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Una Sinfonía Desordenada para volver a hablar de nosotros


El cantante y compositor Horacio Blanco estará junto a la Orquesta Gran Mariscal de Ayacucho, dirigida por la maestra Elisa Vegas, en un concierto que fusiona el ska con la música académica para reflexionar sobre el país y los reencuentros. El evento será en la Sala Ríos Reyna del Teatro Teresa Carreño el próximo 28 de mayo.

Por María Angelina Castillo
Twitter: @macborgo



Horacio Blanco quería llamarlo Concierto para desorden y orquesta en tres movimientos. El suyo era un concepto fusión que debía hablar del país, de eso en lo que nos hemos convertido, con nuestras nostalgias y carencias, con las alegrías que nos fortalecen al final del día. Lo suyo era llevar a otro nivel artístico el proyecto inicial que elaboró durante los dos primeros años de pandemia junto a la directora Elisa Vegas y su Orquesta Sinfónica Gran Mariscal de Ayacucho. Y lo consiguió. Pero terminó llamándose Sinfonía Desordenada. “No muchos se imaginaban un matrimonio así, y menos que fuese feliz”, sentenció el cantante y guitarrista, líder de la banda venezolana Desorden Público.



Con esta imagen arrancó el ensayo para medios de comunicación que ofrecieron los artistas en la Torre Polar, ubicada en la Plaza Venezuela de Caracas, hace algunos días. La jornada pretendía ser un bocado de lo que presentarán al público el sábado 28 de mayo en la Sala Ríos Reyna del Teatro Teresa Carreño: un concierto con una única función, a las 7:00 p.m., que reunirá a 80 músicos en escena, incluidos los miembros de Desorden Público. Sus protagonistas prometen un repertorio de más de dos horas en distintos formatos, distintos colores: orquesta sola, instrumentos de viento, solos de instrumentos de cuerdas y otros voz. Las entradas se pueden adquirir a través de ticketplace.com, a partir de USD 35.

Los orígenes del proyecto se remontan a 2018, cuando Horacio Blanco estaba en México deseando estar en Venezuela, y a una llamada hecha a Elisa Vegas para estructurar un concierto de Desorden instrumentado en el que el ska y la música académica elaboraran una narrativa sobre lo que nos ha tocado vivir como sociedad.

“No era hablar del momento más crítico, porque nunca hemos salido de la crisis. Sino presentar un primer movimiento punzo-cortante. Luego un segundo movimiento sobre el aquí y el ahora, en este país que vive múltiples fenómenos, muchos difíciles de explicar, la partida de cerca de 7 millones de personas, las nociones y conceptos que se han ido para abrir paso a lo que decidamos que debemos ser. Y finalmente un tercer movimiento que nos coloca en una visión hacia el futuro, una visión optimista. No quedarnos solo en la rabia y la nostalgia porque creemos en la potencialidad creativa de echar pa’lante, independientemente de que muchos líderes incumplan sus roles y promesas. Gente que no aspira a que le monten un busto en una plaza. ¡Para qué! Desde nuestros espacios de influencia podemos generar cambios”, explicó Horacio Blanco, guitarra en mano, luego de interpretar “La danza de los esqueletos” y antes de que iniciaran los acordes de “Simón Guacamayo”, con ese tumbao acentuado por los metales y cuerdas de la orquesta.

Pasaron dos años para que ese primer contacto telefónico se hiciera materia. En 2020 los músicos de esta Sinfonía Desordenada grabaron desde sus hogares, y con sus celulares, la parte que les correspondía. Crack Estudio y Clas Producciones se encargaron de convertirlo en un disco, en videos musicales y ahora, finalmente, en un concierto. “Vamos a echarle pichón, ¿sí va?”, recuerda Horacio Blanco que le propuso a Elisa Vegas. “Y para mi mayor alegría dijo: ‘Claro que sí. Vamos a montarnos’”, añadió. Este proyecto que comenzó en casa fue reseñado por National Geographic como una muestra de resiliencia –un endulzar el confinamiento– en medio del caos que representaron los primeros meses de la pandemia por Covid-19.

Durante el ensayo de prensa, aquella mañana, a las dos primeras canciones siguió la interpretación de “Los que se quedan, los que se van”, como arropada por una nostalgia dulce, dolorosa y al mismo tiempo llena de brillo. “Insistir en el arte genera espacios de encuentro y ahí debería haber convivencia y, por qué no, lugar para repensarnos, reimaginar lo que somos y dónde estamos”, recitó Horacio Blanco con esa voz grave que no lo suelta. Siguió “Tiembla”. No podía ser de otra manera. Había que terminar con algún bochinche.

Los arreglos orquestales de Sinfonía Desordenada son de Aarón Cabrera, Martín Figueroa y Ludwing Manzo, integrantes de la Gran Mariscal de Ayacucho. En la producción de sonido está Diego Brett y por Desorden Público actuarán, además de Blanco, Harold Quevedo (guitarra), Víctor Morles (piano), Miguel Ángel Tovar (saxofón).

Una orquesta irreverente

“Hay que bailarse la cuarentena”, comenzó su participación Elisa Vegas, desde el podio, batuta en mano, con esa frescura que atraviesa toda formalidad académica. “Hay que buscar lo mejor de esto”, añadió antes de recordar que la suya, la Gran Mariscal de Ayacucho, fue la única orquesta que se atrevió a grabar un disco en confinamiento, este disco desordenado.



“Somos una orquesta diferente. Nos encanta estar cerca del público. Hacemos música para nuestra gente en el espacio que sea. Y Sinfonía desordenada lleva un mensaje poderoso: a veces uno tiene un sueño y quiere que se cumpla ya, en el momento; pero por razones se va dilatando o toma otros pasos, entonces concluimos: los sueños hay que perseguirlos y seguir el curso que llevan porque, eventualmente, con trabajo y pasión, llegan”, reflexiona la maestra.

Entre los planes del equipo creativo y de producción está llevar este espectáculo a otros estados del país, otros lugares del mundo, involucrar a músicos de otras orquestas. “Es irnos dando un abrazo. Encontrarnos con la Sinfónica de Carabobo o con la Filarmónica de Anzoátegui. La labor cultural está un poco deprimida; vamos a unirnos y visibilizar lo que está pasando”, señala Elisa Vegas, a lo que Horacio Blanco agrega: “El arte es un encuentro de reflexión y eso también puedes hacerlo bailando”.

Producir cultura en Venezuela

Claudia Salazar encabeza Clas Producciones, la empresa responsable de este desorden sinfónico, que además ha estado detrás de musicales como La novicia rebelde, Godspell y Los miserables, y que en junio presentará una versión de Hamlet. “Vamos a apostar por lo nuestro, impulsar todos los proyectos que nazcan”, afirma sin titubeo.

Producir conciertos en este formato en este momento país, en este momento pandémico… ¿cómo se logra?

Lo más importante es el entusiasmo de quienes hacemos espectáculos, que somos los primeros cómplices de que esto se logre. Los espacios están esperándonos, no solo a los eventos sino también al público. Es confianza, es volver a hablar de nosotros, de lo que hacemos y reconquistar esos lugares. La sala Ríos Reyna del Teatro Teresa Carreño está nuevecita, tiene un aire nuevo, todo limpio; vamos a hacerle honor a esa sala. Y creo que lo primero es eso: creer en lo que hacemos y echar pa’ lante. Siempre la parte económica es súper difícil, pero en el camino todo se soluciona cuando la energía está. Parece un poco místico, pero es así. Todos los proyectos que se han materializado han sido por eso: un grupo de gente que cree, sin mucho más, en el capital humano, que es lo más importante que necesitas en cualquier proyecto. Creo que eso es esencial.

Y también generar alianzas. Se habla siempre del que se ha ido, ¿pero aún hay mucha gente dispuesta a trabajar desde Venezuela?

¡Claro! Y empresas. Yo tengo una gran alianza con Elisa Vegas desde hace once años, cuando hicimos La novicia rebelde. Nos enamoramos como profesionales. Es una energía que se contagia y finalmente vas sumando no solo a los creativos, sino que después vienen los empresarios y dicen: yo también quiero estar ahí. Porque siempre queremos ser parte de las buenas noticias.


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