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Jesús Manrique: “La vida y la lucha son una misma cosa”


Y si hay un mensaje a trasmitir por encima de otros es el de que la vida y la lucha son una misma cosa, y que todos orbitamos alrededor de un sueño.



Por: QuéLeer

@queleer


Las constelaciones del patio empedrado (2023), el más reciente libro del español Jesús Manrique (Madrid, 1965), es una historia fascinante que conjuga la modernidad con una España rural a través de la visión de un grupo de mujeres. El autor recrea “un viaje emocional y geográfico a una tierra desconocida más allá de Don Quijote”. En entrevista a Qué Leer, el escritor da claves para iniciar una lectura profunda que indaga por un lado en las emociones y sentimientos, pero también en la memoria y las ideas, porque como él mismo afirma: “Todos orbitamos alrededor de un sueño”.


¿Qué te inspiró a escribir Las constelaciones del patio empedrado? ¿Cuánto tiempo te tomó?

Si hay una premisa de la que parte la novela, es la idea que tiene mucha gente de las ciudades de la bondad y el buen hacer de la gente de los pueblos, de su sociabilidad, en contrapunto con el desapego de las ciudades. Es algo que he escuchado como un mantra durante mucho tiempo. Pero eso es una ideal feliz de postal que no existe.

Es como cuando viajamos a otro país o lugar alejado del nuestro y volvemos a casa con una idea idílica de aquello, que sería muy distinta a la que tendríamos con el vivir cotidiano en ese otro lugar.

Salvando las diferencias entre una población de unos pocos miles de habitantes y una ciudad de millones, las relaciones interpersonales se producen con el mismo grado de sociabilidad.

Con la novela he pretendido crear de forma artesanal, con mimo y detalle, el retrato de una época de la historia de España que narrativamente me parece más que interesante. Construir algo así como la cotidianidad que se da en una colmena de abejas devenida en pueblo, al que parece que quisiera llegar la modernidad después de décadas de sombras. Y donde se hace presente esa España oscura y traumatizada incapaz de avanzar, que no termina de sanar, y donde existe un discurso reaccionario de una religiosidad hipócrita.

También he querido poner en valor la modernidad encarnada en las mujeres de una época de la España rural a través de sus conversaciones, en las que se descubren sus temores, sus prejuicios y anhelos, pero también su compromiso, su valor y fortaleza.

Y en cuanto al tiempo transcurrido en escribir la novela, sería imposible de calcular. Se trata de historias que estaban ahí desde hace bastante tiempo, que rescaté para reescribirlas durante la pandemia. Y que recuperé porque recordaba unos personajes femeninos que me parecían interesantes y merecedores de una reflexión. En cualquier caso, me suelo tomar mis años en la escritura de un libro. No soy un autor prolífico.





Manejas muy bien el universo emocional de los seres humanos. Tus personajes femeninos como Engracia, Carmen, Eva y Cristeta están tan bien contados... cuéntanos ¿cómo los construiste?

Es que para mí las emociones y los sentimientos, también las ideas, son el motor de todo. En Las constelaciones del patio empedrado las emociones y los sentimientos aparecen entrelazados con las ideas. Sabemos bien que, por lo general, las emociones y los sentimientos permanecen con el paso del tiempo, y también que a veces nos torturan y vivifican. Podemos dejar atrás un pensamiento, pero resulta difícil olvidar un sentimiento o una emoción.

Para las mujeres de la novela, gran parte de las veces sus pensamientos les suponen quebraderos de cabeza, incluso enfrentarse a los propios sentimientos. Hay un momento en la novela en el que Cristeta responde, «lo que pasa es que nosotras, sentimentalmente, somos de las antiguas, que si no... Ya iban a ver estos».

Y de esa importancia que tiene lo que sale del corazón, que es quien nos dice lo que es vivir, y del que no solo salen emociones positivas, también la ira o el enfado, es de donde me sustento principalmente para crear el lado sicológico de los personajes. Para construir la personalidad de Engracia, Cristeta, Eva o Carmen que mencionas me ha bastado echar mano de la memoria, de la corta y de esa otra que se alarga en el tiempo, por lo general escuchar, observar e indagar en el comportamiento de las mujeres que he conocido a lo largo de los años, y ya tengo bastantes. Y luego todo ello, desde luego, pasado por el cedazo de la forma que tengo de ver las cosas. Aunque son personajes de ficción, están sacados de unos contextos conocidos. Sin buscarlo he sido testigo de la amistad de mujeres que eran uña y carne. De esas que caminaban cogidas del brazo, como enhebradas. No es que sea un dogma de fe, pero en la mayoría de las mujeres que he tratado he visto un algo especial. Por muchos dramas vividos han sacado fuerzas de la flaqueza, han resistido a la intemperie y hecho malabares con la economía familiar.

Es muy importante señalar que, muy a menudo, en todas las sociedades, las mujeres han sido y son motores de cambio y resistencia. Y de alguna forma en la novela he querido poner todo ello en valor, su protagonismo, tan denostado por el franquismo, el de esas mujeres corrientes que son parte fundamental del engranaje de las familias y que fueron apeadas muy injustamente de esa otra parte tan importante de la vida.


Esta es una novela en la que todos los personajes adquieren protagonismo. ¿Qué crees tú?

Es cierto. Se trata de una novela bastante coral. Por un lado están las mujeres. Está Engracia, de quien digo en uno de los pasajes de la novela que es la alfalfa de la huerta, el forraje lleno de minerales y nutrientes que crece una y otra vez tras cada siega.

Está Cristeta, consciente de lo temporal de la vida y decidida por eso mismo a aprovecharla. En una de las páginas digo de ella que tiene el impopular plante del que sabe lo que no quiere que entre en su vida.

Y aparece una jovencísima y casi revolucionaria Eva, como el ejemplo más claro del rechazo a los valores de aquella sociedad puritana. Hoy sería una mujer feminista, como Cristeta, de esas mujeres que no aceptaron el destino que la sociedad les imponía por el hecho de ser mujeres. Aunque las mujeres de Las constelaciones del patio empedrado juegan en desventaja al tenerse solo ellas, sin el apoyo de un grupo con el que arroparse y compartir experiencias. Luchan en soledad, que es doblemente extraordinario.

También está doña Evelia, una mujer con un poder casi omnímodo, de ese tipo de personas que creen que todo les pertenece.

Y están los personajes masculinos. Perico el Hortelano, preguntándose si todo lo ha hecho tan mal para que sus hijos desprendan la sensación agraz de la uva cortada a destiempo. Y Adrián, Nino el Rubio, Julián y Bernardo, como parte del ideario y la respiración de las mujeres.

Y el pueblo, casi transmutado en un personaje que atesora pasado y sentimientos. Y el verano y el campo, influyendo en la personalidad de los protagonistas. Están la huerta, los viñedos y barbechos, el interminable verano...


¿Tiene esta historia alguna reminiscencia del pasado, algo que te haya marcado?

Sin duda. No podemos negar que somos memoria y somos recuerdos. Y para mí es una de nuestras mayores riquezas, y más con el paso de los años. Es evidente que, por ejemplo, el personaje de Carmina, la niña, guarda similitudes con mi infancia en Villafranca de los Caballeros, mi pueblo de La Mancha. No es que yo mismo haya pasado por las duras situaciones descritas sobre ella. Recuerdo una infancia feliz. Todo con bastante ingenuidad e inocencia. Con el sol y el verano siempre presentes en aquellos días, y también una sensación de plenitud.

Pero, al igual que Carmina, he visto en mi familia cómo se ha cuidado del campo, he jugado y cazado grillos en las eras, tuve que dar clases particulares en verano, lo que se llamaban las permanencias, para aprobar en septiembre las asignaturas suspensas. He tenido pósteres de ídolos de la música en la pared, escuchado historias de muertos y aparecidos y llorado cuando algo no iba conforme a mis pretensiones. Recuerdo también los animales que había en casa y a los que no les quitaba ojo: las gallinas, los pavos, los conejos... Y alrededor de ellos también estaba la crueldad. Esa forma tan descarnada que había de dar muerte a los conejos, desnucándolos de un golpe, para luego despellejarlos, de los gatitos recién nacidos metidos en un saco y arrojados a un pozo... Esto es por si todavía hay algún alma cándida.


La naturaleza es protagonista. ¿Por qué es tan importante en tu narrativa?

Creo que es una gran protagonista en toda mi narrativa. Ya he hablado antes del campo, de la huerta, de los viñedos y barbechos como personajes. Aquí la lluvia vuelve a caer sobre mojado. Y es que el campo es como una pulsión, uno de mis territorios preferidos. Si algo me motiva el ánimo es todo lo que he visto crecer a mi alrededor en la naturaleza. El paisaje de La Mancha, por donde anduvo el inolvidable Don Quijote, la gran llanura, es de una belleza enorme que me ha fascinado siempre.

Mis abuelos y mis padres han tenido continuamente una relación estrecha con el trabajo en el campo, con el cuidado de la tierra. Y yo he crecido con ello. He vendimiado, recogido hortalizas de la huerta, cogido aceituna en inviernos congelados, he cavado la tierra, sembrado y recogido la rosa del azafrán, he cuidado pájaros y gazapos y contribuido a tantas otras cosas.

Que dicho así entiendo que pueda parecer idílico, pero la mayor parte de las veces el trabajo era de una gran dureza. Y qué poco me gustaba madrugar para ir al campo, escuchar la voz de mi madre, ese “venga, vamos”, animándome a levantarme de la cama.

Pero es verdad que ahora, si me pongo a pensar, aunque alguien podría decir que no estoy en mis cabales, siento todo aquello como una bendición, me enorgullece, y no solo por haber trabajado el campo, también he hecho mía la humilde arquitectura de aquellos palomares y las casillas pintadas de blanco y azul en mitad de la llanura que hoy casi han desaparecido, la tierra, muchas veces blanca cubierta de escarcha, el graznido de las urracas o el cernícalo suspendido en el aire como en un punto fijo, el olor de la paja trillada y el más que indescriptible de la rosa del azafrán y las risas que se escuchaban alrededor de la mesa donde la pelábamos.


¿A qué pueblo se te parece Cantalve?

Hace poco me decía un lector que había buscado en internet la población de Cantalve, para ver dónde se encontraba. Y, evidentemente, no le apareció en ningún sitio, más allá de llevarle a algunas páginas digitales de la novela.

Más que parecerse, diría que Cantalve es todos y cada uno de los pueblos de La Mancha. Porque si bien es cierto que hay marcadas diferencias conforme nos movemos geográficamente, aparte de de la diferencia de población en unos y otros, los usos y costumbres, también los del lenguaje, son muy parecidos.

Aunque la malentendida modernidad de la arquitectura de los años setenta y posteriores han causado estragos, también una inmensa mayoría sigue teniendo un denominador común, que muchas veces es cultural y gastronómico.


Diera la impresión que la soledad es un elemento que predomina en todos los personajes. Transmites mucha nostalgia. ¿Crees que eso es común en la España rural?

La soledad no es más común en la España rural que en las ciudades. Casi te diría que hay mayor soledad en las ciudades. Hay un momento en la novela durante una conversación entre Cristeta y Eva donde la primera habla de que no sabría vivir en otro lugar que no fuese Cantalve. Y que, entre otras cosas agradables como el silencio de las mañanas roto por los vencejos, el canto de los grillos, los dorados atardeceres y las noches de verano tomando el fresco, también están las puertas abiertas a cualquier hora del día y la importancia de salir a la calle y encontrarse con la ayuda de todos al instante dada una situación de necesidad.

En este caso, la nostalgia que dices tiene más que ver con mi lado dramático. Es algo inherente a la forma que tengo de entender la vida. Todo lo que queda en la memoria tiene un aire melancólico, como dice una de mis canciones preferidas. Que no deja de ser contradictorio porque por otro lado soy de un tonto optimismo. En cualquier caso, hace ya muchos años que tengo presente que el drama se queda en los libros, en las películas, en las canciones...


Me encanta la conexión que tiene Engracia con las constelaciones, ¿crees que esa es su vía de escape ante las tribulaciones de su cotidianidad?

La mayoría de nosotros, si no todos, damos vueltas, giramos alrededor de los sueños. Es la frase que elegí como subtítulo de la novela: Todos orbitamos alrededor de un sueño. Lo que viene a ser la necesidad que tenemos de seguir hacia adelante. Ese tonto optimismo que he dicho antes. Porque, aunque el mundo no sea muy halagüeño, si soñamos, también cabe la esperanza, por pequeña que sea.

En este caso, y contestando más concretamente a tu pregunta, son las constelaciones las que, a lo largo de la novela, le sirven a Engracia para combatir las adversidades que padece, no son solo una alegoría. Las estrellas y sus ondas gravitacionales son las que la hacen que se considere un ser especial. Las constelaciones le hacen sentir algo prodigioso al pensar en Bernardo y escuchar su voz. La exaltación de Engracia se apacigua en el patio empedrado con el rastro de los cometas acercándose en su camino descendente. También las preguntas de cada meteorito que alcanzan la superficie terrestre le hacen cambiar su estado de ánimo, esa voz profunda y confiable que le llega desde las zonas del cielo más templadas con la que parece ordenarse el universo al traerle una gozosa esperanza.


Llama la atención el chisme como forma de comunicarse en Cantalve. ¿Por qué resaltaste este aspecto?

Los que hemos crecido en el medio rural, en un pueblo pequeño, sabemos que el tropezón que damos en un momento determinado anda en boca de todo el mundo en cuestión de minutos. «Aquí te ponen como un trapo, te despellejan como a un conejo. Tantas habladurías, no las puedo soportar», casi le arroja Eva a Adrián en un caminar con el maestro por el pueblo.

Pero los chismes, a mi modo de ver, no dejan de ser los bulos que ahora mismo son multitud por todos sitios y que tienen una capacidad de propagación fulminante gracias a los medios digitales, las redes sociales.

Y lo peor de todo esto es que por más que se desmientan y se pruebe su falsedad, los chismes y bulos siguen en le memoria de la gente. No tengo claro que no tenga que ver con esa cierta satisfacción que se siente ante los males ajenos.  


¿Crees que tus personajes puedan tener una segunda oportunidad? Lo digo por los arrepentimientos, las frustraciones, las reflexiones de su presente.

El hecho de que piense que todos deberíamos tener una segunda oportunidad para comenzar de nuevo no quiere decir que la tengamos. ¿Qué hubiera sido de nuestras vidas si en un momento determinado hubiéramos hecho una cosa distinta a la que hicimos?

Hay quien dice que arrepentirse sirve de poco, porque el pasado no puede cambiarse. Y es cierto. Pero creo que, de algún modo, la mayoría de los personajes de Las constelaciones del patio empedrado tienen una personalidad estoica que los empuja a poner todo su interés en algo hasta que lo consiguen, y que los lleva a empezar de nuevo cuando algo se termina.



¿Por qué los lectores hispanoamericanos deben leer Las constelaciones del patio empedrado? ¿Cuál es el mensaje que quieres transmitir?

Los lectores hispanoamericanos deben leer la novela porque trata de un viaje emocional y geográfico a una tierra desconocida más allá de Don Quijote, donde descubrirán usos y costumbres ajenos y un lenguaje que tiene que ver con el saber popular, un viaje emocional donde tomarán la pulsión de la vida de gente corriente en la que también está lo excepcional y extraordinario, donde escucharán sus pensamientos y sentirán la seducción de las noches de verano consteladas en las que soñar y forjar fantasías, puede que hasta lleguen a sentir los labios impregnados de azúcar y notar la mirada de ojos tan vivos que chispean como burbujas de gaseosa. Y escucharán la banda sonora que acompaña a la novela con los programas radiofónicos de discos dedicados. Circunstancias que, por otro lado, están en todas las culturas, por mucha que sea la distancia que separe a España de nuestra idealizada Hispanoamérica.

Y si hay un mensaje a trasmitir por encima de otros es el de que la vida y la lucha son una misma cosa, y que todos orbitamos alrededor de un sueño.


¿Cuál es tu próximo proyecto literario?

En estos días acabo de finalizar la reescritura de una novela corta. Y retomado la escritura de otra de mayor extensión, en un entorno que va desde los años cincuenta a los dos mil pasando por los ochenta, que tiene que ver con el pasado, pero, principalmente, con el futuro que un día imaginábamos.



Jesús Manrique (Madrid, 1965)

Tras su nacimiento en Madrid se traslada a Villafranca de los Caballeros (Toledo), donde transcurre su infancia y juventud, para volver a Madrid en la década de los años ochenta. Sus capacidades creativas con las letras le hacen poseedor de una escritura personal fruto de la sencillez de los mejores narradores.

Su primera novela, con la que se dio a conocer, El amor de las mujeres, es una historia sobre el albedrío y la indeterminación que fue seleccionada entre los finalistas del II Premio Iberoamericano de Narrativa Planeta-Casa América. Más tarde aparecería El invierno que vendrá, una colección de cuentos, de conflictos familiares entre el medio rural y la metrópoli que son una invitación de los sentidos y hacen de la obra un monumento de historias siempre contemporáneas Y recientemente acaba de publicar Las constelaciones del patio empedrado, lee la reseña aquí.





“Todos orbitamos alrededor de un sueño”




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