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Grupo Thespis


Thespis es el grupo teatral de la Universidad Metropolitana. Su directora artística, Rossana Hernández, profundiza en la necesidad de dar continuidad a programas de formación para las nuevas generaciones. Además, algunos de sus integrantes hablan sobre lo que representa para ellos esta plataforma cultural.



Por María Angelina Castillo
Twitter: @macborgo


En la línea de corte de un matadero cuelga de cabeza el cuerpo sin vida de una mujer. Tras el accidente, el resto de trabajadores decide organizarse para comenzar una huelga. Quieren ser escuchados y no procesarán una vaca más hasta que no mejoren sus condiciones laborales.

Tampoco descolgarán el cuerpo de la mujer, que regresa ocasionalmente en forma de espíritu ante el espectador en una pieza del absurdo que, a través del humor, hace una crítica a las sociedades posmodernas y la masificación de la vida.

Las esenciales es el más reciente trabajo de Thespis, el grupo teatral de la Universidad Metropolitana, en Caracas. Lo dirige Rossana Hernández y protagonizan Mariela Suárez, Camila Rodríguez, Ana Celeste Mucci, Clementina Arabia, Miguel Cabrera, Yurvy Aponte, Sebastián Chong, José Porta y Rodrigo Torres.

El grupo universitario ya había confrontado este texto con el público, a finales del año pasado, en unas lecturas dramatizadas que tuvieron lugar como parte del Festival Franco-Venezolano de las Artes Escénicas. Este 2023 Thepis presentó el montaje en La Caja de Fósforos de Bello Monte, en el marco del programa cultural que presenta la Embajada de Francia en Venezuela.

La obra Las esenciales forma parte de la colección Tintas frescas y fue escrita por la joven autora francesa Faustine Nogués. “El matadero nos mata a nosotros también”, exclaman los personajes en un montaje muy fresco, lleno de ironía, baile, cuerpo y canto. Una muestra del vigor, la inconformidad y búsqueda de reivindicaciones que suele caracterizar a los jóvenes. Y más aún desde el teatro: ellos también tienen algo importante que decir.



Las voces jóvenes

El grupo de teatro Thespis tiene 40 años de actividad en la ciudad. Arrancó cuando la Universidad Metropolitana apenas superaba su primera década. En ese entonces, el Departamento de Cultura y el Decanato de Estudiantes invitaron a los alumnos a integrar esta iniciativa. Una de las que se apuntó fue Elena Broszkowski, que para el momento cursaba sus primeras semanas de Administración, junto a una docena de estudiantes. Iniciaron con obras cortas y monólogos que los mismos integrantes escribían. Los ensayos se realizaban en un pequeño salón del único edificio del campus, según reseña la página oficial de la Unimet.

Actualmente la agrupación reúne una veintena de estudiantes de entre 18 y 26 años, bajo la dirección artística de Rossana Hernández, quien lleva siete años en el cargo. “Es un grupo con unas características particulares, va mutando periódicamente, pues al ser un universitario, el sistema de estudio influye. Unos se van del país, para otros la disciplina del teatro se les hace muy fuerte. Sin embargo, siempre hay integrantes que se mantienen un tiempo considerable. Trabajo con egresados de la Unimet e invito a jóvenes actores interesados pero que no cuentan con los recursos económicos y también a alumnos míos de otros espacios”, explica Hernández.

Ensayan dos días a la semana, martes y jueves, durante dos horas académicas. Sin embargo, el horario llega a extenderse en las épocas de montaje. “Es todo un reto porque tenemos que equiparar los horarios de todos, las cargas académicas y las actividades personales y profesionales. Los entrenamientos incluyen clases de actuación, ejercicios de diferentes técnicas. Tenemos también un calentamiento que he ido armando y enriqueciendo, y lo hacemos en cada función para crear la energía grupal, la conexión, que se conozcan bien”, añade.



Las dificultades de hacer teatro

La directora asegura que al tratarse de un grupo universitario, el objetivo es no solo transmitirles herramientas para el desarrollo actoral, sino también de todo lo que rodea el oficio teatral. Que se involucren en la producción, escenografía, montaje, publicidad y comunicación de las piezas.

“Un grupo en la vida real funciona así. Ellos van a salir a la vida profesional y si no están preparados va a ser traumático. En el teatro venezolano nos ocupamos de un montón de tareas, hasta de la organización de la sala. Me gusta que participen en la toma de decisiones de las obras que vamos a llevar a cabo, porque es una voz distinta, juvenil”, expresa Hernández.

Y asegura que estos procesos tienen que atravesar dificultades como, por ejemplo, la falta de espacios para la formación profesional. “A veces noto mucha desesperanza, que es comprensible porque estamos viviendo un momento muy difícil. Y hacer teatro es una odisea para cualquier persona en el país. Y si te pones en el lugar de alguien que está aprendiendo, que aún no tiene plataforma o que no ha creado sus propias redes, que no tiene los medios económicos o un equipo, es más complejo”, agrega.

Y recuerda sus propios inicios, en la primera década del 2000, con conflictos sociales, la eliminación de los subsidios oficiales a las agrupaciones teatrales y el cierre de compañías. “Todo empezó a derrumbarse y yo me dije: qué voy a hacer. Pero nos quedamos, y no desde la queja. Si no hay espacio, me lo voy a hacer yo. Esto requiere un esfuerzo enorme, pero siempre hay gente dispuesta. Vas trabajando, ganando respeto. Y les digo a los chicos: sí, es verdad, es un momento difícil. Pero es lo que nos tocó vivir, ¿qué vamos a hacer con eso?”.

Como cantó tantas veces Gustavo Cerati: ¿Qué otra cosa puedo hacer?

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Abrir espacios para el teatro juvenil

Actualmente el grupo Thespis tiene dos montajes en repertorio: además de Las esenciales, presentaron Unas veces se gana y otras se pierde, escrita por Elvis Chaveinte y cuyo contexto histórico es la crisis social de 2017. Es un homenaje a Juan Pablo Pernalete, estudiante de la Unimet asesinado durante las protestas de ese año.

“Esto de vivir en un país con tantas limitaciones, el no encontrar en el futuro algo que genere esperanza, nos obliga a hablar de temas muy propios también para drenar las frustraciones. Además, entre los jóvenes veo interés en temas como la identidad sexual y de género, la reivindicación de los derechos desde todos los ámbitos, la denuncia del maltrato”, afirma la directora.

Y remata, a modo de reflexión: “Pero no podemos quedarnos rumiando el dolor, la rabia. Porque la verdad es que vivir es complicado. Todo eso debe encontrar un cauce, espacios donde hacer. Porque los jóvenes siempre van a venir a nutrir y enriquecer las estructuras. El futuro del teatro está en ellos, son las nuevas voces, son lo que va a alimentar nuestro teatro por generaciones. Entonces creo que hay que darles es espacio. Los profesionales también tenemos que asumir esa responsabilidad: dejar espacio para ellos, porque nosotros no vamos a ser eternos. Y las instituciones que ya existen necesitan de quienes van a venir a asumir las tareas. Y eso se aprende haciendo. Hay que permitir que eso ocurra, por el bien y el futuro del teatro”.



Hablan los estudiantes

“La verdad es que estamos bastante felices de poder presentarnos en un espacio como La Caja de Fósforos, que representa para nosotros un lugar muy importante, admiramos mucho el trabajo creativo que se hace aquí. Nos han recibido como no nos recibió nunca un espacio de teatro o una sala. Son muy amables. Y queremos hacer cosas, dinámicas juveniles que hablen de lo que nos interesa”.

Miguel Cabrera


“Este ha sido un gran paso en los últimos años. Hemos estado haciendo grandes avances y estamos muy felices con eso. Vamos por más. Además, quiero volver sobre unas palabras que dijo Rossana Hernández en una de las funciones y que me gustaron mucho porque es algo que yo también he pensado: que este trabajo es una forma de hablar de política a los jóvenes que no queremos escuchar nada sobre política, pero de una manera particular y que sí llama la atención. Porque es un tema que sí debe tratarse y es algo en lo que tenemos que pensar”.

Clementina Arabia


“Nos sentimos muy afortunados de aprender de maestros como Rossana Hernández y Elvis Chaveinte, que nos enseñan desde el rigor, la disciplina y el querer hacer las cosas bien. Porque esta es nuestra manera de denunciar, de decir las cosas desde lo que nos gusta y sabemos hacer. Siento que es una oportunidad preciosa la que nos dio La Caja de Fósforos, porque no hay casi salas en Caracas para que hablemos de tantas cosas que son necesarias. Nos dieron la oportunidad aquí y lo estamos aprovechando al máximo”.

Yurvy Aponte


   



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