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Creadores teatrales narran sus discursos en el Trasnocho Cultural


La séptima edición del Festival de Jóvenes Directores Trasnocho reúne en Caracas 8 propuestas escénicas que tocan temas como la violencia, la intolerancia, el abuso sexual, los conflictos humanos y la incomunicación. El evento durará hasta el mes de mayo.

Por María Angelina Castillo
Twitter: @macborgo



Fue un comienzo complicado. La séptima edición del Festival de Jóvenes Directores Trasnocho debía realizarse en 2021, pero el confinamiento por la pandemia del Covid-19 obligó a que se pospusiera para enero de este año. Entonces surgió otro inconveniente: en diciembre pasado, una falla en el sistema de aires acondicionados del centro comercial Paseo Las Mercedes obligó al Trasnocho Cultural a cerrar momentáneamente sus puertas. Finalmente, solucionados los contratiempos, desde el 25 de febrero se lleva a cabo esta competición que reúne a jóvenes ávidos por transmitir sus preocupaciones, necesidades creativas e ingenio.

El festival, que se realiza en la sala Espacio Plural, se extenderá hasta mayo. Para José Pisano, director del espacio cultural caraqueño, esta actividad representa un interesante ejercicio y una valiosa oportunidad para que el público se aproxime al teatro a través de la mirada de los jóvenes. De entre las 30 propuestas, el comité de programación del Trasnocho Cultural seleccionó ocho: Elis Blanco Jansen (Closer), Omar Churión (Penitentes), Patricia Castillo (La casa de las palomas), Douglas Suniaga (Tartufo), Jesús Colina (El amante), Ángel Pelay (Luces de Bohemia), Elisa Castillo (Blackbird) y Elmer Pinto (Pedro y el Capitán).


Pisano asegura que son textos variados: desde Molière, pasando por dramaturgos latinoamericanos, venezolanos y europeos contemporáneos. “Son piezas que nos entusiasmaron mucho por la calidad de los proyectos presentados y de lo fuerte de los textos en los que se sostenían, creo que es muy importante”, señala.

Este festival surgió con la idea de impulsar el talento emergente en las artes escénicas, recuerda Pisano. La primera edición, realizada en 2015, fue el inicio de esta contienda de postulados, escuelas, estilos y discursos teatrales entre el público y los jóvenes creadores. Ha sido complejo “todo lo que requiere la logística y la infraestructura, los inconvenientes que se presentan día a día con temas de servicios”, añade.

Diversas miradas

Elis Blanco fue la encargada de inaugurar la edición con Closer, un proyecto que representó varios niveles de dificultad, pero que le ha dejado una enorme satisfacción.

“Desde el punto de vista económico se necesita mucho, mucho dinero para muchas cosas: vestuario, maquillaje, escenografía. Y específicamente mi proyecto necesitaba el dinero para los derechos de la obra. Yo entré al festival con unos ahorros personales, pero no con la cantidad suficiente para todo lo que se necesita. Así que tuve campañas de crowdfunding, realicé trabajos de fotografía y gracias a eso fuimos reuniendo y pudimos pagar todo. A los realizadores de teatro nos ayudan mucho los patrocinios, pero jugaba en contra el hecho de que la mía era la primera obra de enero y ya hacia noviembre-diciembre las empresas cierran caja, así que muchos nos cancelaron por cuestiones de fecha y organización. Otra dificultad que tuvimos fue que, debido al problema del aire acondicionado del centro comercial, nos corrieron la fecha de estreno dos veces. Esto ocasionó más gastos, además de que dos actores no pudieran continuar por cuestiones de tiempo y proyectos. Así que tuvimos que montar con otros actores, con menos tiempo. Fue un retroceso en los ensayos, pero se nutrió el proceso con la ayuda de quienes estábamos desde el principio. Todos aportamos nuestro grano de arena para llegar a la fecha y siento que valió la pena cada esfuerzo, cada llamada, cada sesión de fotos que hice, cada brownie que vendí”, señala la realizadora caraqueña de 28 años.

Blanco ya había participado en ediciones anteriores del festival, pero como productora, asistente de dirección, vestuarista y maquilladora de proyectos de amigos. Es una competición que ha formado parte de su vida desde que comenzó su trayectoria artística. “Desde que empecé a estudiar teatro, y a ejercerlo, la dirección ha sido mi norte. He sido una persona multidisciplinaria, entonces creo que la dirección es lo que une todos estos aspectos que a mí me gustan. Creo que el director es el que imagina cómo todos los aspectos que están alrededor pueden lograr lo que está en su mente y si conoces cómo funciona cada uno, puedes realizarlo muchísimo mejor”, indica.

Para Omar Churión, quien participó con Penitentes, del venezolano Elio Palencia, su intención artística es hablar sobre la injusticia. Por eso esta pieza, que indaga en la intolerancia y la violencia a partir de tres personajes masculinos, “... surge por la necesidad de mostrar al espectador cómo en la sociedad actual existen tantas caretas disfrazando una triste realidad. Un país en el que la política y la religión son los principales titiriteros de un sistema en el que asesinatos ocurren diariamente, en una ciudad colapsada por el delito, incontables son las vidas arrancadas de personas a las que se le resta importancia”, señala.

Elisa Castillo también habla de la violencia, pero desde otra perspectiva. Presentará desde el 8 de abril Blackbird, que toca el tema del abuso sexual: “Siento que habla de una manera más incisiva. Últimamente, y a lo largo de la historia, se ha reducido el abuso sexual a, primero, el acto en sí; y segundo a víctima-victimario, como blanco y negro. Esta obra expone nuestro papel en este tipo de situaciones que es activo, es decir, hay todo un conjunto de redes que se construyen en el ambiente donde se dan estos crímenes, que propician estos crímenes. Nuestros prejuicios, nuestros puntos ciegos, beben de estas preconcepciones que tenemos y del gran valor que le damos a la reputación, al estatus de ciertas personas. Después está nuestro papel cuando ya ha ocurrido el abuso, cuando se llevan a la justicia ciertos casos y se hace todo el proceso judicial, pues nuestra participación violenta en estos casos también se muestra en esta obra: la revictimización que se le hace a la víctima. Blackbird también habla muchísimo de cómo puede afectar el no escuchar a la víctima”.

A la creadora de 22 años, que ha participado en diversos montajes del Grupo de Teatro Nueva Era, le interesa en particular la dirección porque le permite combinar visiones y potenciar las ideas del equipo: “A los, las y les que hacemos teatro nos mueve esa gran necesidad de comunicar y con ello logramos hacer todo lo que una obra requiere, con más o menos dificultades, con mucha ayuda. Siento que esto va de la unión de muchísimas personas que al final quizás en la obra no se ven. Para llevar a cabo un proyecto teatral, tanto en mi caso como en todos los demás casos del festival y del teatro venezolano, es fundamental la gran cantidad de manos, de corazones, de cabezas que se ponen y se juntan en pro de eso que todos queremos”.

Ha sido un proceso que, indica Castillo, le ha permitido nutrirse: “Lo más satisfactorio que uno se puede llevar del trayecto son los aprendizajes que te sirven para el próximo proyecto y que van enriqueciendo todo lo que haces”.

Pedro y el Capitán será la obra que cierre la edición. Su director Elmer Pinto cuenta que se acercó al texto casi por capricho: “La obra llega a mis manos a través de un casting de actuación que realicé en la Concha Acústica de Bello Monte. Logré hacerme con una copia del texto y me encantó la atmósfera, los personajes, la manera en que lo humano es retratado con todo y que Mario Benedetti realiza esta pieza con el contexto de la dictadura de Uruguay en los años 70. El proceso creativo ha sido maravilloso y estoy muy agradecido con los actores Antonio Delli y Gerardo Soto porque me han dado relecturas de los personajes que en un primer momento no tuve y eso es algo totalmente rescatable y que siempre he aprovechado para nutrir más el espectáculo”.

Pinto, con una década de trabajo en el medio, considera que en el teatro local hace falta una cohesión como gremio: “Siento que estamos diseminados, que cada uno actúa de manera separada y nos cuesta un poco reconocernos unos con otros como partes de un objetivo común que nos concilie, independientemente de la formación que podamos tener. Porque siempre es importante que existan diferentes tipos de formación, escuelas, maneras de concebir el quehacer teatral. Pero asumimos el compromiso de representar la cultura teatral de un país y eso debería ser algo que de alguna manera nos concilie para avanzar”.

Compromiso teatral

El director del Trasnocho Cultural asegura que mantendrán el compromiso de llevar adelante proyectos que brinden espacios y plataforma a creadores locales: “Es una manera de apoyar el talento joven al tener un espacio de esta naturaleza para poder presentarse de una manera formal, frente a una audiencia a la que quizás en una situación regular no hubiesen podido tener acceso. Creo que en la medida en que nosotros podamos profundizar en ayudas que tengan que ver con ese proceso de formación e inclusive, eventualmente, hacerlo también a nivel de financiamiento, pues entendemos los costos que implican montar una propuesta teatral como corresponde, creo que son elementos que están en nosotros y nos generan interés para poder seguir desarrollando y apoyando”.


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