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Hernán Jabes: “Creo que el cine puede mover el espíritu humano”


El director de Jezabel habla sobre el impacto del filme en las salas de cine nacional, la polémica en torno a la selección oficial por Venezuela para competir en los premios Oscar, la corrección política en la actualidad y el debate en torno al arte que incomoda.

Por María Angelina Castillo
Twitter: @macborgo




El cineasta venezolano Hernán Jabes ha generado debates con su más reciente largometraje Jezabel (2022), amada y odiada al mismo tiempo por muchos. Antes de poder verse en las salas de cine comercial del país, la cinta participó en festivales como el Barcelona Film Festival (España), el Miami Film Festival (Estados Unidos) y en el Marché du Film del Festival de Cannes (Francia). 

Su estreno en Venezuela fue en julio de este año en la edición número 18 del Festival de Cine Venezolano, que tuvo lugar en la ciudad de Mérida. Allí se llevó reconocimientos como Mejor actor, Mejor actriz de reparto, Mejor edición.

El director de cintas como Macuro, la fuerza de un pueblo y Piedra, papel o tijera habla no solo de este proyecto, sino también de la necesidad de que en Venezuela exista una industria que promueva, promocione y divulgue el cine local. Que sea biblioteca y memoria de sus creadores y de las temáticas que cree necesarias.

Jezabel, protagonizada por Gabriel Agüero, Eliane Chipia, Shakti Maal y Johanna Juliette, se rodó entre 2018 y 2021, entre Caracas, Guarenas, Guatire, La Guaira y algunas escenas en Ciudad de México. El escritor del libro en el que está basada, Eduardo Sánchez Rugeles, acompañó el proyecto durante todo el proceso.

Jabes habla sobre el impacto del filme en las salas de cine nacional, la polémica en torno a la selección oficial por Venezuela para competir en los premios Oscar, la corrección política en las artes y el debate en torno al cine que incomoda.


¿Cuál fue la intención primaria de adaptar la novela de Eduardo Sánchez Rugeles Jezabel (2014) al formato cinematográfico? ¿La crisis venezolana de ese año es muy distinta de la actual?

Distintas no son. Al contrario, lo que ha sucedió de allá hasta acá se ha perfeccionado. Es la actitud de la gente hoy en día, comparada con 2014, diferente: más resignada, más quieta, más controlada. La situación sigue siendo la misma o peor. Cuando leí la novela dije: aquí hay una gran historia para una película de investigación, un thriller. Pero a la vez, veía claramente la analogía con nuestros temas, con el país, con nuestra humanidad. Me encantó ver cómo la novela habla de Venezuela, de esos temas, con desparpajo y sin vergüenza. A partir de ahí me dediqué a buscar al autor. Nos conocimos, nos planteamos el proyecto y lo fuimos desarrollando a través del tiempo. La intención se logró porque una película, a mí manera de ver, muy entretenida, muy thriller de investigación, pero con un sentido humano, social y político bastante incómodo y profundo, que toca temas que debemos tocar, charlar, debatir. Los pone sobre la mesa.


¿Cómo has visto el impacto de la película, tras su proyección en salas de cine comercial en el país? ¿Qué respuesta has recibido?

La mayoría de las reacciones que nos han llegado directa o indirectamente han sido positivas para la película. La gente se mueve con ella, no la deja impávida. Le hace sentir cosas, pensar en cosas. Es una película que, por todo el feedback recibido, se te queda en la mente. Y la intención de un realizador no es cambiar el mundo, porque no somos quienes, pero sí exponer sus carencias. Sí podemos poner todas las carencias, necesidades y nefastas consecuencias. Amenazas y esas cosas siempre suceden. Es una película que puedes odiar y amar sin ningún problema. Pero sí tuvimos acercamientos de representantes de gente del Estado que odió la película y nos lo hicieron saber de una manera muy explícita.


Sobre la polémica en torno a la selección de la película venezolana para competir en la categoría de filme extranjero en la próxima edición de los premios Oscar, que finalmente obtuvo La caja de Lorenzo Vigas, ¿qué puedes comentar?

La posición que estamos manejando no es del equipo de la película, sino la mía particular. Es un pensamiento que no tiene que ver con atacar a ningún director ni a ninguna película. Porque La caja me parece una gran película. La vi, la vi con Lorenzo (Vigas), que es un gran realizador. Es una película muy buena. Con lo que no estoy de acuerdo es con que una película de origen mexicano, que trata temas mexicanos, realizada por mexicanos, en su mayoría, y con acento mexicano, al que quiero mucho porque vivo aquí, nos represente a Venezuela como cultura cinematográfica. Nos represente con el argumento de que su director es venezolano. El cine venezolano tiene una identidad a través de su historia y lo demuestra en las películas a lo largo del tiempo. Son películas que miran hacia adentro, hacia nosotros, y esa es la tradición del cine venezolano. Y desde donde estamos como país necesitamos exponernos, visualizar, dar cuenta del talento venezolano, técnicos venezolanos, directores de arte, fotógrafos, actores… mirarnos hacia afuera me parece absolutamente irresponsable y muy conveniente, políticamente hablando. No estoy de acuerdo con esa selección y no lo estaré jamás. Y lo que me entusiasma es que más allá de que esos son planteamientos filosóficos, la discusión que se generan es algo fructífero porque las cosas no van a cambiar a menos que se tomen en cuenta debates.


Con relación a futuras proyecciones de la película y negociaciones para su distribución en países como Estados Unidos, ¿en qué estatus está?

Nuestro viaje continúa. Venezuela fue parte de la madre de Jezabel, porque tiene coproducción mexicana. Así que vamos a seguir. Tenemos varios festivales en los que quedamos, pero no podemos anunciar aún. La película ya se vendió en Alemania, Austria, Japón, Corea del Sur. Y las negociaciones siguen para entrar a Estados Unidos y al resto de Latinoamérica. Ese trabajo lleva tiempo y ahí seguimos.


¿Cómo lidia un realizador con la corrección política actual que abarca diversos ámbitos del arte?

Esta película tiene un desarrollo de más de 5 años entre escribir el guion, levantar los recursos. Sí, son tiempos difíciles debido a la corrección política, que te pueden cancelar y no sabes qué decir, debes tener cuidado con esto y aquello. Y en este caso ha afectado a una película incorrecta. Pero eso no ha sido motivo para nosotros de no poder usar la libertad creativa. Quien se ofenda con la película que se revise y que piense en eso. Hay gente que se ofende por lo sexual o por los planteamientos de cierta amoralidad, más bien lidiamos naturalmente con eso. Saldrá gente que nos cancelará o intentará hacerlo. Pues si no quieres, no la veas. Si quieres verla, discútela.


¿Qué sabor te queda después de hacer esta película y ver los problemas que siguen ocurriendo en los países latinoamericanos?

Soy hijo de inmigrantes chilenos, un país destruido no solo por comunistas sino por militares de ultraderecha. No me ubico en ninguna de esas ideologías, como cineasta prefiero ser observador y no involucrarme en partidos ni ideologías porque siento que nuestras carencias parten de una naturaleza humana desvirtuada. Más que una revolución política o social, tiene que haber una revolución humana. Cuando observo lo que sucede en Brasil, Argentina, Colombia, Ecuador, Venezuela, incluyendo México, reafirma la certeza que tengo: la gente sigue participando de una democracia fallida, donde se cree que a través del voto se decide el rumbo de su país, pero realmente el compromiso general de la gente con su democracia es nulo, porque votan y luego se olvidan dejando el paquete a quienes seleccionan. Eso afecta nuestro día a día y es cíclico porque si revisas la historia de la Venezuela contemporánea estos ciclos se repiten una y otra vez, con distintos matices pero con las mismas consecuencias. Ahora somos más y el problema es más profundo. Pero la forma sigue siendo la misma, porque no hay memoria. Al poder no le interesa tener memoria, no quiere que la gente piense, que se eduque y entienda los procesos humanos, políticos y sociales porque se perdería el control. Y por eso nuestra película es un poco pesimista. Lamentablemente el futuro se muestra igual de complicado y no tenemos la capacidad de revisarnos desde lo más personal hasta lo más social.


Incomodar desde lo cinematográfico. ¿Cuál es el valor o la importancia de hacerlo?

Yo no me autodefino como artista, porque tengo mis criterios y mi forma de pensar sobre lo que es un artista: una persona que vive coherentemente con lo que dice y piensa. Yo he tenido que tranzar mucho en mi vida como para tener semejante grado de purificación, pero sí considero que el cine es una herramienta maravillosa que tenemos los que hacemos este oficio para poner sobre la mesa cosas que nos entretengan, no solo por sus efectos visuales, sino también por su discursos hacia nuestras propias carencias. Si dependemos solo del gobierno o la sociedad en general para corregir estas carencias estamos perdidos. Y, entonces, en espacios como este se pueden plantear reflexiones interesantes que además de entretener ponen temas que están ahí y nos condicionan como humanos, como sociedad y seres políticos, y de los que nadie habla. No estamos atacando a ningún gobierno en particular. Atacamos, si sirve para vernos, a nosotros mismos: la falta de comunicación entre padres e hijos, el sistema educativo, la maldad, la manipulación y el manejo del poder político y social. Y si realmente te pones a ver, tenemos esa predisposición a evitar incomodar, incluso a nuestra gente más querida, y evitar charlar problemas que es necesario charlar. Y si nosotros como seres humanos, como pueblo y sociedad queremos evolucionar hay que cambiar a nivel personal. Se tienen que afrontar esos problemas que están ahí y que no puedes dejar pasar. Y a nivel social y político mucho más. La película incomoda, trasgrede, pero sí creo que esta clase de cine es necesario y debe tener su espacio de visualización. Sí creo que el cine puede mover el espíritu humano, que se te quede dando vueltas en la cabeza. Siempre digo, como les decimos a amigos y familiares: esas cosas que te incomodan de la película y te hacen rechazarla son las cosas que tienes que visualizar y trabajar.


¿Cómo ves el cine que se está haciendo recientemente en Venezuela? ¿Y qué observas en las nuevas generaciones de cineastas?

Hay grandes producciones en Venezuela. Somos más de siete millones de venezolanos regados y nuestras raíces nos siguen importando y a los cineastas dentro del país también. Hay buenas películas. El asunto es que, como nunca hemos desarrollado una industria cinematográfica en Venezuela, no hay un mercado de gran tamaño. No hay un movimiento importante. No hay debate, no hay unión. Cada uno por su lado haciendo lo mejor que puede. Hasta que no haya debates serios donde la gente no se incomode, donde poner sus ideales y discutir con otro, hasta que no se tenga el talante de debatir en universidades y en todas partes, pues no creo que cambie mucho. Y hay una característica del cine venezolano de las últimas dos décadas que me sorprende mucho: que no haya tantas películas que pongan sobre el tapete esta época, que deje como documento histórico lo que ha sucedido. Es difícil que la gente dentro del país exponga sus quejas y temáticas por miedo. Pero creo que debe haber un mayor compromiso con nosotros. Y no te voy a decir los problemas en que estamos metidos, pero tenemos muchísimo que trabajar, visualizar. Creo que el cine venezolano está en deuda con eso.


Se puede decir que Jezabel es una película oscura. ¿Qué se hace con las películas oscuras?

Yo soy de los que piensa que si bien es cierto que es oscura, no está hecha solamente para quedarte en la oscuridad. Estamos tan encandilados por la corrección política o Disney, donde todo funciona bien y el amor triunfa, que las luces que de alguna manera revisan esto no se ven. Jezabel es oscura y siento que cuando en un espacio oscuro y denso hay una lucecita pequeña ilumina mucho. La película no está ahí para que solamente salgas triste o deprimido o conmovido o jodido. Si no para despertar en ti esa pequeña luz que te ilumine en la oscuridad y que te permita decir: no quiero que estas cosas sigan sucediendo. Y si la película impulsa una iniciativa propia en trabajar todos los puntos que toca y más, pues bienvenida sea. Digo, en la oscuridad también hay luz.  


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