“I would say it is the place where the sadness nets.” Francisco Suniaga
En la otredad es donde realmente nos encontramos, cuando descubrimos que aquel que representamos oculta nuestros deseos, nuestras angustias, nuestras verdades. En la otredad habita nuestro verdadero yo.
Quizás por eso nos resulte fascinante vivir otras vidas, vidas que leemos en libros o vemos en las películas, en otras realidades, estar en esa constante búsqueda que nos defina para saber quiénes somos, dejarnos llevar por ese lado oscuro que, olvidamos, también nos pertenece.
La otra isla, de Francisco Suniaga, uno de los best seller nacionales con más de 9 ediciones, traducida al alemán, y próximamente al francés, nos cuenta la historia de José Alberto Benítez, un abogado aficionado a la lectura al que le encomiendan la investigación de la muerte de Wolfang Kreutzer, un joven alemán que, por influencia de su esposa, decide mudarse a la isla de Margarita para echar raíces en un lugar más cálido, pero que en el tránsito de su estancia por tierras caribeñas muere ahogado de forma misteriosa, dando pie a la sospecha de un homicidio pasional, y comenzando la búsqueda de una verdad que se resiste a salir a flote.

El cantar de los gallos es un canto de sirenas en tierra firme. Desligado del mundo, de su esposa y de su negocio, Wolfang Kreutzer descubre una nueva pasión, y decide entregar su vida a los gallos, entrenarlos, convivir con ellos; es seducido por el canto y el submundo que envuelve a este oficio y a sus famosas peleas, capaces de mover dinero, gente y fracturar las pasiones de todo aquel que se deje llevar por lo primitivo y violento de esta actividad. Wolfang se afana en aprender los secretos que esconde el arte de preparar a un animal para la vida o para la muerte, ese azar que habita en las peleas, sin saber que, posiblemente, era él quien se entrenaba para sobrevivir.
“A Wolfang lo mataron los gallos”, repite su esposa Renata a medida que es interpelada por el abogado Benítez. En estas palabras el abogado descubre la clave de su investigación para hallar las respuestas a tantos silencios que rondan su muerte.
El sueño como forma de exilio. A medida que comienza su trabajo detectivesco, y atrapado en problemas económicos, de pareja y asuntos laborales, José Alberto Benítez sueña una noche con un texto en inglés que nunca en su vida ha escuchado o leído:
“I would say it is the place where the sadness nets. Where smiles are unknown as if the people had wooden face. And if you like, you can see that sadness any time you want. The wind that blows there moves it around but never takes it away. It is as if it were born there. And you can almost taste it and feel it, because sadness is always over you, against you, and because it is as heavy as a large plaster weighing on the living flesh of your heart”.
Un texto que lo obliga a empezar una búsqueda, paralela a la de la muerte de Kreutzer, junto con su amigo y psiquiatra Pedro Boada. Durante esa búsqueda, se establece una reflexión sobre la armas que tiene el hombre para enfrentar su mundo a través de los sueños, y como ellos son una válvula de escape para poder hacer más llevadera la vida. El sueño del texto se convierte para ambos en una empresa tan importante como la necesidad de encontrar respuestas en el caso en el que trabaja Benítez. El sueño como una forma de exilio del mundo real, que casi todo el tiempo queremos dejar de habitar para estar en uno mejor.

La otredad en la isla es una forma de contarse. Toda cara tiene su reverso, y en esta novela vemos con gran eficacia lo que existe detrás del espejo de una tierra acostumbrada a lo alegre, llena de turistas y vida caribeña; vemos “otra realidad, la isla donde la violencia era una savia que alimentaba lo cotidiano y se movía oculta bajo la aparente docilidad de la naturaleza y bondad de la gente”. Una isla donde la muerte era un espectáculo en el que todos sonreían y observaban de manera descarnada como el delgado hilo de la vida, que se mantiene siempre invisible, era roto por la tradición y la barbarie con que el hombre está acostumbrado a vivir. Los gallos eran una forma de contarse, de decir quiénes eran en realidad.
Mostrando una narración siempre viva, y que mantiene en vilo al lector, rozando lo policiaco y dejando en claro que una novela es un laberinto de múltiples salidas, La otra isla es un libro que vale la pena leer y recordar como una de las grandes reflexiones en la literatura que muestra nuestra condición humana.
Por Alberto Sáez. Fotografía: Manuel Sarda.
Lo digital es cultura. Todos tenemos un sello que mostrar.
@SelloCultural