Leonardo
Alfonzo Amarista: La poesía puede tomar la forma que necesites
Cuando escribo surge gente, conversaciones, canciones, espacios, olores, comidas, entre otros, por eso puedo revisitar cada lugar en el que he estado.
Por: QuéLeer
@queleer
Poeta por vocación, el venezolano radicado en Buenos Aires, Leonardo Alfonzo Amarista (El Tigre, 1994) confiesa que se identifica con todos los poemas que incluyó en su primer libro Jardín Okigata (2021). Su microuniverso expresa la obsesión por los estados mentales y lo humano. En entrevista a Qué Leer confiesa que se reconoce en la poesía de Rafael Cadenas. En cuanto a sus planes, habrá sorpresas interesantes como su incursión en la narrativa y hasta la creación de un Leoverso.
¿Qué significado tiene para ti, tu primer poemario publicado, Jardín Okigata (2021)?
Me resulta un logro personal porque fue un libro que decidí armar en plena pandemia, la incertidumbre sanitaria me generó miedo. Por ende, quise dejar un primer trabajo donde se viera la evolución de mi voz poética. Cuando me han preguntado les digo, no tan en broma, que he tratado de ser el curador de mi primera poesía. Tomé todos mis poemas desde el 2013 hasta el 2018, fecha en la que me fui de Venezuela, para dar forma a algo. Y fue complicado porque el estilo va cambiando, entonces, en vez de reescribirlos, los edité bajo sus propias reglas. Cada poema del libro está incluido porque aún me identifico con ellos.
Juan Maldonado, que es un poeta y editor cordobés, le dio la oportunidad, con Alción Editora, a este libro venezolano editado en Argentina. Estoy muy agradecido.
¿Por qué escogiste ese título que proviene de la cultura japonesa?
Parte de este libro tuvo un primer precedente en el 2016. Se iba a llamar “Días de Chanza” y le iba a poner un fruto de mamey en la portada, lo envié a un concurso de poesía. Recuerdo que lo declararon desierto, así que desarmé el libro y fui escribiendo más.
Jardín Okigata viene del último poema del libro, titulado Destello de Okigata. La idea de esto fue crear un microuniverso en donde deambularan todos los tópicos tratados y sus respectivos tiempos. Okigata es una lámpara de piedra, usada mayormente para jardines japoneses. Esto viene a mí por ser un niño de los noventa, no he viajado a Japón, pero sí he consumido un montón de series animadas de ese país, uno se adentra en esa linda cultura. Nuestra época es de globalización.
En tus poemas abordas variados tópicos: naturaleza, ser humano, muerte, familia, libertad, amor, mutantes. ¿Qué te inspira más?
Creo que con el devenir del tiempo y del cuerpo uno va hablando de tópicos que luego se retoman con otra perspectiva. Me parece que lo importante es usar el pretexto lo mejor posible para decir lo que puedas decir. Pero creo que uno de mis temas frecuentes es lo humano y los estados mentales.
En tu poesía hay crítica, como se ve en el poema titulado 1999. ¿Con qué te sientes inconforme?
“…los hombres de banda al hombro
títulos y cargos de importancia no son ancianos
con decisiones ególatras y nos están cagando el presente.”
La crisis latente de mi país, cómo hemos perdido cosas y hemos puesto parches, pero esto es así porque hay un régimen que nos tapona mal las posibles salidas. Este poema se fue haciendo desde los recuerdos de un niño que no tenía la capacidad de discernir un escenario político, que vitoreaba la decisión de sus mayores. Hace poco leí ese poema por primera vez en un evento poético con venezolanos y argentinos, sentí que compartí algo necesario. Dejar en claro que hay eventos negativos que ocurrieron, se han ido transformando y que no deben olvidarse.
¿Qué encerrarías en tu “jaula”?
No lo veo necesariamente como un artefacto de la moral. Diría que ayuda a mediar con lo dañino. Ahí estarían las líneas de pensamiento y acción que atentan contra el ser humano (prejuicios, discriminación, exclusión).
¿Por qué es importante para ti reinterpretar la cotidianidad? En los poemas: Figura de barro, El alimento más importante del día o en Charcutería, se puede apreciar esa sensibilidad poética.
Porque en medio de tanto ruido del mundo, creo que es bueno prestar atención al barullo o la calma que está más cerca de nosotros. Esa poesía de lo inanimado, de lo consumible, de lo que nos topamos a diario, me parece hermoso poder tenerlo en cuenta para extrapolar situaciones. Estos elementos que no son convencionalmente poéticos, pero que nos fascinan a las personas. En Figura de barro hay un intento de humanizar, pero para poder ver cosas en otros; los otros dos poemas desarrollan la comida y su disfrute con adversidades sociales como en Charcutería, o utopías que el hombre quisiera vivir, como en El alimento más importante del día, dicho de paso, es un poema que quise hacer llegar a la Kellogg’s, me hubiese gustado ver poesía en las cajas de los cereales cuando era niño.
¿Es Destello de Okigata un poema que refleja el camino de tu vida?
Destello de Okigata cierra el poemario, pero no es un final, es un camino trazado. Puedo decir que es un tributo incluso para todo lo que me ha servido en mi viaje personal. Hay frases de personas queridas, aprendizajes, referencias de música, series de animé. Es un poema que escribí para el Concurso Rafael Cadenas del 2019, no quedó, pero me sigue marcando hasta la fecha.
¿Desde cuándo te interesa la poesía? ¿Cómo fueron esos comienzos?
La poesía me interesa desde adolescente. Originalmente mi idea era escribir cuentos y novelas, por esa misma necesidad de hacer historias. También tuve influencia de mi tía Ilis Alfonzo, que trabaja con novelas y ensayos, ella reside en Caracas. De niño había leído a poetas venezolanos como Andrés Eloy Blanco y Aquiles Nazoa, pero no era algo que me moviera a escribir. No fue hasta que leí a Naudi Enrique Lucena en El genio de los huevos que tuve un interés auténtico, su poesía era diferente, eran versos libres y hablaba de otros temas. Sin embargo, lo retomé de adolescente y con otras lecturas pude entender más cosas, era aun más interesante, después vino Ramos Sucre y con él un gusto más afianzado.
Mis primeros poemas fueron más prosa poética, textos reflexivos, mi lectura de Ramos Sucre me llevó a ese formato. Con el aumento de lecturas de otros autores fui decantando en versos, aunque no sea una regla fija para mí.
De poetas venezolanos que me marcaron puedo nombrar a José Antonio Ramos Sucre, Salustio González, Rafael Cadenas, Juan Calzadilla, Juan Sánchez Peláez, Ana Enriqueta Terán, María Calcaño, Vicente Gerbasi, Rowena Hill, Magaly Salazar Sanabria, Blas Perozo Naveda, Hanni Ossott, Armando Rojas Guardia, Yolanda Pantin, Igor Barreto, Arturo Gutiérrez Plaza, Luis Moreno Villamediana, Jacqueline Goldberg, Eleonora Requena, Carlos San Diego, Luis Enrique Belmonte, Gladys Mendía. También estoy al pendiente de lo que escriben mis congéneres, poetas que he conocido por antologías en las que aparezco, me gusta saber qué escriben mis cercanos. Hay autores del extranjero, tanto de poesía como de narrativa, pero si nombro me voy de largo.
Has sido finalista en el V y VI Concurso Nacional de Poesía Joven Rafael Cadenas. ¿Es acaso el poeta larense, uno de tus referentes?
Sí, es uno de mis poetas favoritos, él también hizo prosa en sus primeros libros y su manera de nombrar es tremenda. Lo tuve presente desde mi infancia porque mi tía fue su alumna y ella realizó ensayos sobre su obra. Entonces, tuve material que pude entender mejor cuando fui más cercano a la poesía y otros géneros literarios. Puedo reconocerme a veces en sus versos: “que me he vuelto el hazmerreír de mucha gente por vivir en el limbo”. Pero del derrotero puede salir algo muy bueno.
Hoy por hoy, ¿crees que se lee más poesía que antes?
Me gusta creer que sí, sin embargo, cada generación existente tiene más poesía para leer que la anterior. Hay que buscar leer a los maestros y así ver cómo se evoluciona el lenguaje. Me siento orgulloso de que haya una tradición poética sólida en Venezuela, eso hace que tengamos muchas voces. Sin embargo, es real que debe existir la crítica. Como poeta me gustaría ensayar un poco sobre lo que se está escribiendo, pero justo para eso debo seguir en lecturas.
Actualmente resides en Buenos Aires, Argentina. Una vez declaraste que consideras a la poesía como un cordón umbilical que une a la diáspora venezolana. Explícanos.
En definitiva, algo que he experimentado desde que me fui de Venezuela es lo transitivo. Este es mi segundo país luego de la migración, me he mudado de vivienda muchas veces, he cambiado de trabajo todavía más, pero la palabra escrita queda. No tengo la mejor memoria, pero la poesía me ayuda a fijar mi entorno.
No digo que tenga una función en sí, pero la poesía puede tomar la forma que necesites. Cuando escribo surge gente, conversaciones, canciones, espacios, olores, comidas, entre otros, por eso puedo revisitar cada lugar en el que he estado. Me mantengo en comunicación con compañeros de oficio que están en Venezuela y en otras partes del mundo. Y otro tanto de cosas que me mantienen conectado.
Coméntanos sobre tu próximo proyecto literario.
Mi proyecto que verá pronto la luz es un libro de cuentos o novela breve que empecé a escribir en la pandemia. Es una gran alegría para mí, porque sería mi primera publicación como narrador. Esta historia la he venido trabajando de a poco, quiero que quede un buen trabajo. No digo título, pero estará bajo el sello de Palíndromus con Jorge Morales Corona de editor, que también es poeta y narrador, ha sido una muy buena experiencia trabajar con él. Otra cosa que puedo decir del libro es que tendrá conexión con Jardín Okigata. Es interesante porque me gustaría crear un Leoverso, a la manera de los creadores de comics. Hay cosas que podrán complementarse entre libros, por ejemplo, la segunda sección del poemario titulada “Torre Quemada” tiene poemas escritos en la época en la que se desarrolla la narración. El libro saldrá este año y trataré en lo posible de que pueda adquirirse en físico en Venezuela.
Para terminar la entrevista, quisiéramos que dejaras para nuestros lectores algún extracto de Jardín Okigata.
Ya que Jardín Okigata tiene tres partes dejaré un poema de cada una de estas.
De Lámpara de piedra:
Rastrojo del pulso
Un eco se aloja próximo a nosotros para servirnos
pero desconoce el lugar donde estamos.
Puede apostar el que sepa menos de estas cosas
que las franjas que separan personas
tienen pandemias intransmisibles.
Nos valemos de nada para enseñar lo apropiado.
Si alguien viene a convencernos de lo errado
tendrá astillas en la cara,
gracias al germen que lo convierte todo en oro
ya pocos guardan reservas.
Sin corrupción, igual a un bambú nos concibieron,
regaron condimentos en estas cortezas
y cuando crepitamos al ardor de los instintos
nuevos seres nos quieren señalar,
lo importante es no seguirlos.
De Torre quemada:
Charcutería
Persigo lonjas de jamón de cerdo desde pequeño
porque son las más sabrosas. Su sabor es más intenso
cuando el cuerpo se pliega en partes,
fue así como aprendí física de amateur.
Como todo lo anterior y lo subsiguiente,
por analogía, por comparación, a la descarte’s.
Por culpa del famoso tocino
me había viciado con las marcas de carnes frías
y Maite Delgado era muy hermosa en la televisión.
A través de mi desarrollo permanezco fiel a mi gusto,
porque algo que se quiere sin ser consciente no solo lo dejas,
aunque se deba sonreír con poca frecuencia después.
Así, a veces, creo que el Estado ha querido separarnos,
contra natura, de lo que siempre quisimos.
El jamón se ha vuelto severo y adopta una postura ante mí:
quiere que me supere, sabe lo que debo hacer para recuperarle,
para no verme derrotado ante una pared de miradas pintadas,
para no tener que fingir gusto deshonroso con el fiambre.
De Luciérnagas:
Escribí este poema para que vivas, incluso si la gente te olvida
La cualidad transgresora de mi cerebro
por ir armando un complejo modelo de tu cuerpo
e ir nombrando cada parte como si la biología
no hubiese sido una ciencia verificable.
Si cada uno representa un plano de universo
podría formular el origen del amor, contigo,
al conocerte, sin más, solo tomando como fuego
tus mejillas iridiscentes.
El espacio sigue componiendo tus extensiones
para abarcarlo todo como de costumbre
en cada dirección que he emprendido,
siempre nueva, a punto de conocerte,
sabiendo que eres tú.
Nos enamoramos distinto cada vez de otras rocas,
siluetas, botas, sin perder el instinto de servirles,
de sacarnos un cuarzo desde dentro
y mostrarlo cada noche para mejorar su descanso.
Pero no fuiste objeto ni te llevaste lo mejor de mí,
tan solo lo congelaste, hiciste lo que quisiste
sin retirarte del todo, aprendiste de las chicharras
a dejar tu armadura de lado al cantar tu canción final,
esa que sigo repitiendo hasta convencerme
de que a pesar de recrearte, si exististe en verdad
y aún deambulas por ahí.
Leonardo Alfonzo Amarista (El Tigre, 1994). Es poeta, narrador y Licenciado en Administración de empresas graduado en la UGMA.
Está incluido en la Antología de poesía joven Amanecimos sobre la palabra (2016), Antología de poemas e ilustraciones La nueva normalidad (Argentina, 2021) y ha sido finalista del V y VI concurso de poesía Rafael Cadenas. Publicó el poemario Jardín Okigata (Alción Editora, 2021), publicará este año un libro de narrativa con la casa editorial Palíndromus. Actualmente reside en Buenos Aires, Argentina.