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La constancia de Ricardo Ramírez Requena


El escritor, gestor cultural y profesor publicó este año con la editorial Libros del Fuego El porvenir. Diarios 2015-2020, con el que continúa desde la intimidad, la literatura, la familia y lo político su ejercicio reflexivo en torno a la memoria, lo que somos y lo que encontramos. “Una de las cosas que he descubierto de mí es aquello que me sostiene”, dice el autor.



Por María Angelina Castillo
Twitter: @macborgo


En Ricardo Ramírez Requena la constancia es virtud. Día a día lo suyo es hacer, desde toda trinchera posible: la de la casa, que es su esposa, su hijo, su familia; la de la formación, con sus talleres de literatura, la universidad; la de la gestión cultural, desde la Fundación La Poeteca; la de la literatura, entre sus poemas, sus diarios y sus ensayos.

El tránsito como una manera de creer, a pesar de todo. Y esa constancia la deja también en El porvenir. Diarios 2015-2020, que publicó con la editorial venezolana independiente Libros del Fuego y presentó el pasado 3 de junio en los espacios del Banco del Libro, en Caracas.

Este se suma a otros como el poemario Maneras de irse (Ígneo, 2014), el diario Constancia de la lluvia (Fundación para la Cultura Urbana, con el que ganó el XIV Concurso Anual Transgenérico de esta fundación), el libro de ensayos Otros bosques (El taller blanco editores, 2020) y la antología Poesía contra la opresión. 1920-2018 (Provea, 2019).

En este punto de tu escritura, ¿has desarrollado una regla o metodología personal al momento de emprender un diario? ¿Un deseo consciente de mostrar a otros (o a ti mismo) un discurso particular?

En verdad no, no he desarrollado ninguna metodología personal. Lo único que para mí es importante siempre es escribir a mano. Yo todo lo escribo a mano primero y luego va el proceso de transcribirlo en el momento en el que corresponda, sin mayor apuro. Pero para mí los cuadernos, los bolígrafos, sin distingo de marcas ni nada por el estilo, son importantes. Lo vinculo con el acto físico de escribir a mano. Siempre pienso el diario un poco como la dicción íntima que uno puede trazar en un salón de clase. En donde uno se muestra; pero no tiene intención de que sea arrebatadora, sino que se muestra con gentileza, con cortesía, con vista a generar algún tipo de empatía. Siempre escribo pensando que lo que estoy escribiendo en el diario puede ser leído. Por supuesto, cuando se va a transcribir, algo que lleva tiempo y que pueden pasar años antes de que ocurra, hay un proceso de primera edición, pensando pues en un orden narrativo y continuidades en el marco del día.

Más allá del ejercicio literario, hacer un diario, llevar un diario, releer un diario, continuar los diarios... ¿es dejar constancia de qué exactamente?

Para mí escribir diarios, y también aquí incluiría apuntar cosas, pensando los apuntes en los términos de Elías Canetti y Rafael Cadenas, es una forma de pensar. Para mí pensar pasa por escribir, por hacer trazos. Y para mí, los diarios son una forma de pensar y de reflexionar sobre el mundo en el que me encuentro y las reacciones que esto puede llegar a tener. Y, por supuesto, pasa por la experiencia de los días. Quizás lo que pueda diferenciar el diario del ensayo en mí es que el diario pasa por el rasero de los días. El ensayo, pues, ya de alguna manera entra en otra cosa.

En este punto, y en particular luego de sacar El porvenir. Diarios 2015-2020, que va atravesado por tu enfermedad y la enfermedad del mundo (con la aparición de la pandemia)... ¿qué has descubierto de ti? ¿Te has visto en la completa «desnudez»?

Una de las cosas que he descubierto de mí es aquello que me sostiene. Mi madre, mis hermanos, mi familia extensiva. Por supuesto, una mayor unión y sentido del mundo con mi esposa, y la maravilla del mundo y también el temor ante ese mundo en mi hijo.

También he descubierto, o redescubierto, que necesito pocas cosas. Tener unos libros, unos cuadernos, unos lápices, bolígrafo, internet, ver un alguna serie o alguna película que me guste, un jean, dos jeans, un par de zapatos, dos pares de zapatos, una franela, un pan con mantequilla y un poco de café es realmente suficiente para mí. Creo que a mí la pandemia me recordó eso. El valor precioso que tiene la soledad, o disfrutar el mundo también desde lo interior. Yo con el diario he descubierto una meditación interior que ya había cultivado, quizás en mis tiempos más adolescentes, y eso me ha gustado mucho.

Quizás una reconexión con cierta pureza. Y en los últimos tres años, luego de terminar El porvenir, eso se ha ahondado mucho, mucho más.



Esos diarios que han sido escritos por autores venezolanos que tal vez no sean tan conocidos, ¿de qué nos hablan?

Venezuela tiene diaristas. Desde los trabajos de la memoria hay muchos diarios de extranjeros en Venezuela, en el siglo XIX: de viajeros, exploradores, diplomáticos que me parecen muy valiosos, porque son una mirada ajena a quien se encuentra acá y me parece que brinda una objetividad. Quizás desde Rufino Blanco Fombona es que el diario alcanza una cuota bastante importante y elevada. Es decir, todo diarista venezolano tiene importantes antecedentes en la escritura memorialística. Nada más con Francisco de Miranda y con Blanco Fombona ya tenemos bastante. Alejandro Olivero es quizás de los más desconocidos, pero tiene ya más de treinta años escribiendo y publicando. Pienso en Rafael Castillo Zapata, Antonio López Ortega, pienso en Victoria de Stefano, Alejandro Sebastiani y otros. El diario ha sido una forma cultivada entre nosotros y nos habla del tiempo que han vivido, de las inquietudes intelectuales o emocionales que pueden vivir.

Está también el de Armando Rojas Guardia, un diario es la mirada de un mundo, de un tiempo y de un espacio desde la perspectiva de alguien en particular. Y lo que le da valor es que apreciemos la perspectiva que ese individuo le dé y que estemos dispuestos a ser sorprendidos por lo que esté trazado ahí.

Al final del libro hablas de oscuridad y de la esperanza de días mejores. Eso fue en 2020. A tres años de esas palabras: ¿dónde ves esos días?

Yo siento que la oscuridad sigue presente. El mundo está lleno de violencia y crueldad. Hay una guerra entre Rusia y Ucrania terrible que nos afecta a todos. Siento que Venezuela está peor, hay mucha gente pasando hambre. Creo que no solemos tomar fuerte conciencia de lo realmente mal que nos encontramos y el foso a donde hemos caído. Por otro lado, siento que he podido vivir un proceso de crecimiento espiritual, intelectual, importante para mí.

Yo siento que estos últimos tres años, en especial este año, ando en un antes y un después que me está llevando a dejar atrás muchas cosas que considero inútiles, porque no son valiosas, porque no son lo que yo soy. Y me concentro en cosas que sí son importantes, que sí son clave. Y eso me ha permitido descubrir en la vastedad de las cosas, la plenitud. Una plenitud en la que cada día siento que me voy sintiendo en comodidad, sereno, templado. Y es el espacio, como diría Séneca, en el que me quisiera encontrar un jardín, una biblioteca y, quizás, el mar y los seres que amo.



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