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Hiroshima: presente y pasado de una ciudad en medio del miedo


“Muchas personas perdieron la vida. Hablar sobre ese día era un tema prohibido en la familia, solo mi papá antes de morir me dijo que esperaba que nadie tuviera que vivir esa tragedia”



Por Luza Medina 
Twitter: @jemluza


Cómo evitar sentir miedo en una ciudad invadida por más de 24.000 agentes policiales. Y es que en medio de la guerra en Ucrania, y con los constantes misiles lanzados desde Corea del Norte, es natural que el ciudadano de Hiroshima viva en zozobra durante los 3 días de la cumbre del G7.

A las calles paralizadas, miles de agentes que deciden cuándo los vehículos o las personas pueden transitar por su ciudad, se suma la mucha incertidumbre por lo que implica la visita de Volodímir Zelenski a la ciudad que el 6 de agosto de 1945 conoció el horror nuclear.


Los residentes no están contentos. En las calles se observan protestas. Unos le piden a Rusia y China que ayuden a frenar las constantes actividades de Corea del Norte y otros solo manifiestan estar en contra de la cumbre de los 7 países más poderosos del mundo.


Pero Hiroshima es más que una cumbre.


Una sobreviviente nuclear

Hinoko Kishida comparte apellido, y ciudad de origen, con el primer ministro de Japón, pero no su historia de quiebre.

Y es que a los 6 años vivió en carne propia los estragos de la bomba atómica.

“Mucha gente murió. Otros perdieron su cabello, vista o consciencia”, dice.

Kishida relata que cuando explotó la primera bomba no podía respirar, le dolía la cabeza y solo repetía “mamá ayúdame”. Su casa quedó destrozada, sostenida por dos columnas. Su abuelo pedía ayuda desde el segundo piso.

Su madre prometió volver y ayudarlo. Inmediatamente tomó a sus hijos de los brazos y salió de la casa. Pocos minutos después la casa se derrumbó por completo.

“Afuera era difícil respirar. Las nubes parecían hongos y el cielo se pintó de una lluvia negra”. Una lluvia radioactiva que causó cáncer, problemas de piel y enfermedades mortales.

“Muchas personas perdieron la vida. Hablar sobre ese día era un tema prohibido en la familia, solo mi papá antes de morir me dijo que esperaba que nadie tuviera que vivir esa tragedia”, agrega.

Y es que los sobrevivientes de la bomba atómica solo desean la paz. Una tarea pendiente.


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