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Femicidio: una pandemia silenciada y sin vacuna


Aquella noche del 16 de marzo del 2020, cuando el mundo estaba angustiado por la propagación de un virus mortal, Lenin Moreno apareció en Cadena Nacional prometiendo que la vida de cada ecuatoriano era su prioridad. Lo que no sabía es que cada vez que repetía “quédate en casa” era sinónimo de batallar contra otra pandemia silenciada: el femicidio.



Por: Ricardo E. Ortiz

Twitter / Instagram: @ElRickOrtiz


Según ONU Mujeres, en Ecuador las estadísticas oficiales reportan que 65 de cada 100 mujeres —de 15 a 49 años— han experimentado alguna forma de violencia. Desde agosto de 2014 hasta noviembre de 2020 se han registrado 443 casos de femicidio y durante la pandemia la vulnerabilidad de mujeres, niñas y cuerpos feminizados recrudeció y las sometió a situaciones de peligro permanente.

En el confinamiento, acabaron con la vida de 156 mujeres (las contabilizadas) producto de un acto violento proveniente de su pareja, su padrastro o por un amigo. La patología del amor de “le pegué porque la quiero”, fue la excusa perfecta para cometer el hecho violento y sin medir las consecuencias. El agresor dentro del encierro es tan letal como un virus diminuto.

Al percatarse de esto, tanto Desiree [1] como Gianna [2], decidieron expresar lo que se mantenía oculto, lo que algunos quisieron tapar, lo que a algunas les aterrorizó denunciar. Por tal motivo, Silenciadas: Femicidio, la otra pandemia, nació como una iniciativa periodística con la intención de visibilizar el riesgo que genera esta enfermedad visible, tangible, sensible. Partiendo como una plataforma informativa, esta obra se convirtió en una herramienta que genera ruido donde se impone el silencio.

Una obra que se puede tomar como parte de las investigaciones para lograr una cura ante semejante enfermedad. 



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Si el femicidio es una pandemia ¿cuál creen que sea la vacuna para erradicar esa enfermedad?

Desirée Yepez: La violencia de género es una pandemia y la consecuencia fatal es el femicidio. La violencia de género es una realidad histórica y sistemática presente en prácticamente todas las sociedades, pero normalizada desde las estructuras más básicas. Dentro de todas las formas de violencia a la que las mujeres y los cuerpos feminizados se enfrentan, el femicidio es la expresión más brutal pues acaba con esas vidas. Y, además, deja en evidencia la inoperancia del Estado en su obligación de garantizar una vida libre de violencia. Ante ese contexto no existe una única salida, se requiere de cambios profundos que impacten de fondo en la constitución de la sociedad. Para eso, la educación es clave. Pero no es lo único. Se requiere educar a los ciudadanos en el valor y el respeto a la vida, en derechos humanos y formación emocional; pero también se precisa de un sistema de salud que funcione y pueda detectar a tiempo cuando una persona es una víctima potencial; o un sistema de justicia capaz de prevenir y no solo sancionar; y, en el momento de requerir sanciones, capaz de garantizar debidos procesos en donde no exista revictimización. Se habla mucho sobre esto, sin embargo, es poco lo que se traduce en hechos. Se requiere de voluntad política de las autoridades de turno, pues también es determinante contar con el presupuesto suficiente que permita ejecutar las leyes que ya han sido diseñadas y aprobadas.

Gianna Benalcazar: Es primordial un compromiso definitivo social y económico del Estado con los derechos de las niñas y mujeres, los mismos que deben estar garantizados bajo leyes que las protejan y también otorguen reparación a las familias de las víctimas. La educación es fundamental en la formación de nuevas generaciones que crezcan con estructura emocional, conciencia de equidad y respetando los derechos.



¿Por qué creen que el femicidio es un tema tabú en Ecuador?

DY: El femicidio y la violencia de género no son un tabú en Ecuador. De hecho, hay una cobertura amplia y cada vez más profunda desde varios medios de comunicación alrededor de la problemática. En Ecuador, desde mediados de los 90 se empezó el desarrollo de legislación con miras a prevenir y atender la violencia de género; lo que significa que hay un reconocimiento del problema. Después, hacia 2014 se incluye la tipificación del delito específico del femicidio en el Código Orgánico Integral Penal, y en 2017 se aprueba una ley bastante completa alrededor de la erradicación y prevención de la violencia de género. SIN EMBARGO, es una realidad normalizada. Estamos acostumbrados a que a diario las muertes violentas de mujeres por razón de género se narren como una cifra más y lo que no existe es un verdadero sismo que como sociedad nos vuelque a entender que para erradicar este fenómeno debemos implicarnos todos. Esto no empieza ni termina en la legislación. Esto empieza en nosotros como individuos y se desarrolla en nuestro ámbito cotidiano.

GB: No creo que sea un tabú, pienso que se ha normalizado la violencia de género y por ende los femicidios, justamente por eso nace la idea de Silenciadas, desde la indignación de ver como las muertes de mujeres en manos de quien decía las amaba solo son cifras para un estado completamente indiferente.



¿Qué pensaban al momento de escuchar o recopilar todos los testimonios?

DY: En el libro de Silenciadas se menciona: “‘Mirar es pensar y pensar es descubrir’, dice la periodista mexicana Alma Guillermoprieto. Cuando una mira, se detiene y piensa, descubre que todas hemos sido en alguna medida víctimas de violencia de género. En el proceso de reportería, después de encontrarnos con las familias de Solange, Kattya, Gabriela, Vilma, usualmente había un momento de tensión y de regresar una y otra vez a la pregunta: ¿y si alguien que conoces se suma a esa estadística fría que visibiliza a una sociedad enferma? Paraliza saber que a tu alrededor, y más cerca de lo que crees, hay alguien que atraviesa una situación similar”. Tras las entrevistas generalmente había una conversación entre ambas donde reconocemos que pudo o puede ser cualquiera de nosotras. Las mujeres no estamos seguras en ninguna parte, ni siquiera en nuestra casa, eso es lo que Silenciadas evidencia.

GB: Miedo, impotencia, siempre nos embargaba la misma pregunta: ¿Y si fuera una de nosotras? Saber que vivimos en la región más violenta del mundo para ser mujer no es fácil de digerir, el trabajo periodístico exige mucha sensibilidad pero también determinación para contar historias como las de Silenciadas, durísimo, pero necesarias.



¿Trabajos de largo aliento, como este, son los que se necesitan para revivir el periodismo de investigación en el Ecuador?

GB: Desde hace muchos años el fotoperiodismo se instaló en la sociedad para cumplir la función de contar con testimonios visuales —que de paso son documentos— un acontecimiento, es necesario regresar a ver las bases del oficio, las redes sociales —en su gran mayoría— están saturadas de “imágenes bambalina”, creo que el fotoperiodismo aterriza a la realidad incomodando con la verdad que no queremos ver, o simplemente son realidades tan normalizadas que son parte del paisaje urbano. En el Ecuador para nosotros los fotoperiodistas es un lujo tener proyectos de largo aliento, la crisis de los medios de comunicación nos ha llevado a poner por encima la inmediatez vs la calidad, error… estoy convencida de que las historias con enfoque social tratadas con ética pueden mover fibras y generar un cambio, así sea mínimo pero lo hace, el fotoperiodismo es el espejo del mundo.



¿Creen que incomodaron a alguien con este trabajo?

DY: A toda persona que ha leído el libro le resulta incómoda la lectura. Y ese es el objetivo. Hay una narración muchas veces explícita y cruda porque se pretende enfrentar al lector a la realidad de las mujeres en el país, en la región —Latinoamérica es la región más peligrosa para las mujeres a escala mundial. Muchas personas me han preguntado “¿cómo escribes esto?”. Y mi respuesta siempre es: Solo es una transcripción de lo que otras personas vivieron.

GB: Si, en su gran mayoría y esa era la idea, incomodar al leer el calvario de las familias exigiendo justicia, incomodar al ver el dolor de una madre que le arrancaron la vida de su hija de la manera más perversa y en nombre del amor, incomodar al estado y su inacción.

¿Cómo ha sido la receptividad de los lectores hacia el libro?

DY: Diría que ambigua. La prensa no se ha hecho casi eco de la publicación y no tengo idea de cuántos ejemplares se han vendido; sin embargo, cada persona que ha podido leerlo y decidido entrar en contacto conmigo repite que le resulta incómoda el texto, que le resulta difícil, pero al mismo tiempo necesario para dimensionar la brutalidad de lo que cada 26/28 horas, una mujer puede estar viviendo en el país.



Sabiendo que el índice de femicidio puede variar, ¿habrá un segundo libro con casos más polémicos?

DY: No. No se trata de una recopilación o curaduría de las historias con base en su nivel de impacto mediático, sino en esta primera fase sobre lo que sucedió durante el confinamiento por covid-19. Uno de los desafíos en la cobertura de la violencia de género es pasar del registro a ser capaz de visibilizar también posibles soluciones, y ese es el enfoque en el que creo que Silenciadas debería empezar a posicionarse también.



[1] Desirée Yépez. Periodista. Becaria del International Center for Journalists y de la SIP (2020). Exbecaria de Agencia Pública (Brasil) y de la WAN-IFRA. La Cooperación Alemana, a través de su programa PreViMujer, la escogió como una de las mujeres para el calendario 2020 que reconoce a quienes desempeñan papeles importantes en pro de los derechos de la mujer, las minorías y la igualdad.

[2] Gianna Benalcazar. Fotoperiodista con más de 17 años de experiencia en prensa nacional e internacional. Actualmente Editora de Arte y Fotografía de la revista Criterios. Interesada en temas sociales, derechos humanos, grupos vulnerables, género y niñez. Primera mujer en obtener el Primer Lugar en la Categoría Fotoperiodismo del Concurso Nacional Jorge Mantilla Ortega (Ecuador, 2018).
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