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La creación y sus eternos cuestionamientos


¿El deber está reñido con la libertad? ¿Se considera que el artista tiene un deber o una misión en su proceso creativo? ¿Qué sucede cuando el creador indaga en su más profundo: transforma o refleja lo que ve? Desde los inicios de la humanidad ha utilizado su lenguaje para contar quién es y cómo se vincula con aquello que lo rodea. Aquí opinan los artistas sobre todas estas cuestiones

Por María Angelina Castillo Borgo





El arte podría concebirse como una vinculación entre lo que nos rodea y lo que somos. Y en esa relación, el artista se encuentra con los demás para también, la mayoría de las veces, cuestionarse sobre lo que está más allá de la existencia. O tal vez no. Son múltiples las definiciones y concepciones de esta forma de comunicación que eleva al hombre. Y en ese proceso, se unen el artista y el espectador en un profundo estado de contemplación, en el que se genera la comunicación sobre lo que ven, sienten, imaginan, sueñan, los desconcierta o los atormenta. Es también una manera de luchar contra el olvido, en nuestro paso frágil por este mundo.

En este proceso surgen diversas necesidades y cuestionamientos. Preguntas que se orientan a si el artista “debe” responder a través de su arte a una realidad que vive o, por el contrario, transformarla. ¿Debe incluso incluir la palabra “deber” en su vocabulario al crear? Un grupo de artistas venezolanos de diferentes disciplinas reflexionan al respecto.

Oswaldo Maccio
Director de teatro, dramaturgo




“La palabra deber y la palabra arte, al menos en este momento, cuesta unirlas en una oración. Sin embargo, todos podemos reconocer un deber en el arte. Pero este es cambiante, es difícil de precisar. Depende de quién genere la obra, depende también de quien la recibe. Por otro lado, creo que la transformación de la realidad es algo que el artista nunca ve. Puede soñarla, puede querer lograrlo, pero eso nada más lo va a decir la recepción de la obra. Básicamente el arte puede hacer tres cosas: puede imitar la realidad, que sería retratarla; puede construir a partir de ella, o puede alejarse de ella y abstraerse. Eso es un poco en sentido teórico. Si el arte retrata la realidad, uno nunca va a saber si ese retrato que se ofrece puede alcanzar a quienes lo ven para que se den cuenta de algo sobre su propia realidad. Lo ideal sería eso. No todo arte persigue eso tampoco. Lo que me conmueve o lo que me gustaría rescatar es el hecho de que las personas que hacen arte creen en la humanidad. Puede que con rebeldía o ira, rabia, resentimiento, tristeza, decepción; pero incluso esa herida existe porque hubo una confianza en la humanidad. Y lo importante es que toda obra de arte surge o nace de una profunda de allí: la confianza de que la humanidad puede verse a sí misma, puede entenderse, puede nombrarse. Y si algo se puede entender como deber en el arte, en tal caso, es este: es hacer la pregunta, cuestionar, poner el dedo en la llaga u ofrecer preguntas”.

Rossana Hernández
Actriz, productora, docente



“El trabajo del artista parte más de una necesidad que de un deber. Algo le parece inaudito, deslumbrante, injusto, hermoso o terrible y aquello le sobrepasa, necesita ponerlo afuera. Y en esa operación se traduce en metáfora, usa un lenguaje estético, crea un discurso, que encuentra eco en quienes perciben su obra. Nadie, nada le obliga a hacer este trabajo; si así fuera, correría el peligro de estar al servicio de ideologías, personas e instituciones. Sería cualquier cosa menos arte y, seguramente, tendría una dudosa estatura ética y estética. El deber es impositivo, y el arte requiere de una gran libertad. Sin embargo, las sociedades se sostienen gracias a las miradas de sus artistas, que vienen a conformar un registro profundo de su época, porque en esa operación de traducir la realidad en lenguaje poético, le da forma. El artista, generalmente, se interesa por su tiempo, va de la mano con él y en su obra denuncia, alaba, impele o canta sus alegrías, y por ese instante, al menos, lo transforma, crea universos, abre rendijas y comunica posibilidades. El artista es fundamental para su sociedad, le otorga vitalidad. No es posible una sociedad sin artistas, estaría muerta”.

Juan Luis Landaeta
Artista plástico, poeta



“Quizás la obsesión que acompañó al siglo XX y continuó en el XXI es la del sentido de la obra: ¿qué sentido tiene? Y a partir de eso viene la pregunta de la utilidad. Cuando el arte deja de ser estrictamente figurativo en apariencia deja de tener una utilidad. Entran en juego otras nociones. Creo que la obra es precisamente el lapso de racionalidad que tenemos. Lo que te conmueve, lo que genera un diálogo que atraviesa los siglos o lo que genera esa empatía universal, como la música, es esa cualidad que tiene de confrontar, de agradar, seducir. Yo creo que el deber de un artista es atender a la perfección interna de su búsqueda, cualquiera que sea. No me gusta el arte comprometido, me parece que cuando tiene ese peso en los hombros se convierte en panfletario. Porque el arte comprometido siempre es coyuntural. No creo que el artista tenga que tener la ínfula de que su arte puede transformar la sociedad. Creo que las mayores obras, precisamente por presentar un ámbito de trascendencia que excede cualquier voluntad del artista, no pueden tener encima un yugo de deber impositivo. ¿Qué siento que sí puede hacer el artista? Y esto es del poeta Rafael Cadenas: ser contraste. Ahí sí puede haber un deber, en no ceder, no tener acto de complacencia con el poder o con el discurso imperante, cualquiera que sea. Sobre todo porque creo que el artista es lo opuesto al ente totalizador y la pluralidad implica también que no solo haya una realidad sino múltiples realidades. En el arte, los artistas siempre tienen un rol de cuestionar, aun adhiriéndose a una causa: dudarla, ofrecer otra mirada”.

Rafa Pino
Cantante, compositor



“Yo siempre he visto el arte desde el punto de vista romántico y no necesariamente común en la época que vivimos: que el artista tiene una inquietud que lo lleva a reflejar ideas a través de la expresión que maneja. En ese sentido, lo que le sea genuino, bien sea reflejar el tiempo o transformarlo estará bien. A  mí lo que me hace ruido es que el arte funcione por tendencia, como que este asunto de imposición de tendencias que hoy en día vivimos y que ha puesto a la humanidad entera entre la espada y la pared, porque todo se vive con una inmediatez abrumadora. Siento que nos hace consumir demasiado en muy poco tiempo y no hay proceso de catarsis. Es un montón de información junta y entonces uno no sabe en qué dirección va la cosa. Pero cuando el artista es honesto, el público tiene la posibilidad de ver un montón de opciones, porque entre gustos y colores… A mí me parece muy bonito descubrir cosas genuinas y me sorprenden y me emocionan porque siento que es donde está la genialidad del artista que se sienta a dedicarle tiempo. Sobre el deber, siento que el artista debe seguir su instinto y su pulsión creativa. Y siento que así pasaron cosas como Mozart, Queen, Simón Díaz, Aldemaro Romero y la onda nueva, Vytas Brenner, C4. Gente que se movió a crear cosas, que no se movió por lo que hacía la mayoría, que es lo uno ve: artistas que comienzan haciendo rock y los escuchas ahorita haciendo urbano. O artistas que comenzaron teniendo una línea de trabajo muy peculiar y luego comenzaron a sonar como suena todo, desde el punto de vista de estética sonora. Es jodido”.


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