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Hilse León: “Conviene creer que es posible amar y dejarse amar por otros cielos”


La bailarina, docente e investigadora venezolana reside en Bogotá desde hace casi tres años. Su vida la atraviesan el movimiento y la poesía, en un estado permanente de lectura y escucha de su cuerpo y el del otro. Escribe en diarios, en los libros que lee, en servilletas, dejando ese registro del instante. Desde el exilio, se reconstruye como los árboles, como los pájaros: “La cuestión es anhelar y alcanzar las formas de ‘vivir poéticamente’, como dice Armando Rojas Guardia”


María Angelina Castillo

Sus pies reptan por el suelo y enseguida se yerguen como queriendo volar. Sus piernas dibujan una montaña, un círculo, una flor. Su tronco, firme, hace una pausa: ese silencio del movimiento en el que su piel parece tropezar con un punto para dejar pensando al lector/espectador. Y entonces abre camino al siguiente giro, al siguiente manotazo al aire, como liberando una corriente de agua que sube hasta su cuello y alcanza sus bucles negros. Hilse León es un poema, un pájaro, una nube. Se contrae y se diluye en el escenario, en el asfalto, sobre la grama mojada donde se llena de barro y de alcantarillas. Se empapa toda ella de música, abrazando ese cotidiano milagro de existir.

La bailarina, pedagoga e investigadora venezolana es referente de la danza contemporánea desde hace más de dos décadas. Comenzó sus estudios a mediados de los noventa en el Taller de Formación del Bailarín Creativo, en la Fundación Escuela de Danza de Caracas y Danzahoy Escuela. Formó parte del elenco estable de Macrodanza y en el año 2000 creó, junto a Rafael Nieves, la compañía Caracas Roja Laboratorio, con la que presentó –como intérprete y coreógrafa– más de una veintena de piezas y fue reconocida en 2006 como Mejor Agrupación de Danza Venezolana.

Hilse León también ha participado como bailarina invitada en las agrupaciones Agente Libre, Sarta de Cuentas y Teatro Río Caribe (Venezuela). Y se ha presentado en escenarios de Bélgica, Países Bajos, Colombia y México.

Nació en Caracas, pero lleva casi tres años viviendo en Bogotá, junto a su hija. Desde su casa, en su nuevo territorio de exploración, contesta esta entrevista.

¿Cómo describes la poesía secreta que habita tu cuerpo?
La poesía de mi cuerpo es el movimiento. Tal vez no tan secreta, soy bailarina, estudio para ello, para hablar con mi cuerpo acerca de mis secretos y de los secretos de los otros cuando juego a ser intérprete y soy la vía de algún coreógrafo ¿Cómo es? Mujer, madre, amante, emigrante, hija (huérfana de dos padres), hermana, amiga. Azul. Circular. En espiral. Con pausas. Un círculo espiralado. Mi movimiento está atravesado por todo lo que me compone, por todo lo que soy, imposible es escapar a ello, y mucho menos cuando se es improvisadora, mi caso. Improvisar en danza es un estado de permanente lectura, de escucha. De mi propia lectura y de la lectura de los otros. De mi propia escucha y de la escucha de nosotros. Dos estados distintos que se acompañan, que generan el ambiente para el movimiento espontáneo.

En tus redes sociales dejas ver tu fascinación por los pájaros. Los estudias como quien entiende el lenguaje del cielo…
A veces creo que los pájaros entienden y saben todo de mí. Mucho tiene que ver la danza y su empeño intrínseco: volar. Casi toda mi vida está atravesada por la danza, por el movimiento. Mi momento del día favorito es la madrugada y tiene que ver con su silencio que todo lo puede, que todo lo pregunta y de pronto es interrumpido por el canto de los pájaros. Suelo levantarme muy temprano solo para alcanzar a vivir ese momento, absolutamente sagrado para mí. He hecho de esto un ritual, especialmente desde el momento que salí de Venezuela, mi país.

Vives en Bogotá desde octubre de 2018. ¿Cómo te (re)construyes en el exilio? ¿Cuáles son las danzas que emanan ahora de tu cuerpo?
Exilio, me resulta tan difícil esa palabra, tan dura. Exilio, destierro, esperanza, sí, todo eso junto como en una licuadora. Esas palabras suenan diferentes cuando se es madre, o al menos es así para mí. Tanto para hablar acerca de esta palabra, tanto para sentir.

“El exiliado se siente arrancado de raíz, trasplantado, puesto a crecer en una tierra distinta a la propia ¿Quién no ha contemplado alguna vez la triste opacidad que cubre la fronda de un árbol recién trasplantado?”
Eugenio Montejo.

Así me reconstruyo tal vez como los árboles y ellos inevitablemente me llevarán a los pájaros, y los pájaros al cielo, a las nubes. La cuestión es anhelar y alcanzar las formas de “vivir poéticamente”, como dice el poeta Armando Rojas Guardia… y desde ese lugar también danzar.

¿Qué registros llevas del afuera y de ese adentro que eres en todos los instantes?
Escribo mucho, pero soy sumamente desordenada. Tengo muchos diarios. Escribo en los libros que voy leyendo, en dispositivos electrónicos, en servilletas. Por ejemplo, el año pasado, en medio de un acontecimiento doloroso, perdí a mi padre y decidí llevar un registro diario en servilletas de los mensajes que le hacía llegar a través de fotografías. Él estaba en Argentina (Buenos Aires) junto a su esposa y mi hermano menor, y yo aquí en Bogotá (Colombia).

La pandemia ha generado, entre otras cosas, el miedo al otro, a su cercanía. ¿En qué se ha convertido el cuerpo para ti en este contexto?
En un profundo objeto de estudio. Parece pertinente no dejar de moverse en estos tiempos. Elevar la capacidad de escucha, sentir y leer al cuerpo, su sacralidad, su irreverencia, hablo de una filosofía del cuerpo confinado.

Son unos tiempos, además, conflictivos para el género, la percepción que tenemos de nosotros y el uso del lenguaje. ¿Cómo aprendes a mirarte como mujer?
Me miro como mujer a partir de las palabras que comparto con mi hija. Soy muy afortunada al tenerla. Voy revisando a través de nuestra relación cómo ejercer la soberanía sobre la propia vida, ser respetuosa de nuestra naturaleza. Miro con atención y delicadeza el asunto de los roles, el principio femenino, el principio masculino. El ánima, el animus. No tengo una respuesta concreta para lo que preguntas, voy caminando hacia eso.

En la poesía, en la danza, en el mirar al otro intervienen muchos lenguajes. ¿Cuál es para ti la palabra suficiente?
Amor.

¿Y cuáles son esas cosas que vuelven siempre, como el amor?
La fuerza del amor nos alimenta. Yo me emociono cuando vuelve la creatividad, la energía creativa.

“Todo es fruto de la vida creativa (...) Es el amor, es amar algo –tanto si es una persona como si es una palabra, una imagen, una idea, la tierra o la humanidad– hasta el extremo de que todo lo que se pueda hacer con lo sobrante sea una creación”.
Clarissa Pinkola.

Ahora bien, siempre espero que vuelva la esperanza y siempre vuelve.

Has sido y eres amante enamorada de Caracas. ¿En qué se ha convertido ese amor desde otra geografía?
“Según se sabe, esta mudable vida
puede, entre tantas cosas, ser muy bella…
Jorge Luis Borges

Conviene creer que es posible amar y dejarse amar por otros cielos.


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