En nombre de todas nosotras
Tras las recientes denuncias de abuso que sacudieron un mundo cultural aparentemente apacible en Venezuela, un grupo de creadoras reflexiona desde la palabra sobre lo que significa ser mujer en el contexto actual. Ser mujer en relación consigo misma, con el otro, con el poder y las conductas. Poetas, actrices y cantantes también alzan la voz
María Angelina Castillo
“Soy mujer. Y un entrañable calor me abriga cuando el mundo me golpea. Es el calor de las otras mujeres, de aquellas que hicieron de la vida este rincón sensible, luchador, de piel suave y corazón guerrero”
Alejandra Pizarnik
Alejandra Pizarnik
En los últimos días, de una falsa calma emergieron voces que han agitado el mundo cultural venezolano. Testimonios dolorosos, evidencias de un abuso, monstruos que habían estado haciendo daño desde la impunidad. A través de las redes sociales, un grupo de mujeres se atrevió a dar nombre a la violencia sufrida. La mujer, la adolescente, la niña. La víctima. ¿Quiénes somos en medio de todo esto?
Un grupo de creadoras reflexiona sobre lo que significa ser mujer en contextos como el que vivimos. Ser mujer en relación consigo misma, en contacto con el otro, con el poder, con la educación y la conducta. Ellas hablan. Este espacio les pertenece. Aquí las palabras de las poetas Eleonora Requena y María Antonieta Flores, de la cantante Betsayda Machado, y de las actrices Martha Estrada y Valentina Garrido.
Eleonora Requena
Poeta
Mi voz tiene un tono quebradizo, un poco sibilante, errático a ratos, cuando me escucho en grabaciones siempre reniego un poco de su timbre y su respiración, pero así es mi voz y sé que hasta ese reniego me pertenece. Y mi escritura se modula en esa voz, la voz de una mujer que escribe poesía, todo lo que digo y escribo lo hago desde mi particular forma de ser mujer y desde el género que vivo y encarno. Cada vez rehúyo más de leer voces atronadoras y absolutas, sé que esta inclinación y preferencia no solo tiene que ver con una estética o un gusto por determinadas voces en la literatura. Rehúyo sobre todo de esas voces que en todas las áreas se abrogan el poder de decir y decidir sobre los más débiles, los grupos minoritarios y las particularidades de cada ser.
La desigualdad y su herida de fondo es evidente aunque tratemos de obviarla, aunque pretendamos salvarnos diciendo que a mí nunca me han hecho esto o aquello, que a mí nunca me han segregado o discriminado, o que a mí nunca me han abusado de una u otra forma por el hecho de ser mujer. En el fondo sabemos que todas de un modo u otro, en mayor o menor grado, padecimos o padecemos de alguna forma de abuso sexual o de violencia física o psicológica.
Estos días de valientes denuncias públicas estimuladas por el movimiento #metoo y por el #yotecreovenezuela están removiendo lo estatizado, lo que la norma y la naturalización de la violencia por parte de la sociedad patriarcal ha establecido como ley en nuestra sociedad venezolana. Así, estamos escuchando las diversas y particulares modulaciones de un dolor que está saliendo a flote desde aguas que parecían estancadas, son muchas voces, quebradas y dolidas algunas, otras más fuertes, otras más frágiles, pero aún son pocas, deben seguir sonando y señalando, denunciando y apuntando a ese poder que erigido desde el machismo estridente, no discrimina credos, orientaciones políticas o niveles socioeconómicos. Es un mal de fondo que está enquistado en el seno de las familias y de ahí extiende sus brazos hacia el resto de los ámbitos de nuestra sociedad. No puede haber condiciones, consideraciones ni excepciones a la hora de condenar el abuso y de apoyar y solidarizarse con las víctimas de abuso.
Valentina Garrido
Actriz
Hablar del papel de la mujer, generalizando, sin tomar en cuenta que cada opinión varía según las realidades, generaciones y perspectivas individuales, es pretender que mi visión sea una verdad absoluta. En cambio, hablar desde mí, desde esa mujer que soy, me parece más honesto, por si algo de mí pueda funcionar para otros.
Saberme mujer, desde años atrás me ha llevado por un camino de aceptación. Hay un momento determinante, y es cuando se instala el miedo. Ocurre cuando te das cuenta de que estás en peligro, porque eres un cuerpo de deseo, es decir, un trozo de carne, y que esto va por delante de quien eres como ser humano. Porque pareciera que ser mujer es sinónimo de una larga lista de adjetivos calificativos que apuntan a una condición de “desventaja”. Como si ser mujer es una naturaleza limitada. El mundo te lo grita y se encarga de recordártelo y, además, hacer que te “ubiques” en tu “condición”, y entonces vas en caída libre por el abismo de todo lo que significa la palabra VÍCTIMA; palabra de doble filo que te puede hacer asumir una minusvalía emocional y psicológica si no se trabaja para transformar y resignificar. Esto último queda bajo tu responsabilidad, y si no tienes la suerte de contar con guías, como es mi caso, arrastras esto por generaciones.
También he sido víctima, pero decidí en su momento HACER algo al respecto y aún sigo transformándome.
Mientras vamos expuestas, a su vez vamos desempeñando roles a lo largo de nuestra vida, pero esta mujer que soy sigue su VOZ. Algunos pueden llamarla intuición o el yo… pero mi voz no es más que el uso de mi lógica, producto de asociaciones para ir viviendo esta vida que privilegiadamente se me dio.
Una vez entendido el juego y sus reglas, me dispongo a llevar nuevas propuestas… comienzo con identificar, y me pregunto: ¿Qué hago con estas injusticias y sus consecuencias? Ya sé que no tengo el control… entonces, desde los terrenos en los que me desenvuelvo, ¿qué puedo hacer? ¿Cuál es mi aporte? ¿Cómo lo hago?
Con respecto a la ola de testimonios de abuso sexual que se hizo visible por las redes sociales, siempre digo que callar NUNCA es una opción. Pero también es importante acudir a lo legal. Considero que debemos seguir trabajando en fortalecer la visión que tienen las mujeres de sí mismas, en aprender a colocar límites a tiempo, en que el cuerpo no es un gancho de pesca de oportunidades, si no tus capacidades, en que cuando te das cuenta que fuiste o eres víctima no quiere decir que le des fuerza al lamento, si no a las acciones para transformar todo aquello que sabes que no está bien. Y si la ley no es suficiente, entonces trabajas duro, sin miedo y con la fortaleza que sé que todas tenemos para que un día estés en el lugar donde se hacen las leyes, y tú misma puedas cambiarlas.
Todo esto comienza en casa. Así que madres y padres, deben plantearse cómo influir positivamente en la autoestima, los valores y la comunicación de sus hijos, para que no sean partícipes de ese juego perverso de víctimas y victimarios. Estamos frente a un evidente despertar, en el cual es el momento de tomar decisiones y asumir posiciones productivas. Pero también es el momento de aprender a disfrutar el crecimiento que te da el observar y escuchar atentamente. Ser menos reactiva y más estratégica.
Cuando soy reactiva e impulsiva, pierdo. Por eso me gustan las estrategias acompañadas de acciones. Sé que en mi mayoría, por mi naturaleza femenina, soy materia blanca, pero debo disponer a usar gran parte de esa materia gris. Es decir, equilibrar u/o completarme.
Como mujer, DECIDO estar despierta y consciente de todo lo que me rodea. El cambio lo generas desde la postura corporal, tus gestos, tus palabras, pero lo más importante: tus ACCIONES. Es necesario ser congruente y estar a la altura de lo que exigimos.
Betsayda Machado
Cantante
Ciertamente estamos viviendo un vendaval de situaciones, complicaciones, enredos, confrontaciones de todo tipo porque también el confinamiento hace que las situaciones familiares sean conflictivas. Nosotras las mujeres, a mi parecer, estamos sometidas a muchas presiones físicas, psicológicas, de estrés; que si te embarazas, que si debes hacer dieta… sabiendo que la vida tiene olas. En lo personal, soy cantante desde los cinco años de edad, doy gracias a Dios que no tengo vicios, pero los caminos no son fáciles, por lo mismo: porque la vida sube y baja. Los sueños sin acción no nos hacen llegar a ninguna parte. Pienso que si nos tocó pisar este suelo, debemos dejar huellas. Pienso entonces en todas estas palabras que escuchamos: empoderamiento, emprendimiento… todos tenemos batallas que vencer, así que la resonancia debe ser con lo que está sucediendo actualmente. No juzgo ni señalo a nadie, pero también es cierto que somos parte de una era digital que debe llevarse con conciencia. Estoy en desacuerdo con las acusaciones por medio de las redes sociales; lo considero muerte social, porque un día puedes estar muy alto, como al siguiente te pueden estar matando. Muy fuerte.
Martha Estrada
Actriz
Lo que pienso, a raíz de todo lo que se está ventilando, algo que siempre ha ocurrido, es que se debe buscar la forma de evitar que siga sucediendo. Creo que la educación es importante. Tengo una hija de 14 años y siempre le he hablado del tema. Esto no significa que el día de mañana no pueda ocurrirle algo parecido, pero constantemente trato de decirle que nadie tiene derecho a tocarla, nadie tiene derecho a obligarla a hacer cosas con las que ella no se sienta bien, nadie tiene derecho a maltratarte ni verbal ni físicamente. De niña, yo también tuve una experiencia similar, pero pude hablar con mi mamá y ella me supo escuchar. La ingenuidad es muy grande en un niño y en un adolescente, porque ellos no han experimentado ni saben qué ocurre en el cuerpo de otra persona cuando está excitada, pero sí sienten incomodidad cuando quieren tocarte o que les enseñes partes íntimas. Esa incomodidad corporal es una alarma. Entonces hay que educar. Es un tema que debe tratarse constantemente, en todas las edades, por todos los medios. Quiero empezar a dar clases de teatro pronto y voy a conversarlo allí también. Pienso que la educación a los padres y a los hijos es una materia importante. Así como también trabajar la autoestima, sobre todo a los adolescentes. Ellos son maravillosos, son seres extraordinarios, todos lo somos, y nadie puede venir a obligarte a hacer cosas que no quieres hacer. No puedes aceptar que te griten, que te insulten ni te toquen; ni tus profesores, ni tus compañeros de la misma edad, porque ahí también hay abuso. Y más en el medio artístico, porque tú tienes talento y hay miles de maneras de desarrollar confianza en el escenario, con tu compañero-, pero las relaciones deben ser respetuosas, nadie tiene que estar tocándote para que aprendas.
María Antonieta Flores
Poeta
En verdad no me había planteado nunca una pregunta como ¿qué significa ser mujer? Creo que estaba más ocupada en ser.
Si bien la biología es una marca innegable, se sabe que también la mujer es una construcción cultural. Sin duda esto genera una tensión entre ser mujer y parecer mujer, y creo que en la época actual hay mayor preocupación en parecerlo. Y para parecer puedes llevar la larga marca de las uñas acrílicas que tanto ostentan las cantantes de reguetón.
Yo viví mi adolescencia bajo la influencia de los años 70, una época que me marcó, impregnada por la energía de los 60, las mujeres conquistaron muchas reivindicaciones en distintos planos. El cuerpo de los 70 era un cuerpo libre no como el de las últimas décadas que es un cuerpo disciplinado, martirizado y culpable. Luego vi como en los 90 revivían valores de la década del 50 y hasta se editaron manuales para darles claves a las mujeres para casarse.
En todos esos años el patriarcado hacía su trabajo y la idea de ser mujer era tener el derecho de actuar de manera masculina, hacer lo mismo que un hombre. Esto implicaba reprimir lo femenino. Y esta idea se mantiene hasta hoy: el hombre sigue siendo el punto de referencia para definir la conducta social de la mujer.
Esto convive con un cambio de paradigma en el trato sexual, en lo que se calla o se dice, y toca el terreno del abuso que es más bien un aspecto vinculado al poder, razón por la cual debe ser expuesto, hablado y señalado.
Pero volviendo al ser mujer y su significado, pienso que hoy más que nunca es necesario retomar la consciencia activa de lo femenino vinculada a su naturaleza simbólica y no a los estereotipos culturales que se han impuesto en todos los ámbitos y que promueven gestos repetidos en el tiempo como el fingimiento de la voz, la sumisión junto a la acción de la mala de la telenovela o de la cuaima, los altos tacones. Se requiere un regreso más radical a una consciencia simbólica y arquetipal de lo femenino y por ello veo como buen signo la sororidad que se ha ido desarrollando de manera más evidente en la última década. Es necesario un trato de hermanas que alzan la voz no para contar una historia llena de ruido y furia, sino una historia que libere y dé sentido al hecho de ser mujer pero no víctima. Esta época exige que para ser mujer seamos hermanas pero no las envidiosas hermanas de Psiqué.