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Cusica nos quitó el agua, pero trajo a Natalia Lafourcade


A mí al principio me daba ladilla escuchar esa música. Es muy lenta, yo estaba acostumbrado a perrear. Poco a poco le fui como prestando atención a las letras y, coño, alta liricista que es la caraja. Ahí me empezó a enganchar.


Foto cortesía del perfil de Instagram
de Cusica Venezuela

Por Lizandro Samuel
Twitter: @LizandroSamuel

Coño, pero qué chigüieres que no me dejaron pasar el agua. Como si la entrada estuviera muy barata. Sí, tienes razón, es un beta. ¿En serio, en otros conciertos sí te han dejado pasar agua? ¿Y por qué aquí no, entonces? Claro vale, es un chigüireo: mira cómo están haciendo que boten el agua las personas que van entrando. ¿Eso de quién es culpa? ¿De Cusica, dices tú?

—Yo hablé con el personal de seguridad de Hiprotection, que es la empresa que me imagino que contrata Cusica, y me dijeron que son órdenes de sus jefes: o sea, de los productores del evento. La verdad, eso sí, los vigilantes de la puerta son bastante educados.

Mi abuela era bruja. Creía en esas vainas. Leía cartas, caracoles, borra del café, hacía limpiezas… betas como esos. ¿Tú estás claro de lo que te estoy diciendo? Okey. Ella siempre decía que el agua no se le niega a nadie, que quien niega agua será castigado. No te rías, mano, es verdad. Dime tú una vaina, yo hice el esfuerzo, EL ESFUERZO, para pagar esta entrada; mano, uno vive en Caracas, tú sabes, resolviendo. Aquí casi nadie gana más de 200$, ¿tas claro? Y vienen estos mamawevos y me dicen que no puedo traer mi agua. No joda. Yo entiendo lo de la comida, lo de la cerveza, porque, coño, hay que ser muy boleta para meter una pizza o unas birras. Bueno, yo conozco unos locos que no le paran bolas a nada. Una vez entraron al cine con un pollo asado y una botella de ron. ¡Te lo juro, mano!

Ajá, ya va, ¿cómo es que te llamas tú? ¿Lizandro? Okey, ¿y qué es lo que quieres? Pero no te entiendo, ¿tú eres periodista? ¿No? ¿Entonces? O sea, ¿no es una noticia lo que estás haciendo, ni un reportaje? ¿Qué es una crónica? (…) Bueno, mira, está bien, yo te voy a ayudar para tu artículo, tu vaina. Tú preguntas y listo. Sí, claro que puedes poner mi nombre. Total, yo me llamo
Luis: ¿cuánto Luis no hay en Venezuela? …

Con el concierto de Cuarteto de Nos, que también organizó Cusica y también fue aquí en la Concha Acústica de Bello Monte, me pasó lo mismo. La página de Ticketplate, donde se compran las entradas, decía que las puertas las abrían a las cuatro y que el concierto empezaría a las siete. Pero después Cusica anunció que lo habían movido una hora. Hoy sucede igual. Por supuesto, me entero cuando llegamos a la cola.

Lo que me llama la atención es que, pese a haber llegado pasadas las tres, apenas hay gente. He ido a conciertos aquí, como el de Cuarteto, que cuando faltaba poco para que abrieran las puertas ya la fila era bastante larga. Mi novia y yo hablamos sobre que sería chimbo para una artista del tamaño de Natalia Lafourcade, acostumbrada a tener llenazos por todo el mundo, ver
unas gradas que no estén repletas. Se nota que les ha costado vender las entradas: una chica del staff camina por la fila diciéndole a las personas que pueden comprarlas en un puestico que está más adelante habilitado para la ocasión.



Yo creo que también influye que sea un martes, ¿sabes? Y la hora. Porque la gente que puede pagarse un concierto de este tipo en este país, que porcentualmente no creo que sea mucha, pues, trabaja, ¿me entiendes? Y bueno, la hora, el día… es lo que creo.

Sí, claro que te puedo ayudar. ¿Vas a citar mi nombre? Jajajajajajá. O sea, depende de lo que estés buscando. ¿Quieres que sea políticamente correcta o que sea honesta? Entonces mejor ponme un seudónimo. Algo bonito, como María la Curandera. Jajajajajajá. No, ya sé, ¡Pajarito Colibrí! Si me prometes que me vas a llamar Pajarito Colibrí te cuento lo que quieras. Okey, Pajarita Colibrí, para que la gente entienda que soy mujer.

Empecé a escuchar a Natalia Lafourcade desde carajita. Me acuerdo de que veía en MTV el videoclip de En el 2000. Amaba esa canción. Gracias a eso conocí, o sea, supe quién es Gael García Bernal y me vi Amores perros y Y a tu mamá también. Las amé. Quedé súper impresionada, nunca había visto esa clase de violencia cotidiana, me encantaron. En algún punto de mi vida, luego, quise estudiar cine. Ajá, pero el punto es que ese primer hit de Natalia fue muy importante para mí. Desde entonces he crecido con su música.
¿Que qué me parece el álbum Hasta la raíz? Ese vaina me volvió mierda. Directo al corazón. Y nunca, hasta hoy (espero, porque en verdad no sé cuál es el repertorio, solo que ya Cusica puso que iba a estar también Soledad Bravo), las he cantado en vivo.



Mano, te voy a ser honesto, a mí lo que me gustaba era el reguetón. ¿Tas claro? Don Omar, Daddy Yankee, Wisin y Yandel. En el barrio también se escuchaba candela la salsa cabilla, salsa erótica, pues, pero a mí lo que me gustaba era la Gasolina. Lo que pasó es que me enamoré. Empepado, empepado, mal. Mal, chamo, que yo me imaginé casado y con hijos. Esa chama oía otras cosas. Era una fresita de… no una fresita del este, ¿tas claro?, una que se arreglaba así como coquetica, pero vivía por ahí cerca de La Vega. Por ella empecé a escuchar a Natalia Lafourcade.

Uno nunca sabe lo que le va a quedar de la persona con la que uno está. Y yo creo que eso es lo fino, lo mágico, pues. Mano, yo estuve con una novia que lo que me dejó fue herpes. Por lo menos con esta me quedó Natalia Lafourcade. No, jajajajajajajá, la del herpes vino después de la fresita que te estoy contando. Jajajajajajá.

A mí al principio me daba ladilla escuchar esa música. Es muy lenta, yo estaba
acostumbrado a perrear. Poco a poco le fui como prestando atención a las letras y, coño, alta liricista que es la caraja. Ahí me empezó a enganchar. Mi novia la ponía a cada rato. Le fui agarrando el gusto a los sonidos. Así, pues.
¿Por qué viene solo? No sé. Porque han pasado años y todavía no he superado a la carajita esa. No podría escuchar a Natalia Lafourcade con nadie más.



O sea, una está clara en que una viene a un concierto a gastar. Porque parte del negocio está en los comestibles que se venden. Yo de hecho no me traje nada de nada. El teléfono, el paraguas y ya. Afuera compré un poncho, por la llovizna. Igual siempre hay alguien que logra meter cosas como caleteadas. Por ahí vi a un chamo comiéndose un pan, por ejemplo.

Una está clara en que aquí todo te va a salir más caro que en cualquier otra parte. Pero fíjate que por lo menos las cervezas igual se venden bastante. Sí es como rata lo de que no dejen pasar agua… No solo eso, es poco práctico y peligroso. Hay un solo puesto vendiendo agua, gatorade y refresco. La cola ahorita la vi larguísima. No sé los precios.

—Un dólar y medio el agua pequeña, la de 250 mililitros.

Un dólar y medio. Verga, sí está cara. Yo, por ejemplo, sufro un pelo de la tensión. Y lo que pensé es que, nada, imagínate que esté allá arriba, en lo más alto de las gradas del concierto, y me dé un yeyo. No tengo agua encima porque, como dices, no la dejaron pasar. Y para comprar tengo que bajar hasta la entrada, la cola… horrible, sí.

—En las gradas hay señores vendiendo agua, cerveza, refresco.

Sí, pero no tienen punto. Entonces, si no tienes efectivo, o no tienes suficiente dinero… chimbo. Berro, no lo había pensado. En verdad, yo he ido a festivales afuera y hay algunos que tienen hasta puntos de hidratación gratuitos. Aquí todo es más heavy por lo que ya sabemos, las estadísticas de pobreza, la escasez, la falta de poder adquisitivo, etcétera.

A mí lo que me parece mal de Cusica es que castiga a su público objetivo, el que compra más rápido, el que paga las entradas al precio que es. No sé si supiste que para el Cusica Fest de 2022 al final regalaron entradas. Yo me vi beneficiada: una amiga me dio una, pero fue chimbo por quienes la habían pagado desde el principio. Aquí pasó algo parecido, según tengo entendido:
hubo muchas promociones, descuentos… al final se vieron como desesperados por vender y termina siendo como una burla a los que pagaron las entradas más caras.



¡Mano, yo ahorré burda para comprar mi entrada y me da arrechera! No pagué el vip porque esa vaina es muy cara. Y yo trabajo es en un puesto de hamburguesa, cocinando. Ah, eso no te lo he dicho. Mi ex, la fresita, me impulsó hasta a aprender a cocinar. Comida rápida, por lo menos. Yo trabajaba con mi tío en un carrito de perrocalientes, ayudándolo. Y ella me insistía
conque iba a tener más chance de chambear bien si me ponía a estudiar algo de eso; a hacer cursos, pues. Hice uno de hamburguesas, freidoras y ese tipo de comidas. Ella me ayudó a pagarlo. Mano, y cuando llegó la pandemia, ¿tas claro?, que vino una… jajajaja… tú sabes de lo que te estoy hablando… Bueno, nada, que cuando empezaron a flexibilizar la cuarentena abrieron como diez mil puestos de hamburguesa en Caracas; ahí, mano, empecé a cotizarme.

Tú te sacas la barbita, te haces un buen degradado, te pones unos guantes negros y listo: estás chickilucky para la chamba. Le das como presencia al local. Además, había un poco de gente loca, weón: abrían puestos de comida rápida en todos lados. De bolas, hoy casi todos quebraron, pero a mí me siguen contratando. Y fino.

Entonces, coño, ahorré para mi vaina. Me gasté unos riales en la entrada. Y ayer vi una promoción de HolyChicken. ¿Tú la viste? Aaaaaaah, un wevo, marico. Los bichos están ofreciendo media ración de tenders de pollo, con papita y refresco, más la entrada para el concierto, en 30$.
Qué becerros, vale.

—¿La de Mr Chawi no la viste?

¿Qué es esa vaina?

—Es básicamente lo mismo, pero con chawarma: un chawarma, una ración de papas fritas, un refresco, más la entrada, por 30$.

¡Coño de su madre! Yo que pagué como 60$ por esa vaina: última vez que me pongo a parir para comprar una mierda de entrada. ¿Dónde está mi comida? ¿Y de paso no puedo meter ni agua? Mano, ¿tú has escuchado la canción esa de Natalia que dice “Tú sí sabes quererme”.

—Sí.

Bueno, Cusica no sabe querernos.



La edad del público es variada. Hay desde adolescentes hasta personas de la tercera edad. Detrás de mí, en la fila, había un hombre joven y canoso, con una mujer más o menos de su misma edad. Mi madre los hubiese llamado “adultos contemporáneos”. El tipo me dijo que había, me imagino que según el Ina-meh, 14% de probabilidades de lluvia. Yo ahora pienso en Friends, cuando Ross embaraza a Racheal pese a usar condón: se entera de que los preservativos son “solo” 95% seguros.

El palo de agua que cae es descomunal.

Durante las primeras gotas, estamos aún en la fila. Ya adentro, sentados, mi novia y yo nos abrazamos, nos cubrimos con mi chaqueta impermeable y nos metemos debajo de nuestro paraguas. En breve, nos tenemos que parar: el agua cae en cascada por las gradas. La escena pudiera parecer romántica si no fuera desagradable: tengo agua en partes del cuerpo que uno nunca quiere sentir húmedas. El escenario se moja, el staff tapa los instrumentos y cubre la
consola de sonido.

Solo cuando pasa el chaparrón, la Concha Acústica empieza a lucir cada vez más llena. Pareciera que sí va a haber suficiente público.



Claro que tengo canciones de Natalia con las que me he enamorado y despechado. Yo soy una Pajarita colibrí que ha tropezado bastante, Lizandro, jajajajajá. Sin embargo, muchas de mis canciones están relacionadas con mi padre. Él es melómano a morir, escucha mucha música anglo. Yo, aunque tengo mis artistas que cantan en inglés y me encantan, siempre he preferido el español. Me gusta mi idioma, mi país. No sé, no quiero parecer patriota, solo que sí me gustan las cosas que me representan.

Una de las pocas artistas con las que conectamos de verdad mi papá y yo fue con Natalia Lafourcade. Además, en casa siempre había música de Soledad Bravo. Más por mi mamá, pero ambos la cantaban. ¿En la tuya igual? Qué fino. O sea, este es también un concierto muy especial para mí por eso. La música me hará recordarlos.



Estamos en la segunda grada detrás del vip, que está delimitado por esas barreras de metal típicas de estos eventos. Justo antes de empezar, algunas personas empiezan a pararse o sentarse pegadas a esa barrera. La gente de mi alrededor los manda a irse con abucheos y gritos. No obstante, hay unos negados que, aunque no se quedan de pie, se acomodan de piernas cruzadas sobre el suelo. Hay indignación alrededor.

—¡Yo llegué temprano! ¡Yo me mojé!

Sobre todo, hay un hombre de la tercera edad, una mujer ídem y con bastón, una señora con su hija y otra mujer de cabello encanecido que expresan sus quejas con vehemencia. Tanto, que miembros de seguridad intervienen. Cuando Natalia Lafourcade sale al escenario, con un vestido que es un mar negro infinito, sobre el que ella parece flotar como una ninfa del inframundo, todavía se oyen las discusiones.

El inicio del concierto es muy calmado, música suave de su nuevo álbum (después de siete años sin publicar música inédita); ergo, no es un concierto de rock en el que la gente se para a saltar: todos permanecemos sentados oyendo el canto de la deidad del mar negro. Todos salvo una chica del vip que se parará cada tanto a mover su cuerpo como una palmera hipnotizada por
la melodía serpenteante del viento.



A mí el último disco no me gustó tanto como Hasta la raíz. Tú piensa que ya la música de ella me parecía lenta; coño, ahora me costó un poco más. Pero no, esa chama es un palo, mano, puede cantar lo que le dé la gana y vamos vacilar. “María la Curandera” me recuerda a mi abuela. Y la del mar… ¿cómo se llama?

—¿”Canta la arena”?

¡Esa! Mano, qué vacilón. Ojalá…

—¿Ojalá qué?

Nada, que yo viví cositas con la fresita, ¿me entiendes? Vivimos e hicimos cosas con la música de Natalia Lafourcade, ¿sí me entiendes? Y esa canción de la espuma, el marinero… coño, yo creo que ella [su ex] hubiese vacilado burda esa canción en… en la intimidad, pues.



Mis papás se enfermaron, se pusieron viejos, una mezcla de todo. Se fueron. Viven en Europa. Te lo dije: soy una Pajarita Colibrí que ha pasado obstáculos. A mi papá le dio un infarto estando en Italia. Se salvó porque estaban allá. Por lo rápido que fue todo, y con el sistema de salud venezolano, aquí no hubiese sobrevivido. Por supuesto, después de eso ambos decidieron
quedarse. Toda mi familia –mi hermano, mis primos, mis tíos– están fuera del país. Todos me dicen todo el tiempo que me vaya con ellos. ¿Por qué sigo aquí? Para poder ir al concierto de Natalia Lafourcade, jajajajajajajajá.

No tengo idea, Lizandro. He trabajado en varias ONG. No te voy a decir los nombres; o bueno, te los puedo decir off the record, para no comprometerlas en tu crónica. Supongo que me gusta el trabajo que he hecho allí. Pero una pasa de sentir que está haciendo algo por el país a sentir que está desperdiciando su vida. Eso es ser venezolana y joven, creo. ¿De eso es de lo que tú querías que te hablara?

Mejor te cuento cosas lindas. De todas las flores lo amo con locura. Es un álbum precioso, ¿no te parece?



La primera parte del concierto, enmarcado por el vestido negro, acaba con un
performance con la canción Muerte, una de mis preferidas. Hay mucho de danza contemporánea en los movimientos de Natalia, quien, al final, se revuelca sobre el piso hasta liberarse del manto negro que hacía ver su ropa infinita. Una ninfa que salta de su nenúfar, hace una pelota con él y lo exhibe. Luego, se va al camerino. Los músicos siguen entreteniendo al público hasta que Natalia aparece con…

A ver, ¿ustedes se acuerdan de esa polémica que se armó en su día en Twitter por un vestido? Unos decían que era blanco, otros decían que era azul. Y varios más opinaban que la discusión era una pérdida de tiempo. El atuendo que Natalia exhibe ahora –y que provoca que mi novia exclame “¡qué bella!”– es muy parecido.

La parte de Soledad Bravo me agua los ojos. No tengo una respuesta racional. Supongo que por cierta nostalgia hacia la infancia: mi mamá cantaba sus canciones y sonaban todo el tiempo en la casa.

—Se sintió un temblor aquí –dice mi novia, con cara de haber visto un tren pasar demasiado cerca, cuando Soledad Bravo revienta la consistencia del aire con su voz.

El espectáculo de Natalia empieza con lo más lento y quizá desconocido, pasando por las propias raíces musicales del público, para cerrar con sus más populares hits. Estos últimos los canta con arreglos que vuelven bailables canciones como Lo que construimos. Eso sí, me da la sensación de que el público general siente más respeto y admiración profunda hacia ella que
devoción o furor. Salvo excepciones (como una chica que suelta alaridos y le grita que la ama), no hay un fandom tan contundente. En alguna ocasión Natalia le pide al público que cante y el coro de la multitud después de pronunciar un primer verso se diluye en el rumor de una mayoría que
no se sabe toda la canción.

Pasa incluso cuando enfocan a personas en el público que están embelesadas, pero que se pierden en lo que tratan de cantar.

La mejor palabra para definir el final del concierto es gozadera. Natalia tiene lo que los músicos llaman “tarima” y lo que los expertos de liderazgo llaman “dominio de público”. El mood de los espectadores casi siempre es tranquilo, pero si ella se pone de pie, todos nos ponemos de pie, cuando ella empieza a bailar, todos empezamos a bailar. Me recuerda a un cuento que leí de
pequeño: Los monos hacen lo que ven. Somos primates cuyo sistema límbico se mueve a través de los hilos de la ninfa: nos rendimos hipnotizados por ella.



¿Te gustó cuando me cantó? ¿Cómo que “cuando”? Pues, cuando sonó Pajarito colibrí, jajajajajá.

Ay, ¿y viste a la parejita que estaba bailando Tú sí sabes quererme? Lo bailaban pegadito, como si fuese esa salsa que se baila en un cuadrito de cerámica. ¿Cómo? Ajajajajajajajajajá. ¡Exaaaaaaacto! Me encanta esa expresión: estaban puliendo hebilla. Era demasiado cuchi. Yo creo que el chamo estaba hasta llorando. 

Natalia es una Diosa. Me hubiese encantado poder verla junto a papá. No sé si alguna vez veré un concierto con él. Lloré demasiado en la parte de Soledad Bravo, cuando Natalia dijo que Soledad y su papá eran amigos y todo eso. Bellísimo. Aaaay, ¿y cuando cantó Hasta la raíz?
Chamo, que canción tan buena. Que letra tan buena. Amé el arreglo. Ojalá no pasen diez años antes de que Natalia vuelva a Venezuela. Ojalá yo no pase diez años sin ir a otro concierto de ella.

Quizá al siguiente que vaya sea en México. ¿Te imaginas? Verla en Veracruz debe de ser lo máximo. ¿Que por qué digo que quizá al siguiente que vaya sea en México? Ah, porque ahí vive una prima. Somos muy cercanas. Tengo un par de meses pensando en que quizá lo mejor… no sé si lo mejor, pero por lo menos lo más saludable es que me termine de ir. Ciudad de México es asombrosa. He ido dos veces y quedé enamorada.

Ja. ¿Sabes qué? Yo nunca tuve nada que ver con la cultura mexicana. No por nada, solo no estaba en mi mundo. Estaba más relacionada con la italiana, por ejemplo. Y desde que hace, ¿cuánto, 23 años?, escuché En el 2000 me terminé haciendo como fan de Gael García, Iñárritu, los Cuarón. Imagínate irme a México, que en Migración me pregunten qué hago allí y yo, con mi cara
de pendeja, les responda: “Me vine porque me gusta Natalia Lafourcade”.

Qué arrecho el poder de la música.

Hey, por cierto, me quedé con ganas de cantar En el 2000. Me emocioné cuando Natalia salió a cantar una canción más, porque la gente la estaba pidiendo. ¿Escuchaste que dijo que en esta gira no suelen hacer eso pero que no podía irse así? Qué Diosa, por Dios. Lástima que no cantó En el 2000. Sí, yo creo que tienes razón: es como una canción que ya no la representa tanto,
sus búsquedas artísticas, como dices, agarraron por otro lado. Bueno, no la representa a ella ni a nadie: la canción tiene 23 años.

23. Natalia ya no es una carajita.

Yo tampoco.



Mano, me volvió mierda Lo que construimos, te lo juro. La muy desgraciada de mi ex me la envió una semana después de que terminamos. Todavía me duele. No te voy a decir que en el concierto lloré porque, coño, es mentira. No porque sea malo llorar ni nada, solo que no me pasan esas cosas, pues, nunca he sido de llorar. Verga, mano, pero sí se me salió como una lagrimita, pues.

No, arrechísima esa mujer. Es una TIPA, en mayúscula.

Ah, es verdad, no te lo he contado. La fresita y yo duramos como dos años. Terminamos porque ella se fue. Se cansó de esta vaina. Te voy a ser sincero, mano, ya ella y yo no veníamos bien. Yo me había portado mal; o sea, la cagué, pues.

—¿Qué es portarse mal?

Coño, me había puesto belicoso. No le monté cachos ni nada, yo siempre le fui leal en ese sentido; aunque sí, tú sabes, eché unas pistoneaíta por ahí. Te juro que sin llegar a nada, a lo carnal, pues, ni besos ni nada. Ella no le paraba muchas bolas a eso tampoco, esa mujer era demasiado independiente, mano. Es la clase de mujer que te puede cantar, no sé, Vine solita, ¿sí me entiendes? Lo que pasa es que teníamos peos, peos por todo.

Sí, alguna vez porque me puse a pistonearle a una chama, otra vez porque ella le estaba pistoneando a un loco ahí, otras por celos, otras por, no sé, vainas: qué vamos a hacer, adónde salir. Y el futuro, weón. El puto futuro: qué íbamos a hacer como pareja. No sé qué decirte. A mí me salió un día con un chorro de baba y listo. Se acabó. Si te digo la verdad, no me lo esperaba. A la semana, le dije que, coño, quería ir a visitarla para hablar bien. No me respondió el mensaje. Me fui a la puerta de su casa –así mismo, marico, entregado– y me puse a tocarle. Nadie abría. Yo esperando, esperando. Hasta que una vecina me dijo que se había mudado a México.

La mentada de madre que eché en ese momento fue más grande que todo este concierto junto, ¿oyó? Yo ni puta idea tenía de que ella conocía a alguien en México, nada. Ahí fue cuando le escribí, quejándome, pues, diciéndole que qué bolas tenía. Y ella me respondió con el link de YouTube de Lo que construimos.

Nunca hemos vuelto a hablar.

A lo mejor le paso fotos del concierto, a ver qué tal.

Sí te digo una vaina, compadre, venir aquí me ayudó. Me siento así como, coño, ¿tú has estado hospitalizado? ¿No? ¿O te ha dado una gripe fuerte, que a los días sigues jodido, pero sano? O sea, como que te van volviendo las fuerzas poco a poco, todavía no puedes vacilar, hacer tus vainas, pero ya te vas sintiendo mejor. Es como un momento de paz, de calma, ¿sabes lo que te digo? Así me siento. Eeeeeeecole cuá. Así mismo, podría decir que el concierto me sanó.

Natalia la Curandera, jajajajajá.

Mi abuela nunca me hubiese recetado una vaina así. Y que: ve a un concierto para que te sane el corazón. ¿Tas loco? Imposible. Además, ella creía en el karma… sin usar esa palabra. ¡Ah, bueno! ¿Sabes qué hubiese dicho mi abuela? Que les llovió a los que organizaron el concierto porque nos negaron el agua, y el que niega el agua muere ahogado, ¿tas claro?

Dale, pues, mano. Gracias por la entrevista y vaina. O por las entrevistas, mejor dicho. ¿Cuándo sale esto publicado? Tú me avisas. Sí va.

Ajá. Dime.

¿Un título para tu crónica? Verga, mano, alto compromiso.

—O sea, si pudieras resumir tu experiencia en el concierto en una frase, ¿cuál sería?

¿En una frase?

….

….

¡Ya sé!

¿Cómo es que se llaman los que organizaron esta vaina? ¿Cusica? Ajá, mi titular, así en negritas grandes sería: “Cusica nos quitó el agua, pero trajo a Natalia Lafourcade”.

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