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Abreboca alemán de fútbol: Unidos por un sueño

Antes de comenzar la función, nos reciben con un "no todo es política. Lo que si quiero, es que nos olvidemos de todo por dos horas". Luego viene la anécdota personal que sirve como una buena referencia para acercarse a las salas que muestran el cine alemán: "La otra vez fui con mi hija a ver el cine con muchos efectos, agua, aire, efecto 3d; cuando ya tienes saturado todos los sentidos el asiento se mueve. Es muy divertido sentir todo eso, pero al salir has olvidado la historia, sin duda este festival tiene mucha historia" (la trama para que no quepan confusiones)

Para comenzar a hablar de una película como Der ganz große Traum, en español Unidos por un sueño, hay que hacerlo con la cita del ex futbolista inglés Gary Lineker: El futbol es un deporte que inventaron los ingleses, juegan once contra once, y siempre gana Alemania. No hay ninguna que sirva de antesala.

El film es perfecto como prólogo a la venidera copa del mundo porque habla de fútbol. Perfecta para emocionar al novio que prefiere quedarse viendo un partido en la televisión los domingos. En la sala va a ir a ver fútbol en su forma más ancestral. Para el asiduo lector de literatura existirá la querella de acercarse a ver un guión que el director, Sebastian Grobler, escribió con el reconocido escritor Philipp Roth.

La película es parte de la historia, una que nos pertenece más a todos, que se remonta mucho más atrás. Se retrocede más allá de Ballack, de Klinsmann o el propio Beckenbauer. Subyace en la verdadera historia de los emancipadores del fútbol en el país tricampeón de la copa del mundo. Un nombre sale a la luz, Konrad Koch.

Konrad Koch es un profesor de inglés (interpretado por Daniel Brühl, el actor de Good Bye, Lenin!) quien regresa, en el año 1874, al país teutón a enseñar en una estricta escuela durante la época imperial alemana de finales del siglo XIX. Trata de encontrar nuevas prácticas de enseñanza, empieza a mostrarle un nuevo deporte que ha aprendido en Inglaterra, el fútbol.



Ante lo desconocido existe el rechazo. A la práctica se oponen las autoridades académicas, eclesiásticas y la clase pudiente en su sentido exacerbado de nacionalismo que no permite un minúsculo grado de corrupción, viéndola como el inicio de un caos dentro de su sociedad, un doblez frente a los ingleses, quizá.

Más allá que de la relación con el desconocido fútbol surja para los alumnos un nuevo, mejor y más rápido método para el aprendizaje del idioma inglés, lo valedero es que el juego empieza a crear fuertes lazos entre el grupo que el profesor dirige -sobre todo con Joost Bornstedt- un humilde estudiante becado en la aristocrática institución, quien por su condición es atacado por compañeros. Allí entre el césped, el barro y las arquerías se funde una feroz batalla entre dos equipos, que vuelve de cada técnica y reglamento, la profunda imagen de la igualdad.

Recuerda las películas en que las pasiones se debaten entre la fe y las convicciones, como un marcador en contra. Reviven a otras películas de salón -de clases- como Escuela de Rock o La sociedad de los poetas muertos, donde la masa se forma en pro de sus ideales.

La película conecta con el espectador por la lucha que se abre espacio ante un poderoso rival económico. Uno se siente con el gusto de haber vencido porque como dice el escritor norteamericano Paul Auster: "El placer de la competición por tanto, es más intenso cuando los contrincantes están igualados". ¿Quién pensaría lo mejor de poco de más de una docena de niños y un profesor que vive en la consejería? El valor es doble.

Combinados con dosis de humor, el tiempo dura lo que un partido de fútbol, con tiempo de descanso incluido, y en ella se conciben el drama como un penal en contra, alegría luego del gol a favor y pasión como se revolea la camisa por los aires cuando se cumple el tiempo con el marcador del lado de los nuestros. Refleja la pasión, si es que cabe mejor una palabra. Para esta película la frase de Lineker no se equivoca.

Tres campeonatos alemanes se resumen en una irónica frase: "Tal vez el juego es demasiado brutal para este país", la historia ya es otra cosa. Alguien tendrá que preguntarle a Baricco.



Por Leonardo Angulo Torres
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