migración de un alto porcentaje de productores y consumidores culturales”.
Un panorama al que se suma falta de políticas culturales. En ello coinciden tanto el editor Alberto Sáez como Katyna Henríquez. La gerente de El Buscón señala: “Nos alimentamos de bibliotecas y, en los últimos tiempos, de los libros que deja tras de sí el devastador éxodo que vivimos. Somos librería, pero también casa que da acojo. Por ello, paradójicamente estamos hoy día más apertrechados que nunca, pero no por ello dejamos de extrañar las ediciones internacionales más recientes a las que no tenemos acceso. Nuestra carencia no es solo de mercado sino también, y es lo más preocupante, de políticas culturales para el incentivo a la lectura. Eso no existe en nuestro país desde hace más de dos décadas”.