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Un relato de @Tinaaltuve

Me desperté con lágrimas en los ojos, tan asustada y con aquella sensación, tan severa, profunda y fuerte, que me embargó aquella noche y que jamás pude olvidar.

Para calmar mis ansias decidí prender el televisor con las noticias de las 12 de la mañana, y justo allí se encontraba la razón de todas mis preocupaciones, mis penurias, mis memorias que me han estado acompañando a lo largo de todos estos años.

Aquel noticiero anunciaba que habrían encontrado otro gran misterio en el gran barco de los secretos, el Titanic, pues habían hallado una carta en perfecto estado que se presumía que fue la última escrita antes del hundimiento. Decía algo como: "Queridos míos, es domingo por la tarde y descansamos en la biblioteca tras el almuerzo, ayer no me sentí muy bien, hoy estoy mejor... Veo una enorme extensión de mar, no hay tierra a la vista, dicen que tal vez lleguemos a Nueva York el martes por la noche..."

Y al final terminaba con algo como "Montañas de amor y besos para todos." Pues claro, cómo no saber eso si la autora de esos garabatos al final de la firma de mamá fui yo, esa era la carta que le íbamos a mandar a la abuela y a toda la familia en Reino Unido. Pues sí, mi madre y yo fuimos las protagonistas de aquella carta, aquella última carta que escribimos esa noche helada y que jamás nos imaginábamos que nuestras vidas estarían por cambiar.

¿Cómo no acordarme? Claro, probablemente han pasado unos cuantos años ya, pero cada vez que un recuerdo se me viene a la mente, cada sensación que sentí, recorre por mi cuerpo una vez más. Es como si lo experimentase por primera vez en una nueva oportunidad.

Aún puedo recordar aquel primer día en el Titanic, y era mi primera vez que viajaba. Era sólo una niña que acababa de cumplir siete años, acompañada de mis padres, juntos habíamos decidido empacar nuestras cosas e irnos de Reino Unido para aventurarnos hacia una vida mejor de la que conocíamos y Canadá sonaba como una buena opción.

Estaba emocionada, era una experiencia que nunca había vivido y para mí sería una nueva aventura por comenzar. Imagínense, recorrer aquellos pasillos tan largos y lujosos me hacían sentir como alguien importante, una celebridad o alguien de la realeza. Experimentar olores exquisitos, como el del pan francés recién horneado por la mañana, el café gourmet recién colado que le servían a cada huésped, y claro cómo olvidar el delicioso aroma del océano aquellos días de alta mar que se complementaba a la perfección con esos paisajes preciosísimos que pintaba el cielo.

Si, sentía que el mundo era mío y que aquel barco era mi inmenso patio de juegos, la cubierta era perfecta para historias de piratas, exploradores y aventureros, allí siempre conseguía alguien con quien podía compartir mis aventuras y mis ratos de juego, no importaba de qué país o situación viniésemos, porque nuestro idioma eran nuestras aventuras y juegos.

Los camarotes y los espacios cerrados, eran preciosos, tenían esas decoraciones antiguas que parecían de imperios y mansiones costosísimos, por eso, eran los escenarios perfectos para ser mis castillos y palacios, y una que otra aventura detectivesca. En aquel barco era muy feliz, podía ser quien yo quisiera ser, desde una princesa de películas hasta una detective que resolvía misterios, era mi sitio ideal de sueños y esperanzas. Todo sonaba tan estupendo y perfecto, si, y lo era, pero ¿Qué pasaba si algún día todos esos sueños y fantasías se esfumaban con el viento?

También me asustaba, pues era la primera vez que viajaba por tanto tiempo y en algo similar a un barco, y a veces extrañaba mi hogar y mi familia que se había quedado allá. Mamá los echaba siempre de menos y no se veía muy contenta de estar en aquel barco, ni siquiera por un minuto. Ella siempre fue supersticiosa, así que apenas nos montamos en el barco quería bajarse porque no le gustaba las energías que sentía allí, me recuerdo que apenas pusimos un pie abordo nos dijo a papá y a mí que "tanta arrogancia traería algo malo", que ella ni loca dormiría porque sabía que algo pasaría" y de hecho, sus ansias no la dejaban dormir de noche, por lo que lo hacía en la mañana y de noche se vestía y salía a caminar.

Recuerdo que papá se reía de ella y le decía que no se preocupase, que aquel barco era indestructible, inhundible que ni Dios podría destruirlo, palabras que hasta el capitán se enorgullecía decir en cada almuerzo en el restaurant y papá le repetía a mamá para que se calmara, aún así ella seguía ansiosa y con su presentimiento, yo por mi parte le hacía caso a papá, porque ya ese barco era parte de mi.

Quién se imaginaría ella tendría la razón unos días más tardes, sí aquel día frío de abril, tan helado y obscuro para mi, muchos lo recuerdan como "hundimiento del Titanic", pero yo lo recuerdo como "la noche que no cerré los ojos."

Imágenes de esa noche son las que constantemente aparecen en mis sueños, me persiguen y las que sé que jamás me abandonarán, el sólo recordarlas en mi mente ponen mis pelos de punta, me dan un vacío terrible en el estómago y me anudan la garganta, justo como aquel momento cuando presenciaba minuto a minuto lo que pasaba.



Decirles lo que viví detalle por detalle, sería la décima parte de lo terrible que fue, porque en aquellos casos sólo el que lo vive en carne propia y lo siente en sus huesos sabe cómo es. Pero igual, soy sobreviviente y así como los demás quiero que mi huella quede plasmada en la historia.

Aquella noche del 14 de abril de 1912, habíamos terminado de almorzar en aquel restaurant francés elegante que servía una comida deliciosa, sobre todo el postre, mi parte favorita. Una vez terminada la comida, mi madre le dijo a papá que le escribiría una carta a la familia para que luego el hiciera el favor de mandarla, ya que habíamos estado varios días allí y no tenían noticias de nosotros, a lo que yo le pregunte enseguida si podía ayudarla a escribir la carta, pues quería ponerles algo para que supieran que no los había olvidado y estaba bien.

Así fue, mamá y yo nos dispusimos hacia la biblioteca, leímos un rato para descansar la comida y disfrutar de una tarde de domingo diferente, ella me leía uno de los cuentos que allí se encontraba, y después, empezamos a escribir la carta que al final firmé con besos y amores y mi nombre debajo de la firma de mamá.

Una vez terminada, se la entregué a papá preguntándole si podría acompañarlo a entregarla y él me dijo que era tarde que debía ir a la cama, así que se guardó la carta en el bolsillo de su chaqueta y me acompaño a mi cuarto. Ambos se despidieron y me dieron las buenas noches. Mi madre se cambió de ropa, se perfumó y salió a dar su paseo nocturno de siempre y mi padre se quedó por allí rondando, mientras yo caí en un sueño rotundo.

Todo marchaba como una noche cualquiera cuando de repente se oye un ¡BOOM! Un terrible sonido y todas las cosas que estaban en el mi habitación empiezan a moverse y unas comienzan a caerse sin sentido alguno. Me desperté muy asustada y a llorar porque no entendía lo que estaba pasando, mis padres que estaban despierto, corrieron al cuarto y me buscaron para asegurarse que yo estaba bien. Una vez en el cuarto, mi padre me ve parada en la cama, con un charco de agua formado en el suelo y me pregunta si estaba bien, a lo que asentí con la cabeza, asustada y con lágrimas en los ojos. Me agarró, me colocó en el suelo y me dijo: "cálmate princesita, todo estará bien, te lo prometo, esto es sólo una aventura más de tu repertorio de aventuras, un misterio más que tenemos que resolver, ¿estás conmigo?". "Sí papi, claro que estoy contigo", respondí cuando me secaba las lágrimas.

Aquella agua que estaba en el suelo y que pisé con mis pies descalzos fue el comienzo de lo que sería la peor tortura que he sentido en toda mi vida, apenas coloqué mis pies sobre aquel charco, sentía como ellos se quemaban por el agua tan helada que traspasaba mi piel y que se sentía como mil cuchillos atravesando mis entrañas. Por eso, le pedí a mi papá que me diese unos zapatos o algo caliente, porque no lo soportaba, así que buscamos algo con lo que podía mantenerme seca y así subir a cubierta y buscar a mi mamá.

Una vez con mis botas puestas y mi chaleco puesto salimos corriendo a buscar a mamá a cubierta, pues debíamos de descubrir donde estaba, no nos quedaba mucho tiempo, el agua empezaba a traspasar cuanto pared había y cada pasillo, camarote y suite lujosa era arrasada por aquel monstro helado. Así como nosotros, mucha gente buscaba a sus conocidos, estaban de un lado a otro, sin saber qué hacer, desesperados, pues veinte minutos después de oír el golpe ya era un hecho, nos estábamos hundiendo y era inevitable. La orden era subirse a los botes costase lo que costase, esa era nuestra misión, eso era lo que se necesitaba para ser dueño de la expedición, para ganar. Al menos para ese momento, así fue como lo vi.

Llegamos a cubierta y vimos a mi mamá, que ya tenía puesto un chaleco salvavidas que le había ofrecido alguien y tenía uno más para mí y papá, le dijo que el bote N° 14 estaban subiendo los pasajeros y que nos podíamos ir allí. Mi papá me cargó en sus brazos y le respondió que corriera. Una vez allí, uno de los marineros que dirigía la situación nos dijo que "sólo mujeres y niños" a lo que mi papá no tardó ni dos segundos en decirle a mi madre que no importaba que se fuera, no sabía si habría otra oportunidad así y que se metiera en aquél, que él se iba cuando fuese su turno.

Mamá claramente se negó, pero papá le dio un beso y dijo que no eran momento de discusiones, que había que obedecer, que estuviese tranquila. Mi madre, con lágrimas en los ojos se montó en aquel bote, pero una vez ella dentro, comenzaron a bajarlo y yo no tuve oportunidad de montarme, ni decirle algo, ni nada, porque una vez completo ellos decidieron empezar a bajarlo para que nadie se montase.
Yo estaba muy asustada y triste, pero mi papá siempre tratando de mejorar las cosas, me agarró entre sus brazos y me comentó: "tranquila hija, esto es parte de la aventura, es más divertido si tu mamá no nos molesta, verás que ganaremos rapidito y la conseguiremos".

Media hora después entre gritos, todo parecía una batalla, un desastre. Aquellos juegos de detectives, exploradores y princesas se habían convertido más bien en un juego de guerra y sobrevivientes que seguía sin entender, pero no me importaba porque sabía que de la mano de mi papá todo estaría bien.
Más tarde llegó otro barco que comenzaron a llenar con personas y dijeron lo mismo "mujeres y niños primero" y así mi papá me besó en la mejilla, me abrazó fuerte y me dijo: "ya nos falta poco para completar la misión hija, pero por ahora necesito que nos separemos para sumar puntos y salir de esto más rápido. Tienes que ser fuerte, portarte bien y ser una buena niña, no te olvides de no cerrar los ojos aunque te sientas cansada. Mantente alerta y despierta". Me montó en el barco salvavidas y esa fue la última vez que me dijo algo y la última vez que lo vi. No supe más de él.

Me encontraba en una balsa muerta de fría, de sed, asustada, sola y rodeada de gente que no conocía. Hasta que unos minutos más tarde una de las mamás de los amiguitos que había hecho en el barco me reconoció, me acogió y me dio calor mientras estábamos allí, pues no tenía a más nadie y no sabía si volvería a ver a mis papás otra vez.

Pasaron las horas en aquella balsa, y veía como todos en esa balsa estaban igual que yo, llenos de miedo, tiritando de frío, quizás con hambre o sed y desorientados muy desorientados. Todos callados y resignados veíamos aquel espectáculo que se creaba frente a nuestros ojos: Gente cayendo del barco, gente en el agua ahogándose, gritos y llantos inconsolables, y el barco que se hundía y hundía cada vez más y más.
Callada observaba todo en cuanto ocurría, parecía una película en cámara lenta frente a mis ojos, con una trama de horror y parecía que jamás tenía fin.
En horas de la madrugada, vimos como el Titanic se le terminó de apagar las luces, se partió en dos y terminó de hundirse. Hundiéndose con el parte de mis anhelos, sueños e incluso parte de mi propia vida. ¿Qué cierre los ojos? Ni un minuto, es una promesa que le hice a mi papá, de mantenerme alerta, observé todo de principio a fin ¿Doloroso? Quizás haya tenido miedo al principio de estar sin mis padres, pero mi papá me había asegurado que era una aventura de las de siempre y que no tendría por qué preocuparme. Debía hacerle caso.

Estuvimos naufragando en aquella balsa por 3 días, pero fueron semanas, meses, o incluso años allí sin saber de nadie y con tanta hambre y frío. Finalmente nos rescató otro barco, no tan grande como el Titanic, llamado Carpathia, donde horas de búsqueda después conseguí a mamá, estábamos felices de que estábamos a salvo. En aquel barco llegamos finalmente a Nueva York, terminamos de recuperarnos de toda aquella travesía y decidimos tiempo después regresarnos a Reino Unido, a casa de mi abuela, pues ya no tenía sentido comenzar una nueva aventura en Canadá sin mi papá.

En Reino Unido volvimos poco a poco a nuestras vidas, mamá a los años se volvió a casar y yo aparte de las pesadillas, trato de seguir una vida normal. Con el tiempo fui entendí que aquello que viví no fue una aventura, ni expedición ni una misión, sino una tragedia terrible y no les mentiré que en muchos momentos no fue duro, pero si quieren un secreto, sostengo que gracias a mi papá es que hoy en día sigo aquí y soy lo que soy, porque si él no me hubiese animado a pensar que todo aquello era una aventura más, creo que jamás hubiese salido adelante y quien sabe quizás no hubiese llegado a contar esta historia.

Quizás después del naufragio he querido huirle a aquello para no recordar más, pero ver esa carta me recuerda que esa historia es parte de mí y de lo que soy, me ha hecho la persona que me he convertido y no puedo olvidarme de ella porque es importante, es valioso, al igual que la carta que forma parte de este relato y misterio para el mundo.


Por Ana Cristina Altuve Casanova
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