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Caracas, mi jeva drogadicta


Caracas es como una jeva drogadicta, sabes que es burda de peligrosa pero la quieres que jode.

Por Ricardo Enrique Ortiz
Twitter / Instagram: @ElRickOrtiz


Debo reconocer que llegué tarde a la fiesta de su fundación, pero si hubiese llegado temprano no me sentiría caraqueño. Estar fuera de la “Sin City” venezolana por un buen tiempo me hizo entender que la puntualidad es una mera obligación protocolar cuando se va a reuniones, pero visitar a esa selva de cemento siempre tiene que ser de la manera más informal posible.

Bajar del avión, con una ansiedad que me carcome por volver a lo que en su momento fue mi urbe, me hizo recordar, en un solo paso, su caos de “ciudad cosmopolita”. Tropezones, empujones, un saludo sin respuesta, fueron aquellas actitudes que me hicieron sentir como en casa. Un lenguaje intrínseco que cada citadino entiende fácilmente.

Puedo decir que no ha pasado el tiempo para ella. No ha cambiado en nada. Se mantiene intacta esa contradicción entre un lugar con hermosos paisajes y tristes imágenes que son difíciles de digerir. Apacible como el Ávila y desordenada como sus edificios sigue siendo una ciudad con dos caras, con dos caminos y no precisamente por su estación de metro.



Por estas calles…

De “Conde a Principal”1 o de “Petare rumbo a La Pastora”2, te das cuenta que Caracas es como aquella mujer que su marido le golpea y luego se maquilla para que no se noten sus moretones. Escondiendo su conciencia con la paciencia para sobrevivir su lucha interna.


Caminas en ella. Te sientes observado por alguien que ya no está entre nosotros. Aún se mantiene esa mirada decadente que te lleva a una manchada realidad. Su omnipresencia, guste o no, ya es parte de la cotidianidad existente de una ciudad que te muerdey a la vez te besa, careciendo de una disposición que la haga comprensible.

No queda nada de aquella ciudad envidiada por el resto de ciudades de América Latina. Sus obras urbanísticas, su M etro referente, su admirada autopista son víctimas de un desgaste social producido por varios caprichos estatales y que lastimosamente no han llegado a nada. Es como la Pompeya de Suramérica pero sin ser destruida por la lava y el fuego.


Entre banderas y basura, Caracas todavía sigue transformándose de aquella ciudad que fue. Para bien o para mal, esta “sucursal del cielo”(o a veces del infierno) tendrá un destino al igual al de las ciudades que no pueden ser amadas sino por quienes sean capaces de padecerla5. Una ciudad con temor a irse. Una ciudad tragicómica a 900 metros sobre el nivel del mar.

Lo que era un valle de balas6, tráfico y penurias, ahora es una ciudad incoherente a la que cuesta mucho descifrar. Ahora el monte y las culebrasestán allí como reclamo de su espacio perdido, aunque su gente las siga intentando evitar.


“Pero tenemos bodegones weon”

Si la ciudad es un producto de la imaginación, entonces a más de un ciudadano le hace falta creatividad para materializarlo. Los caraqueños de la vieja guardia, que se encargaban de hacer posible que la ciudad fuese ciudad, ya no están y los que están tienen un carácter imposible de definir. Su lenguaje no es tan chaborro8 ni entendible como el de antes.

Aunque haya mucha más gente, más gente, más gente9 no hay tantos caraqueños que a su vez sean “caraquistas10. La migración urbana (y forzada) a la capital ha hecho que estos se vayan ocultando. Son pocos los pasionales que transitan con una gorra o camiseta de cualquier equipo representativo de la ciudad, haciendo alusión a un cariño citadino, mientras el resto buscan un sentido de pertenencia independientemente de su acento.


Algunos viven de la ilusión de que todo se está arreglando, otros viven con la angustia de que los servicios básicos no se les vayan. Hay gente que llora y hay gente que vende pañuelos. Los que sobreviven son los que saben venderlos cuando los nostálgicos necesitan secar sus mejillas para seguir adelante, mientras esbozan sus cien mil mentadas de madre11.

Independientemente de sus diversas situaciones, se mantienen allí hablando en sueños12, en ilusiones, esperando que se les haga realidad su deseo. Se reinventan cada día para poder lograrlo. Siguen ingeniando “cualquier vaina” para subsistir, independientemente de su clase social. Si Kafka logró que Gregorio Samsa se convirtiera en insecto13, cualquier escritor caraqueño debería convertir a estos ciudadanos en guacamayas14.



A pesar de todo, Caracas, te sigo queriendo, jevita aunque seas dañina…




[1] “De Conde a Principal” es una canción compuesta por el maestro Aldemaro Romero que hace alusión a las esquinas caraqueñas.

[2] Extracto de la canción “Cerro El Ávila” del músico Ilan Chester.

[3] Caracas muerde, de Hector Torres es un libro lanzado en el 2012 con 30 crónicas literarias cortas que se convierten en asombrosos relatos sobre la psicología de la violencia en la ciudad capital.

[4] Caracas también es conocida como Cuna del Libertador, la Ciudad de los Techos Rojos, la Sucursal del Cielo o la Sultana del Ávila

[5] Caracas era una de las ciudades favoritas de Gabriel García Márquez y en julio de 1991 contó en la revista Diners cómo «hay que padecerla para poder amarla». Disponible en https://revistadiners.com.co/cultura/archivo/14594_memoria-feliz-de-caracas/

[6] “Valle de balas” es una canción compuesta por la banda Desorden Público en su disco Plomo revienta, lanzado en 1997.

[7] “Caracas es Caracas y lo demás es monte y culebra” es una expresión que expresa el orgullo regional de los residentes de Caracas y resume el modelo urbano y de consumo impuesto a partir del auge del petróleo. Importaba estar en la ciudad, todo lo demás —el campo— era monte y culebra.

[8] Se usa para referirse a algo o alguien vulgar, ordinario o poco refinado.

[9] “Peces del Guaire” es una canción compuesta por la banda Desorden Público en su disco En descomposición, lanzado en 1990.

[10] Forma de expresar un amor por Caracas al pertenecer al equipo de beisbol Leones del Caracas. Se dice que siempre verás a un real caraqueño con su uniforme en cualquier lugar, sea o no temporada de juegos de pelota.

[11] Insulto que se le dirige a una persona cruel, malvada o despiadada o simplemente cuando se está muy enojado o “arrecho”.

[12] “¿Verdad que los caraqueños parece que hablan en sueño?” es un poema escrito por Aquiles Nazoa.

[13] La metamorfosis (Die Verwandlung, en su título original en alemán) es una novela corta escrita por Franz Kafka en 1915.

[14] Los guacamayos son aves del orden Psittaciformes y de la familia Psittacidae, muy llamativas por el colorido de su plumaje. Para el caraqueño, estas aves son sus mascotas colectivas y un símbolo de la ciudad.
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