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Oscarello: “La música es una religión y hay que rezarla todos los días”



Óscar Alcaíno, nombre real del músico y percusionista venezolano, integrante de la banda de ska Desorden Público, lanzó este año su primer disco en solitario Percusión & Buena onda. Lo presentó recientemente en el Centro Cultural BOD en Caracas y puede escucharse en plataformas digitales. Un experimento personal, tras casi cuatro décadas de trabajo colectivo: “Pana, salí de mi zona de confort y resulté ileso”.



Por María Angelina Castillo
Twitter: @macborgo


En la cuenta de su vida se suman 34 años ejerciendo como odontólogo en un consultorio de la parroquia Coche, en Caracas. Y se suman 37 años como percusionista de Desorden Público, una de las bandas más longevas aún activas en Venezuela. Ahora, en ese constante deseo de que ocurran cosas buenas, Oscar Alaíno ha abierto una cuenta más: grabar su primer disco en solitario. Aunque no estuvo solo, lo hizo con una pequeña ayuda de sus amigos, como él mismo dice recordando a Los Beatles.

En Percusión & buena onda, disponible desde febrero en plataformas digitales, Óscar, conocido en el medio cultural como Oscarello, vierte todo lo que le gusta. Un repaso delicioso por esa historia melómana que es su vida adquiere nuevos matices, otras maneras de llegar y transiciones que suenan a trópico.

Coproducido por Jesús Bosque, es un álbum de covers que incluye temas como “Tear Drop” de Massive Attack, “As Falls Wichita, So Falls Witchita Falls” de Pat Metheny, “Vessel” de Ralph Towner y “Alma con alma”, un bolero de Ray Barretto en el que Oscarello se cuela como personaje para enamorar a una mujer, aunque él cante mal.

El disco tiene a sus compañeros de banda Horacio Blanco y José Luis “Caplís” Chacín; y a sus hijas Camila (voz) y María Victoria (diseño de la carátula). Tiene timbales, teclados. Todo.



¿Cuánto tiempo pasó del “grabar cosas sueltas” al “vamos a hacer un disco”? ¿Y qué fue determinante en esta decisión?

No tengo madera de compositor. Pero un día estaba descubriendo una app, y escuchando Massive Attack, y me puse a acompañar la canción con un golpe de tambora zuliana. Y pensé: esto funciona buenísimo. Y en esa misma app grabé el tema en un canal, luego la gaita en otro, y le iba metiendo efectos. Dije: pero yo puedo hacer un disco de covers a mi gusto, con bandas y grupos que me gusten. Antes se me ocurrían ideas y las iba desechando, las dejaba pasar. Pero con Massive Attack y un tambor zuliano no pasó así. Esos fueron determinantes.



Siendo un músico reconocido, miembro de una de las bandas de mayor trayectoria en Venezuela, ¿cuáles son las libertades y al mismo tiempo los miedos/restricciones que implican lanzar un primer disco en solitario?

Miedo siempre hay. Pero uno dice: nada, pa’ lante. Pa atrás ni pa’ peinarse. Ya estoy montado en el burro. Hablé con mi gran amigo Jesús Bosque que, como digo yo, me aterrizaba los sueños. Y con el pecho duro escogimos temas. El disco empezó a tomar forma. Y me atreví. Me metí en un estudio y empezó todo a fluir de una manera bastante liviana. Desde ese momento hasta ahora, el disco ha crecido muchísimo. Primero, grabarlo; luego, las entrevistas. El disco en físico, los Premios Pepsi Music. Y lo más reciente: haberlo presentado en el Centro Cultural BOD. Agradablemente impresionado, porque comencé a hacer este disco por hacerlo, no pensé que me iba a traer estas alegrías.



¿Cómo fue esa distribución de tiempo, de ganas y de creatividad entre los ensayos con la banda, los concierto y giras, y la grabación de Percusión & Buena Onda?

Con Desorden Público ya no tenemos la misma dinámica de ensayo. Antes era todos los días y todas las noches. Así fuéramos a ensayar sin ganas, igual íbamos, hablábamos. Pero ahora cambió. Ensayamos una o dos veces a la semana, más como algo de mantenimiento. Y cuadro mis horarios con los tres músicos que tocan conmigo en el disco. Ensayamos en casa, en un cuarto donde están los instrumentos. En cuanto a los tiempos, la preproducción la hicimos en 2021. Ya un año antes había estado madurando las cosas. Era pandemia y estaba encerrado en la casa, solamente salía al supermercado. Me ponía a trabajar en mi cuarto, con mis instrumentos.

Dije: déjame aprovechar el tiempo y me puse a buscar temas, a escuchar más música de lo normal. La música es una religión y hay que rezarla todos los días.


En el disco hay géneros e influencias musicales, detalles y guiños de su personalidad (como la curaduría de películas), participan sus hijas, sus desordenados. Lo hizo a su gusto. ¿Qué sabores le deja en la boca este álbum?

No solo en la boca, en todo el cuerpo. Todo fue en familia, entre amigos. Y todos se ponían a la orden para colaborar, no era que tenía que llamarlos. Muchos casi se molestaron conmigo porque no los convoqué (risas). Y al día siguiente del concierto en el Centro Cultural BOD me cayó la moneda: coño, pana, salí de mi zona de confort después de 30 años y resulté ileso.


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