Quiero envejecer como Cuarteto de Nos

Por Lizandro Samuel
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Clint Eastwood es tan viejo que ha vivido todos los Mundiales: vio morirse a Di Stéfano, Pelé y Maradona. Al mismo tiempo es tan joven que después de entrar en la tercera edad empezó a hacer algunas de las películas más refrescantes de los últimos años, afianzándose como uno de los grandes directores de la historia. En una era en la que las brechas generacionales son cada vez más amplias, crear arte relevante y duradero es más difícil. Algunos lo logran. Es a ellos (y no a Jennifer Aniston, Johnny Depp o Madonna, aunque también) a quienes quiero pedir la fórmula, si no de la eterna juventud sí de la eterna vigencia. Esa que pareciera que Shakespeare y Cervantes se llevaron a la tumba.
El pasado sábado 14 de junio de 2025, El Cuarteto de Nos se volvió a presentar en Caracas. Fue una de las primeras paradas en su nuevo tour para promocionar Puertas, su más reciente álbum. Los comentarios con los que más me topé en el concierto eran de sorpresa al ver a tantos jóvenes siendo fans de un grupo que se fundó en 1978 y cuyo frontman ya pasó los 60. Como ya se sabe, la banda se divide en dos: antes de Raro y después de Raro. Y, aunque en la primera etapa se observa el germen de lo que floreció en la segunda, la verdad es que las dos eras son radicalmente distintas entre sí. Podríamos decir que, aunque es un grupo de más de 40 años, su propuesta actual tiene apenas unos 20.
Frente a mí había dos chamitas de 11 o 12 años que habían arrastrado a su mamá al show. Las jóvenes cantaron TODAS las canciones, mientras su chaperona las filmaba con más interés en sus muecas que en lo que ocurría sobre la tarima. Detrás de mí, por el contrario, había una pareja de sexagenarios que se alternaban para cantar: él se sabía unos temas y ella otros.
Mientras que en proyectos musicales como el de Servando y Florentino hay madres que llevan a sus hijos para presentarles a los referentes de su juventud, o en otros como en el de Fito Páez alguien nacido después de la caída de las Torres Gemelas es una rara avis, con Cuarteto de Nos se ve de todo: padres que llevan a sus hijos, hijos que arrastran a sus padres, gente que viaja desde un extremo del país para escucharlos; adolescentes, adultos y ancianos que son seguidores con el mismo fervor. Son tan modernos que honran esa máxima del marketing contemporáneo que reza que la segmentación por edad o estrato socioeconómico es insuficiente. Cuarteto de Nos llega a públicos que tienen en común otras cosas.
“Esto, más que un concierto, parece una sesión de terapia colectiva”, dijo Roberto Musso, el vocalista y letrista de la mayoría de las canciones, en medio del espectáculo. El espíritu de la banda sigue teniendo algo de la venganza de los nerds, los raros que triunfaron y ahora son idolatrados. Pero también de los intelectuales que bailan, de los genios que, más que demostrar lo inteligentes que son, encuentran en el humor una forma de conectar con la audiencia. Todo eso sigue presente, solo que ahora también se suma el arquetipo del anciano que habla con una sabiduría milenaria, pues si bien la banda acostumbraba a tocar temas relacionados con salud mental, creo que es la primera vez que lo hace sin recurrir al sarcasmo, la ironía o el humor negro. Canciones como “El cuarto de Nico” o “Esplín” parecen impensables en discos como Raro, Bipolar o Porfiado, que fueron los que les dieron fama internacional.
Tengo un par de años viendo el arte a través de un filtro propuesto por Jorge Drexler para entender la música: aquella que atiende al cuerpo, la que atiende a las emociones y la que atiende al intelecto. El 90 % de lo que se publica suele hablar de amor y sexo. Yo me cansé rápido de esos temas. No porque no me interesen, sino porque desde la adolescencia me aburrió que tantas canciones quisieran decir más o menos lo mismo: te amo, te extraño, te deseo, yo te hago el amor mejor que nadie, maldit@-por-qué-me-montaste-cacho, somos infieles y felices. En la vida hay más que eso.
Quienes escuchamos a Cuarteto nos perdemos por un universo de postulados, opiniones y miradas cuyos matices seguimos descubriendo con los años. En un tiempo en el que el adjetivo culto se desdibuja, la música de estos uruguayos lo es en un sentido clásico: combina arte, ciencia, política y filosofía a partes iguales. Casi siempre a través del filtro del humor, con frecuencia recurriendo a la narrativa y mezclando géneros (pasan de una base de rock clásico, a una de reguetón, a una de cumbia). Quizá solo así se explica que una propuesta llena de tantas críticas al mundo y a las nuevas tecnologías se haga, por ejemplo, viral en Tik Tok.
Yo vi a los mayores defensores de la cultura pop del siglo XX, a esos que se indignaron con quienes renegaban de la validez de los que hacían arte para la gente y no para los académicos, escandalizarse con el pop del siglo XXI. Es un ciclo interminable: a tus abuelos les escandalizó la música de tus padres, a tus padres la tuya y a ti la de tus hijos. Y todos se sintieron muy “rebeldes”, “jóvenes” e “innovadores” en su momento.
Hoy día esta transición es más violenta. La salsa y el merengue son vintage, el reguetón ya es algo de adultos con dolor de espalda, mientras que el trap, y sobre todo el dembow, marcan la pauta en las discotecas del Caribe. Somos más viejos hoy de lo que fueron nuestros padres a nuestra edad.
Durante 40 años, El Cuarteto de Nos ha sabido cambiar para seguir vigente y relevante, siendo igual de críticos. Con un sonido que siempre fue corporal, pues es un rock que invita a la euforia; intelectual, pues ahí está la fuerza de sus letras; pero que, en un proceso que inició con Habla tu espejo, ahora también es muy emotivo. Quizá solo ellos pueden poner a brincar a miles de personas que ensayan coreografías mientras cantan sobre el suicidio, con la frontalidad suficiente para que todos lo entiendan y la sutileza necesaria para que no los censuren las plataformas digitales.
Así me gustaría envejecer. Hablándole a todas las generaciones, criticando al mundo sin despreciarlo. Preocupándome por la adicción a la tecnología mientras soy viral en Tik Tok. Poniendo a bailar a mi público mientras les hablo de la depresión. Usando emoticones que sirvan para recordar lo qué pasó en el siglo V a. C., creando un arte que haga sentir orgullosos a todos los que somos un poco, o MUY, raros.
