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Diana Patricia se vuelve llanura con Doña Bárbara


La bailaora y coreógrafa venezolana presentó en el Teatro Municipal de Caracas su versión en teatro danza de la novela de Rómulo Gallegos que se adentra en el conflicto entre civilización y barbarie de la Venezuela rural de los años veinte, a veces no tan distante del país actual. 

Por María Angelina Castillo
Twitter: @macborgo




De entre las butacas del Teatro Municipal de Caracas emergían, como las buenas noticias, las cabecitas de Yolanda Moreno y Mery Cortéz. La primera impecablemente peinada con su moño bajo y un blazer blanco; la segunda, con su cabello en puntas color rosado fosforescente. Ambas regias, referencias inconfundibles de la danza en Venezuela, de lo tradicional y lo pop; firme testimonio de un tiempo que no ha terminado. Porque la excelencia en el baile no muere en el país, a pesar de las dificultades. El cuerpo en movimiento es saber vivir.

Estaban ubicadas a escasas filas del escenario. Se fotografiaron con todo aquel que las reconoció. No siempre sucede eso con los maestros en este país. Muchos son los genios anónimos que deambulan por los espacios culturales sin el merecido aplauso. Estaban allí para presenciar la tercera —y última— función de la Doña Bárbara de Diana Patricia, La Macarena, que adaptó la novela de Rómulo Gallegos a un espectáculo de danza teatro. Fue una función que agregaron al calendario, a petición del público y del recinto cultural que se sostiene con fuerza 140 años después de su fundación.

Desde que inició el proceso de restauración de las infraestructuras artísticas del oeste de Caracas hace una década, el Teatro Municipal muestra una de sus mejores caras: aire acondicionado, butacas y suelos reparados, el sistema de sonido adecuado para espectáculos. Pero quedan pendientes algunos elementos por mejorar: los relacionados con el comportamiento del público. Es necesario que el espectador internalice que en las salas de teatro no se ingiere comida ni bebida, tampoco se atienden llamadas telefónicas. Es un irrespeto al artista, a los demás asistentes y al teatro mismo.

En esta Doña Bárbara, entonces, se apagan las luces y se abre el telón. La “Tonada de luna llena” de Simón Díaz en versión flamenca da comienzo a la historia. Los primeros diez minutos del montaje muestran la escena de violación grupal que sufre Barbarita por un grupo de llaneros, que también asesinaron al que era su amor adolescente. La sala permanece en silencio, tensa quizás por las imágenes, algunas mujeres se incomodan. Probablemente Diana Patricia decidió ser enfática en lo terrible de la violencia contra la mujer. Moretones, sangre, llanto, impotencia. Probablemente lo hizo a modo de denuncia contra la violación sexual. Que no haya más agresiones, nunca más.

Barbarita se convierte, tras la experiencia traumática, en Doña Bárbara. Y comienza a narrar su historia, dividida en una docena de coreografías flamencas que se intercalan con escenas audiovisuales —presentadas a modo de telenovela— en las que, además de Diana Patricia, actúan figuras como Antonio Delli, quien interpreta a Lorenzo Barquero. La llanura es evocada desde la música, el melodrama, la fiereza, el dolor y las ansias de futuro. Allí se mezclan melodías criollas con andaluzas. Entre los episodios de baile destaca el “Pajarillo” con bulerías que sirve de cierre a la propuesta teatral.

En el montaje participaron 15 bailarinas y 5 bailarines, además de La Macarena. Duró aproximadamente una hora y media e incluyó versiones realizadas por el guitarrista flamenco español Vicente Amigo. Contó con el apoyo de El Rocío Estudio de Flamenco y Ajídulce Producciones, en alianza con Circuito Líder de Venezuela FM Center y su emisora Romántica FM. El costo de las entradas osciló entre USD10 y USD30, dependiendo de la localidad.


Historia de barbarie

Doña Bárbara es una de las novelas más conocidas de la literatura venezolana del siglo pasado. Se divide en tres partes y está ambientada en los llanos de Apure, en los predios del río Arauca. Rómulo Gallegos —escritor y político— planteó a través del realismo el conflicto entre la civilización y la barbarie, en una época aún dominada por el dictador Juan Vicente Gómez, en la Venezuela rural. La llegada (necesaria) del progreso frente al despotismo, la corrupción y lo salvaje en una nación que entró 36 años tarde al siglo XX.


En las líneas finales de la historia —que Diana Patricia baila apacible, en silencio— hay algo que se parece a la esperanza: “¡Llanura venezolana! Propicia para el esfuerzo, como lo fue para la hazaña, tierra de horizontes abiertos, donde una raza buena, ama, sufre y espera”.

Esta Doña Bárbara flamenca se suma a la variedad de adaptaciones que ha tenido la novela. De hecho, ya el Teatro Municipal de Caracas había sido su escenario cuando fue llevada al formato de ópera con libreto de Isaac Chocrón. En el cine la interpretó María Félix, con un guion adaptado por el mismo Gallegos junto al director Fernando de Fuentes. Llegó a la radio, y se escuchó en Cuba. Además de las diversas versiones para televisión. A mediados de los setenta cobró vida en la piel de Marina Baura, en la telenovela escrita por José Ignacio Cabrujas y Salvador Garmendia. Y una de las propuestas más recientes la protagonizó la mexicana Edith González, producida por Telemundo.

Diana Patricia, que ya había presentado su Doña Bárbara en tres ocasiones entre 2003 y 2009, también se adueña de esa sensualidad dolorosa que rodea a la terrateniente de El Miedo. “Desde el primer momento, esta producción se fundamenta en el hecho de no bailar por bailar. Se trata de subirse al escenario con un propósito. A la par, quise hacer un homenaje a esa mujer combativa, primitiva y ‘pura sangre’, que de forma tan magistral dibujo Gallegos en su obra”, dijo a la prensa la bailaora y coreógrafa, quien también produjo y dirigió el espectáculo.


Sobre el personaje, La Macarena añadió: “Sin duda alguna, este es un homenaje a esa mujer luchadora y, a veces maltratada, que no duda en dar la vida y la ternura por recuperar lo perdido, ya sea el amor de un hombre o el que siente por su tierra”.

Una de las intenciones de la artista con esta propuesta es demostrar que las culturas venezolana y española son compatibles y que “el arte siempre cruza fronteras y nos une”.
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