“La capital gastronómica de Latinoamérica”, “La ciudad de los Reyes”, “El mejor regalo de los 30”, “La capital del pisco”, confieso que escoger el título de este texto particularmente me costó, porque Perú me regaló un millón de buenos momentos, sin embargo quiero resumir este mágico viaje.
La decisión fue fácil, había llegado al tercer piso y los 30 se tenían que celebrar por todo lo alto. Es allí cuando decido comprar un boleto a Lima y cumplir uno de mis sueños: Conocer Huacachina (el único oasis en el desierto de América).
Llegué a Lima y confieso que el recorrido desde el aeropuerto hasta Miraflores fue un total matiz, desde lo más gris hasta lo más verde. Finalmente me hospedé en la habitación de Airbnb que había reservado (100% recomendado por cierto). Me dispuse de inmediato a recorrer la ciudad y a comer ¿para qué negarlo? quién no va a Perú a comer, sencillamente no fue.
Miraflores, particularmente me pareció hermosa con sus azules y verdes que la adornan en cada atardecer. Barrancos me encantó, logró atraparme en un instante. Su puente de los suspiros, los miradores en cada rincón hacia el mar, variedad de bares y restaurantes fueron sencillamente acogedores y mágicos.
Pero el día llegó, y estaba ansiosa porque era el momento de cumplir un sueño, sí La Huacachina, confieso haber visto 1.000 fotos de este lugar y suspiraba con conocerlo. Al llegar a Ica, la ciudad donde está ubicado, primero el tour hizo una parada en Islas Ballestas (particularmente bella), y después partimos al desierto, fue un viaje único donde en un solo día pasas del mar al desierto; no pudo haber mejor regalo que este. Huacachina, estaba allí ante mis ojos, mostrándome su oasis en el desierto, tal cual como lo había soñado y dibujado en mi mente. Escribo y recuerdo mi emoción de aquel momento.
Lo viví como nunca, subí a los tubulares en el desierto, hice sanboarding, me tomé miles de fotos, fue toda una experiencia, y una de las mejores que he vivido.
El resto de los días, me ocupé de seguir conociendo Lima, como sus ruinas dentro de la ciudad: Huaca Pucllana, así como de su exquisita gastronomía. Además, me aventuré a otro mini viaje sin mucha fe donde descubrí una pasión que no llegué a imaginar jamás: El rafting, (1000% recomendado), el Río Cañete en Lunahuaná me presentó una experiencia
extrema de otro nivel que me prometí volver a hacer una y otra vez.
Perú, está lleno de historia, de magia, de cultura y conocerlo tiene que ser tarea en tu check list.
Por Katherine Lemus
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