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Érika Ordosgoitti, el cuerpo sangrante de la performance


La artista venezolana puede triunfar frente al poder en los fugaces instantes de libertad que logra con una performance, con una fotoasalto, con un poema convertido en carne herida. En esa apuesta de todo o nada que es su obra, busca cuestionar, sembrar la duda, la angustia de la vida. Reside desde 2018 en EEUU. Desde allí, donde esté, su cuerpo es la pugna por conquistar lo absoluto a través de la desnudez



María Angelina Castillo

Está en contra de actuar sin cuestionarse, sin preguntar, sin sembrar alguna duda a la duda anterior. Y en este ejercicio filosófico, ella junta la performance y la poesía para asaltar la calle y sus tótems, esa mirada que la interpela. A través de las acciones, Érika Ordosgoitti (Caracas, 1980) elabora una semántica que grita –desde la piel y sus fluidos– como una herida siempre abierta, en un compromiso irremediable con la libertad.

Licenciada en Artes Plásticas del Instituto de Estudios Superiores de Artes Plásticas Armando Reverón (2010), es artista de performance, audiovisual y poeta. Reside en Texas (EEUU) desde 2018, en el exilio, dice de inmediato. A lo largo de su trayectoria ha recibido premios y menciones especiales nacionales e internacionales. Y ha exhibido su trabajo en museos, galerías privadas y espacios independientes en los continentes americano y europeo.

Entre sus obras se incluyen Y el eco me responde: estás sola (Fotoasalto 2017), Digo, la cloaca, digo, el devenir (2016) Me abro la cabeza (Spoken Word Poetry, 2013), La inestabilidad necesaria UCV – Caracas (2011). Siempre en ese juego “con el escándalo, el asco, la tensión, la aversión, la incomodidad, el choque, el desparpajo y la carcajada”, como señala la artista en su Declaración.

“Veo la performance latinoamericana como un acto muy potente, porque habla de situaciones reales que están pasando en el continente; situaciones violentas, dramáticas, trágicas, reales. Porque cada quien habla de lo que puede y de lo que vive. En países donde los problemas son menos violentos, la gente habla de cómo las hojas se mueven con el viento”, expresa.

Sin embargo, en este ambiente le preocupa la falta de ambigüedad en la que puede caer la performance, la poesía, el arte en general: “Cuando pierdes la ambigüedad, el trabajo se hace panfletario, activista. Donde hay activismo no hay arte. El activismo te dice qué hacer, te pone las soluciones, te dice cómo pensar. El arte jamás te va a decir cómo pensar. El arte es una pregunta, siembra angustias. Si no hay ambigüedad, hay un solo significado, y eso es diseño gráfico”.

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La ejecución de su trabajo, como los fotoasaltos y fotoperformance en los espacios públicos, implica un largo proceso de preparación. Estrategias. Planes con decisiones importantes: “Por dónde vamos a huir, quién va a sacar al fotógrafo de la escena. Es elegir el espacio, el criterio que uso, los valores sociales, antropológicos. Mi trabajo tiene que ver con el poder, una pugna por conquistar mi propio cuerpo, mi propia conducta. Entonces alrededor de la ciudad están estos tótems que, a pesar de que para muchos pasan desapercibidos, modelan moralmente la conducta, diciéndote cuales son los ideales. Y eso se fija muy hondo en el inconsciente. Mi investigación tiene que ver con un estudio del inconsciente. Por eso me interesa el poder, porque lo afecta de una manera muy honda”.

¿Quién es el ganador en esa pugna?
El ganador definitivo es el poder. No yo. Es el otro, al que estoy adversando. Mi poder es mínimo, muy pequeño en comparación con él. Es omnipresente. Yo creo que esos actos de libertad son fugaces. Sucede así, de una manera fugaz. La opresión continúa. Momento fugaz de libertad en el que yo pueda hacer una exhortación para invitar a quienes sean testigos de estas imágenes a ejercer sus propios actos de libertad y también hay una advertencia: esto es posible, pero corres riesgo.

¿Cómo es la realidad que existe dentro de una performance?
Es una especie de presente absoluto. Porque a pesar de que tú anteriormente mediste consecuencias, en el momento que la haces es otro tiempo. Ya no mides consecuencias. Ya no hay futuro. Sí hay control, no hay futuro. No te importa lo que pase luego, que pase lo que sea que pase, es una apuesta de todo o nada. Es otro tiempo.

¿Cómo ha incidido en ti?
Ha tenido muchas consecuencias en muchos ámbitos de mi vida. He tenido que pagar precios muy altos por esta decisión, como por ejemplo estar aquí exiliada. Porque que seas libre no es de gratis, no creas que vas a ser libre y vas a decir a los otros que lo sean y vas a salir ilesa. Así no funciona. Primero que arriesgas tu vida de verdad, te pueden matar. Eso no es prerrogativa solamente de las personas que hacen performance, sino de muchos otros, deportistas, rescatistas, otras personas que también se relacionan con la muerte. Sin embargo, la performance es algo que te llena de mucha satisfacción en el momento que lo acabas de hacer. Cuando la estás haciendo, no sientes nada. Es un pensamiento diferente, necesitas darte cuenta de si la policía llegó, si huyes, si a un loco se le ocurre pegarte. Estar alerta. Hay una forma de pensamiento, pero no puedes dejar que la adrenalina te gane y no puedes permitir que las emociones te exacerben. Te sientes poderosa, creaste, le diste un sentido a tu vida porque la mayor parte del tiempo vives en esta sensación del absurdo. Cuando estás en tu casa, a resguardo, sientes la libertad como un recuerdo, la libertad la sientes cuando estás acometiendo el acto.

¿Cómo es ese sentimiento?
Nada puede superar al cuerpo presente. También hay momentos de libertad en el pensamiento, momentos muy profundos. Eventos muy trascendentales que suceden en el pensamiento y que sin ellos otro tipo de libertad no es posible. De hecho, las obras son dispositivos que evocan y convocan esos eventos de libertad que sucedieron en tu intimidad.

Te diriges hacia la libertad sabiendo que, como idea de absoluto, no se alcanza nunca. ¿Por qué insistir?
Porque somos humanos. ¿Qué sentido tendría para nosotros vivir una vida de puro enajenamiento? No puedes porque serías un robot, ni siquiera un animal que toma ciertas decisiones. La vida es un absurdo, que no tiene ningún sentido; es un mero accidente. Pero nosotros en nuestra necesidad de conseguirle un sentido encontramos alivio en la idea, noción de la libertad, de tener nuestras propias decisiones, un margen de acción así sea mínimo. Por eso la sigo buscando, porque sin ella nada estaría, quedaría todo resumido a una serie de impulsos que suceden por la estimulación de un poder exterior.

Entonces es esa pugna por conquistar tu cuerpo y conquistarte a ti misma y tu propia vida, así sea en el margen pequeñísimo que tienes. Pero ya el hecho de que lo persigas es suficiente, es más que una decisión: comienza con una decisión pero no se queda allí, se transforma en actos. La decisión no es suficiente. Tienes que actuar. Voy a decidir ser libre, entonces tienes que hacer algo para poder desalienarte. Advertir que las cosas están pasando, por eso también otro de mis campos es el lenguaje. El lenguaje es una forma de desnudarnos más potente que el desnudo en sí mismo. La forma como hablas dice todo de ti. La mayor parte de las veces las personas no entienden lo que dicen sus palabras. La gente advierte muy poco de lo que está pasando a su alrededor. No consideran que tenga importancia. Ni siquiera lo advierten.

En tu Declaración señalas que huyes de la representación aunque no logras escapar de ella: ¿por qué?
Lo digo en el campo del arte, porque hay una característica de la performance venezolana y es que se trate por todos los medios de no engañar. Estos parámetros los impusieron quienes son los precursores, como Antonieta Sosa, Carlos Zerpa. La consigna era no representar, no hacer teatro. Presentar el cuerpo, no representar. Para mí es un reto, sigue presentándose en mí como un reto. No encontrarás lo mismo en la performance colombiana, ni de estilo internacional, en la performance europea, en la que puedes hacer teatro, usar vestuario, utilería. Pero no representar es solamente un reto, no es un hecho. Porque una fotografía es representación, las palabras son representación. El video no es el cuerpo, sino el video de un cuerpo. El color amarillo no existe, la letra A no existe, la palabra cuerpo no existe, son representaciones. Vivimos en un sistema de representaciones, eso nos hace humanos: la capacidad de representar. Somos quienes la codificamos, pero también aparatos reproductores. Somos una radio, una pantalla, un celular reproduciendo música. Reproducimos prejuicios ancestrales, ideologías. Como el verso de Rafael Cadenas: El carcelero se cree libre porque tiene que cuidar la reja.

¿De qué has querido salvarte?
Me he salvado de la policía, de la muerte, de los colectivos, de la Guardia Nacional Bolivariana, de la ignorancia. La universidad me ayudó a salvarme de la ignorancia. Pero no me he salvado. Estoy igual que cualquiera de nosotros, estoy adentro, soy parte de esta sociedad, una más. Simplemente me contento con advertir, con darme cuenta al menos parcialmente de cómo los mecanismos pueden estar operando sobre mí. Darte cuenta es necesario si tus pretensiones son subvertir eso. Si no te das cuenta, no puedes hacerlo. Si te das cuenta, sí, así tu intento sea un fracaso. Si no, te estas dejando llevar por los influjos, no tienes identidad, no eres.

Tener identidad en Venezuela, un país sin documentos…
No solo si estás en el país. El Saime (Servicio Administrativo de Identificación, Migración y Extranjería) te va a perseguir a donde vayas. No hay manera de que te salves. Tienes que renunciar a tu nacionalidad y vas a estar amarrado a otra oficina, aunque será más diligente. Pero mientras tengas tu nacionalidad…

¿Renunciar a tu nacionalidad borra algo de lo que eres?
Abrazas lo que eres, porque la nacionalidad es una ficción. Las fronteras son un dibujo que alguien hizo, no son naturales. Un pájaro no le va a hacer caso a la frontera, no necesita pasaporte. Las fronteras son ficciones hechas por los poderosos para controlar. Esas te alejan de ti, no te acercan a ti.

¿Cómo ha cambiado tu narrativa artística, tus propuestas, al vivir en Estados Unidos? ¿Cómo ha influido este nuevo ambiente?
Sí ha influido. Tiene todavía mucho más impacto todo lo que viví en Venezuela. Soy una venezolana viviendo en otro país, pero no desde hace mucho, el cordón umbilical está muy fresco. No podría decirte que realmente he abrazado esta cultura. Soy una extranjera en todos los sentidos. Y estoy muy relacionada con Venezuela de diferentes formas. La vida es muy diferente aquí, he aprendido muchísimo sobre el consumismo, la explotación laboral. He aprendido sobre Venezuela, porque salir te da una perspectiva diferente sobre la política, la sociedad y la moral. Lo que más ha impactado mi obra de mi estancia aquí ha sido la relación con el consumo, con el dinero, la explotación corporal, con el racismo.

¿En qué trabajas actualmente?
En febrero de 2020 presenté un video en el marco de la exposición en la Universidad Rutgers de Nueva Jersey. Con ello hicimos varios eventos online. Presentar esta obra ha sido muy difícil porque existe un fenómeno acá: demasiado cuidado con cualquier expresión que pueda ser considerada ofensiva en las universidades. Eso hace que todo caminar sea sobre un campo minado: cuidado con lo que digas, hagas, te expreses… porque puede traer consecuencias legales muy serias. Para mí no porque soy artista, entonces soy libre y me expreso como pienso, pero las personas que trabajan ahí no pueden hacer eso. Para mostrar el video hubo una negociación muy intensa. Al final lo logré, parcialmente: el video duraba más de 7 minutos y pude presentar solo 2 minutos, para mayores de edad, debía incluir una tapa de advertencia que dijera que el contenido a mostrar era sensible, ponían a disposición un número de teléfono y correo electrónico a través de los cuales podías recibir asistencia. El video es una toma simple: va desde la mitad de mi glúteo hacia arriba de mi cintura, en el área genital; estoy desnuda y voy sacando billetes de USD 100 y menstruando. El dinero sale ensangrentado. Subirlo a Internet también fue difícil. Me bajaron el canal de YouTube, que tenía 15 años y miles de suscriptores. A veces siento que no tengo por dónde sacar la cabeza; soy como el topo que intenta salir del agujero y le dan un porrazo. Incluso en las universidades. Recientemente hice un proyecto con el Museo de Arte del Condado de Los Ángeles (LACMA, por sus siglas en inglés) y tuve que firmar un contrato que decía que no me iba a desnudar. Me sentí muy mal tanto con las negociaciones como con las conversaciones de la gente del museo. Estuve muy triste porque te imaginas que estás en un espacio donde te puedes expresar libremente.

¿Qué piensas hacer?
Seguir colándome por las grietas que encuentre. Es lo único que un ser con un espíritu que ansía la libertad puede hacer. Colarse por cualquier grieta que consiga.

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